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EE UU despliega cazas en Turquía en una nueva fase contra el Califato

Los bombardeos obligan al grupo yihadista a ser “más centralizado y menos flexible”

Un F-16 de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, despega de la Base aérea de Aviano, Italia, rumbo a Turquía.
Un F-16 de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, despega de la Base aérea de Aviano, Italia, rumbo a Turquía.US AIR FORCE (REUTERS)

Estados Unidos ha desplegado este domingo seis aviones caza F-16 de la Fuerza Aérea en la base aérea turca de Incirlik, en el suroeste del país, cerca de la frontera siria, en apoyo a la lucha contra el Estado Islámico (EI). Según ha informado el Pentágono, junto a los aparatos y equipo de apoyo han llegado a la base 300 efectivos. La llegada de estos aparatos a la frontera turco-siria, parte del acuerdo reciente alcanzado entre Ankara y Washington, inicia una nueva fase de la guerra aérea lanzada hace un año por el presidente Barack Obama contra el EI y que hasta el momento no ha logrado mermar la capacidad del grupo yihadista.

Al iniciarse el 8 de agosto del año pasado la campaña aérea contra el EI en Irak, Estados Unidos formuló un mantra de cautela: la guerra será larga y con altibajos. Un año después, los indicios se han cumplido. No hay duda de que el grupo yihadista es más débil, pero la estrategia en Irak ha avanzado peor de lo previsto. El Pentágono reveló que la ofensiva para expulsar al EI de Mosul, la segunda ciudad iraquí, podía iniciarse en mayo. No solo no ocurrió, sino que ese mes los extremistas se hicieron con Ramadi, la capital de la estratégica provincia de Anbar.

La sensación en Washington es que esos reveses son culpa de Bagdad. El Departamento de Defensa no oculta su impaciencia por el progreso lento del Ejército iraquí. EE UU ha desplegado a 3.500 militares en Irak con tareas de asesoramiento y entrenamiento. No tienen función de combate, a diferencia de la intervención de la década pasada. El mayor hito de los bombardeos estadounidenses y otros países occidentales ha sido expulsar al EI de la ciudad de Tikrit y frenar su avance en el noreste de Irak.

La coalición ha efectuado unos 6.000 ataques contra posiciones del EI en Irak y Siria, a donde expandió la campaña en septiembre. El Pentágono no divulga cifras de muertos, pero ha confirmado una estimación del diario USA Today de 15.000 militantes del EI fallecidos.

No está claro que estemos jugando el partido correcto, mucho menos que lo estemos ganando” Anthony Cordesman, experto del laboratorio de ideas CSIS

Los ataques han obligado al grupo yihadista a ser “más centralizado y menos flexible”, según dijo el viernes en una rueda de prensa Pat Ryder, portavoz del Comando Central del Ejército estadounidense. En el último año, detalló, el EI ha perdido un 30% de presencia en Irak.

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En Siria, los bombardeos de EE UU y países árabes le han hecho ceder terreno en la zona fronteriza con Turquía, de la que controla menos de un tercio. El objetivo es expulsar por completo a los yihadistas de esa zona tras autorizar Turquía a la aviación estadounidense a utilizar una base cercana. Dada la enemistad con el régimen, EE UU carece de militares en Siria y fía cualquier avance terrestre a la lucha de debilitadas milicias moderadas.

“No está claro que estemos jugando el partido correcto, mucho menos que lo estemos ganando”, escribe Anthony Cordesman, experto de CSIS -un centro de análisis en Washington-, en un informe publicado a finales de julio sobre la estrategia contra el EI.

Cordesman -que ha sido asesor de la OTAN y de los departamentos de Estado y Defensa- advierte de que EE UU está “supra simplificando” las causas y fortalezas del extremismo islámico al centrar demasiado su estrategia en atacar militarmente al EI.

En los círculos de poder de Washington, se mantiene el debate acerca de si los militares desplegados en Irak tienen las manos demasiado atadas. El Pentágono y destacados legisladores republicanos presionan para permitir a los asesores desempeñar determinadas tareas de combate y comunicar objetivos de bombardeo a la aviación estadounidense.

Pero Obama se resiste a dar ese paso ante el recelo de repetir errores de la guerra en Irak (2003-2011), que acabó sin victoria, sin estabilizar ese país y con 4.400 estadounidenses muertos. La Casa Blanca insiste en que es el Gobierno iraquí el que debe liderar la ofensiva contra el EI, también mediante una política inclusiva que atempere las tensiones entre chiíes, suníes y kurdos.

El presidente envió en febrero al Congreso una autorización legal para la campaña contra el EI, pero su aprobación está estancada desde entonces.

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