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Rumanía condena a 20 años al director de una cárcel comunista

Los jueces determinan que Alexandru Visinescu cometió crímenes contra la humanidad

María R. Sahuquillo
Alexandru Visinescu, a la salida de los juzgados de Bucarest el pasado septiembre.
Alexandru Visinescu, a la salida de los juzgados de Bucarest el pasado septiembre. Vadim Ghirda (AP)

Alexandru Visinescu, director durante casi ocho años del penal de Ramnicu Sarat, una de las cárceles más oscuras de la época comunista en Rumanía, ha sido condenado este viernes a 20 años de prisión por crímenes contra la humanidad. La condena a Visinescu (89 años), al que la fiscalía acusaba de la muerte de al menos 14 personas y de someter a los prisioneros bajo su cargo a condiciones “destinadas a destruirles física y psicológicamente”, es la primera de este tipo en un país que 25 años después de la muerte del dictador Nicolae Ceaucescu y la caída del régimen comunista se resiste a ajustar cuentas con su pasado.

El antiguo carcelero, para el que la fiscalía pedía 25 años de reclusión, siempre ha defendido su inocencia y ha argumentado que “obedecía órdenes” de sus superiores. Los jueces han dictaminado, sin embargo, que es responsable directo de 12 muertes, así como de torturas y “trato inhumano” (considerados delitos de lesa humanidad) a varios prisioneros. Por ello tendrá que pagar —y si no, el Estado, como responsable civil subsidiario— además alrededor de 300.000 euros a las familias de algunas de sus víctimas.

Ahora, Visinescu tiene diez días para recurrir la condena. Y “probablemente” lo hará, según su abogado. Si el Tribunal Supremo confirma la pena, el hombre —que también ha sido despojado del grado de teniente coronel— cumpliría solo un tercio de los 20 años indicados (algo más de seis), debido a su edad.

Quien hoy es un anciano enjuto y de mirada tosca, manejó con mano de hierro Ramnicu Sarat entre 1956 y 1963, durante parte del régimen estalinista de Gheorghe Gheorghiu-Dej —1945-1964, los llamados años negros —, el antecesor de Ceaucescu. Por el penal, conocido como “la prisión del silencio” debido al régimen de aislamiento al que se sometía a los internos, a quienes se prohibía incluso hablar, pasaron decenas de detenidos de la élite política e intelectual de Rumanía.

La prisión de Ramnicu Sarat, al este de Rumania. / Cristian Movila (The New York Times)
La prisión de Ramnicu Sarat, al este de Rumania. / Cristian Movila (The New York Times)

En Ramnicu Sarat (al este del país) muchos enfermaron tras las torturas y castigos a los que los guardas les sometían. Otros murieron por el frío, las enfermedades y la falta de alimento, según recogen los documentos y testimonios recopilados por el Instituto para la Investigación de los Crímenes del Comunismo (IICCMER), el organismo que puso a la fiscalía de Bucarest sobre la pista de Visinescu.

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Más de 600.000 personas —intelectuales, oficiales, religiosos, opositores políticos— pasaron por prisiones o campos de detención en Rumanía, según el IICCMER. Muchos murieron. Otros tantos fueron torturados. Nadie, salvo un puñado de oficiales de alto rango, condenados en los noventa y puestos en libertad por motivos de salud, ha respondido por los crímenes cometidos durante más de cuarenta años de dictaduras comunistas.

Ion Eremia pasó seis años en la prisión del silencio. El antiguo general fue detenido por escribir un ensayo satírico considerado anticomunista e internado casi inmediatamente en Ramnicu Sarat. Cuando salió, cuenta Nicoletta Eremía, apenas podía vocalizar y había adelgazado tanto que parecía un esqueleto. “Además, le faltaban casi todos los dientes”, afirma en una conversación telefónica desde Bucarest. Los que no le arrancaron durante las torturas los perdió por las deficientes condiciones sanitarias.

Nunca se recuperó de aquello. Eremia murió hace 13 años, pero su caso es uno de los que ha motivado la condena a Visinescu. Una sentencia que, según su esposa, llega demasiado tarde. “Esto tenía que haberse juzgado en 1989 [año en que Ceaucescu fue ajusticiado]. No puedo estar satisfecha, porque sé que el torturador recurrirá y probablemente nunca entre en prisión. Aunque lo hiciera, jamás será algo tan horrible como lo que vivieron mi esposo y otros detenidos”, insiste.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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