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Obama repite con Irán la estrategia usada con Cuba

El presidente de EE UU opta por dialogar con adversarios y romper inercias de la Guerra Fría

Foto: AGENCIA_DESCONOCIDA | Vídeo: ANDREW HARNIK / AP / POOL
Marc Bassets

Primero fue América Latina. Ahora, Oriente Próximo. El acuerdo nuclear con Irán, adoptado dos semanas después del anuncio de la apertura de una embajada de Estados Unidos en Cuba, obedece a la misma doctrina: diálogo con los adversarios y audacia al romper las inercias de la Guerra Fría. Los críticos del presidente demócrata Barack Obama gritan: ‘¡Múnich!’, la metáfora del apaciguamiento ante los totalitarismos. Obama replica citando a John F. Kennedy, seguramente el demócrata más respetado por los halcones republicanos.

No es casualidad que, en su discurso sobre el acuerdo de Viena, que la audiencia norteamericana degustó con la leche y los cornflakes, a las siete de la mañana, Obama echase mano del manual de frases kennedianas.

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“No negociemos nunca por miedo, pero no tengamos miedo de negociar”, dijo Kennedy hace 54 años y volvió a decir Obama este martes. En otro momento, recordó que los acuerdos armamentísticos nunca se negocian con amigos. Kennedy negoció con el líder soviético Jruschov, precisamente en Viena, y otro presidente, Ronald Reagan, que ocupa el lugar más elevado en el santoral republicano, no tuvo problema en negociar con Gorbachov. Así lo han hecho todos, incluso George W. Bush, antecesor de Obama, artífice de la fallida invasión de Irak pero también, en su última etapa, responsable de un giro hacia posiciones más tibias con los países del eje del mal, como Corea del Norte o el propio Irán. En 2008, en los últimos meses de su administración, Bush envió a un diplomático experimentado, William Burns, a sentarse a las negociaciones de los europeos con los iraníes en Ginebra.

A Obama, desde que sucedió a Bush en 2008, le gusta reclamarse de una tradición diplomática suprapartidista. Sí, se ha retirado de las guerras pero ningún presidente ha usado la guerra encubierta de los drones y los comandos como él. Si existe una doctrina Obama, es una combinación del uso de todas las capacidades letales de EE UU y del multilateralismo y la audacia —o la imprudencia, dirán sus detractores— de hablar con el enemigo.

Los planes no siempre funcionan. Obama llegó hace seis años a la Casa Blanca con la idea de impulsar un giro estratégico hacia Asia. Se trataba de contrarrestar la influencia China y decidar los esfuerzos de EE UU a la región más dinámica. Pero el giro se ha quedado a medias y, como prueba Irán, o la guerra contra el Estado Islámico, EE UU sigue atrapado en Oriente Próximo. Obama también llegó con la reputación de desinteresarse de Europa. Y he aquí que, cuando se acerca el final de su mandato, la economía europea —la crisis griega— y las tensiones con Rusia en Ucrania ocupan una parte creciente de su agenda. Paradojas vienesas: aquí EE UU y Rusia han decidido levantar sanciones a Irán al mismo tiempo que EE UU sanciona a Rusia por Ucrania.

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De Europa y Asia a América Latina y Oriente Próximo. Hay poco que comparar entre Oriente Próximo hoy, un foco de inestabilidad y violencia, y América Latina, donde, a pesar de los retrocesos democráticos, de la violencia enquistada en algunos países y de las fragilidades económicas, está lejos de lo que era en los años de Reagan. Pero en ambas regiones Obama ha aplicado su doctrina: ensayar algo distinto.

En el caso de Cuba, un viraje en la política estadounidense del último medio siglo, fundada en un embargo que no sirvió para acabar con una dictadura familiar. En el de Irán, una retórica de amenazas y confrontación que no impidió que este país se acercara a la bomba nuclear.

Visto en perspectiva, es más sencillo el diálogo con Cuba, un país que, desde que la URSS instaló los misiles en 1962, no representa una amenaza existencial para EE UU. Irán ayuda a grupos terroristas en Oriente Próximo, usa una retórica apocalíptica contra Israel, aliado de EE UU en la región, y, aunque lo niega, está bajo la sospecha —no sólo de EE UU— de ambicionar la bomba atómica.

Veto del presidente

Pero el bloqueo con el que topa Obama en Washington es similar. El Congreso tiene la llave para levantar el embargo económico a Cuba y se resiste a hacerlo. También es, desde hoy, el principal obstáculo para que el ambicioso documento de Viena entre en vigor. Los republicanos, mayoritarios en el Congreso, disponen de votos suficientes para votar en contra. Pero necesitan una mayoría de dos tercios en ambas cámaras —es decir, votos demócratas además de los de la mayoría republicana— para anular un posible veto del presidente a la revocación de la ley por el Congreso.

“Vetaré cualquier legislación que impida una aplicación con éxito de este acuerdo”, dijo este martesObama. “Para decirlo simplemente”, argumentó en otro momento, “que no haya acuerdo significa más posibilidades de más guerra en Oriente Próximo”. Pura doctrina Obama.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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