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“No habrá descanso para El Chapo”

El Gobierno mexicano moviliza a las fuerzas de seguridad, destituye a tres altos cargos penitenciarios y anuncia la persecución “sin tregua” del fugado narcotraficante

Jan Martínez Ahrens

El duelo no ha hecho más que empezar. El desafío lanzado por Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, uno de los mayores narcotraficantes del planeta, con su asombrosa fuga del penal de El Altiplano ha puesto en pie de guerra al Gobierno de México. “No habrá descanso para este criminal”, afirmó anoche el secretario de Interior, Miguel Ángel Osorio Chong, el político al que la huida ha situado en el ojo del huracán. En un discurso duro y seco, el máximo responsable de la seguridad nacional denunció la posible complicidad de funcionarios en la evasión, anunció la destitución de la cúpula penitenciaria mexicana, incluido el director de la cárcel, y dejó claro que “todas las fuerzas” policiales y militares han sido movilizadas para dar caza y captura al enemigo público número uno. Como remate, las autoridades ofrecieron una recompensa de 3.750.000 dólares (60 millones de pesos) para quien facilite pistas sobre su paradero.

La huida de El Chapo, por un túnel de 1.500 metros, ha dejado en evidencia no solo graves carencias de seguridad sino la enorme capacidad de corrupción que posee el narco en México. Un poder que con apabullante facilidad ha sacado de la cárcel más inexpugnable al mayor criminal. El resultado de esta exhibición ha sido un daño profundo. En una sociedad exhausta ante la violencia, este último episodio ha quebrado aún más la confianza en sus instituciones. Hay vergüenza e ira. Y nadie espera que la tormenta amaine.

El túnel fue excavado a 19 metros de profundidad y las cámaras tenían dos puntos ciegos por respeto a la intimidad
Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación 

Bajo este vendaval, el presidente Enrique Peña Nieto, de visita de Estado en Francia, ha puesto al frente de la crisis a Osorio Chong, uno de sus hombres más próximos. La decisión ha sido polémica. Como responsable de la seguridad nacional, la fuga le ha golpeado directamente. Desde la oposición se pide su dimisión. En público, nadie habla en su favor. Pero Chong, cuya cartera le ha convertido en un veterano de la cuerda floja, no ha dado su brazo a torcer. “Los momentos de crisis no son para renunciar, sino para enfrentarlos”, sentenció.

Enrocado en esta premisa, arrancó su intervención con una defensa de los sistemas de vigilancia y seguridad de El Altiplano. Para llegar hasta El Chapo, recordó Chong, había que atravesar 26 filtros, su celda disponía de videovigilancia continua y el propio preso llevaba una brazalete localizador. “Su fuga fue un hecho insólito, que rompió los paradigmas de seguridad; el túnel fue excavado a 19 metros de profundidad y las cámaras tenían dos puntos ciegos por respeto a la intimidad”, alegó.

Establecida esta línea de defensa, entró en el corazón del problema. “Para lograr su propósito, tuvo que contar con la complicidad de personal de la prisión. Si se confirma este punto, sería un acto de corrupción y deslealtad a los mexicanos. No habrá impunidad. Todo el que haya participado será castigado. Caerán todos los involucrados”, proclamó.

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Como muestra de su determinación puso sobre la mesa la destitución de los tres altos cargos del sistema penitenciario, e insistió en la fortaleza del operativo desplegado para dar con el narcotraficante y en el que participan todas las fuerzas de seguridad, incluidos el Ejercito y la Marina. Pero fue para El Chapo para quien reservó sus mejores balas. “No habrá descanso para este delincuente, se trata de un criminal responsable de la comisión de múltiples homicidios, de la venta de millones de dosis de droga que dañan a nuestros niños y jóvenes. Es un enemigo de la sociedad. No habrá tregua para su reaprehensión”.

La intervención de Chong, la primera larga y articulada del Gobierno desde la fuga, difícilmente calmará los ánimos en México. Solo la detención de El Chapo puede evitar que la erosión vaya a más. El desafío está lanzado. La cuenta atrás ha empezado.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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