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Dimite el jefe de la misión de la ONU en Bangui por acusaciones de violación

Amnistía Internacional acusa a los cascos azules de abusar de una menor y asesinar a dos civiles

Cascos azules patrullan en Bangui, en 2014.
Cascos azules patrullan en Bangui, en 2014.PACOME PABANDJI (AFP)

Principios de agosto: una polémica y complicada operación de los cascos azules en la capital de República Centroafricana, Bangui, se enmaraña en el único enclave musulmán que queda en la ciudad: el barrio de PK5. Un casco azul pierde la vida y durante la intervención, un soldado de la misión de paz viola a una niña de 12 años, según denunció ayer Amnistía Internacional. Además, según esta ONG, los cascos azules ejecutan a dos civiles enfrente de su casa. Los contingentes que participan en la operación son ruandeses y cameruneses, los mismos que en mayo del año pasado escoltan al gran convoy de musulmanes que huyen de la capital, hacia Chad.

Menos de 24 horas después de las graves denuncias, ha caído el número uno de los cascos azules. Son estas nuevas acusaciones de exacciones por parte de los “soldados de paz” las que han llevado al límite al secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, que ha forzado la dimisión del jefe de la misión de la ONU en República Centroafricana (MINUSCA), el general Babacar Gaye.

“No voy a tolerar ninguna acción que pueda empujar a la gente a tener miedo en vez de confianza. Cada individuo de los que trabaja con Naciones Unidas tiene que posicionar sus ideales ante todo”, ha declarado un Ban Ki-Moon, que ve cómo los escándalos relacionados con las violaciones de derechos humanos dinamitan su anunciada “tolerancia 0” contra los abusos. "No puedo expresar lo angustiado, enfadado y avergonzado que estoy por las repetidas informaciones a lo largo de los años de explotación y abusos sexuales por parte de fuerzas de la ONU", dijo Ban Ki-Moon.

El caso de la niña de 12 años denunciado por Amnistía Internacional, ocurrido el pasado 2 de agosto, se suma a otros presuntos abusos cometidos por los soldados franceses de la Operación Sangaris y las tropas de la ONU a una docena de niños de entre 9 y 12 años, también en la capital, Bangui, entre diciembre de 2013 y junio de 2014. Y el revuelo sigue al escándalo que estalló hace unos días al hacerse público que la ONU ha renovado contratos a la aerolínea rusa que opera los helicópteros en varias misiones, aun sabiendo que sus trabajadores han cometido abusos en Congo.

Gaye es un peso pesado de las misiones azules en África y ha estado en la primera línea en algunas de las tareas más arduas, pero tiene una gran mancha en su carrera: la gestión del naufragio del Joola en su país, Senegal, cuando era el jefe de Estado mayor. Gaye ha participado en las misiones de Líbano, Irak o Siria, pero el grueso de su responsabilidad lo acumula durante los cinco años como comandante de la MONUC —ahora llamada MONUSCO—, la Misión en República Democrática del Congo, que es la más grande del mundo y considerada una de las más complejas. Gaye ocupó el prestigioso mando de las fuerzas en Congo desde 2005 hasta 2010 (en septiembre de 2008 fue reemplazado por el español Vicente Diaz de Villegas, pero tras su rápida dimisión Gaye lo lo recuperó). Con Gaye al mando, el este de Congo cae bajo las manos de la rebelión de Lauren Nkunda y se suceden varias matanzas, como las de Kiwanja, por las que la ONU es acusada de pasividad.

El descenso al caos en República Centroafricana se inició a finales de 2013, cuando, reaccionando a la rebelión de los Séleka, las milicias antibalaka explotan en una ola de venganza. Francia decide lanzar una misión de interposición, que después será seguida por la Unión Africana y ONU. Pero las tropas africanas desplegadas para mantener la paz son todas vecinas al país en crisis —con sus propios contenciosos— y las tropas de la ex metrópolis se imponen de forma desigual. Casi dos años después, 30.000 musulmanes siguen viviendo en siete enclaves protegidos por la ONU en el país. Amenazados por los antibalaka, no pueden salir de los reductos a los que han quedado confinados.

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