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El lugar donde se refugian los ucranios que huyen de la guerra

Svyatohirsk, localidad de 5.000 habitantes bajo control de Kiev, acoge a 10.000 desplazados

María Sosa Troya
Desplazados esperan para recibir comida en un sanatorio en Svyatohirsk (este de Ucrania) habilitado para acogerles, en febrero.
Desplazados esperan para recibir comida en un sanatorio en Svyatohirsk (este de Ucrania) habilitado para acogerles, en febrero.AP (Petr David Josek )

"No tengo a dónde ir", dice Olga Ovsyannykova. Huyó de la ciudad de Donetsk, en el este de Ucrania, debido a los combates que estaban asolando la ciudad. Desde marzo vive con su hija pequeña en un centro en la localidad de Svyatohirsk, también al este del país, que sigue estando controlada por el Gobierno de Kiev. Según el alcalde, Alexander Dzyuba, por cada local acogen a dos desplazados. "5.000 frente a 10.000". Según la ONU, 1,4 millones de personas han abandonado su hogar debido al conflicto y se han instalado en otro lugar del país. Las autoridades están desbordadas. La labor de las organizaciones humanitarias es vital para la asistencia a quienes se ven obligados a dejar todo atrás para salvar la vida.

Ovsyannykova tiene 44 años. Vive con su hija, de diez, en la habitación 222 de Holy Mountains. Así se llama el centro en el que residen junto a otro centenar de personas. Su pequeño apartamento, de apenas dos habitaciones, está al final del pasillo. El olor a la sopa que está cocinando inunda la estancia, en la que hace un calor que cuesta soportar. “Una ONG nos ayuda con la comida”, cuenta a varios periodistas en una reciente visita a la que fueron invitados por el European Journalism Centre. Osyannykova y su hija llegaron a la localidad en marzo, después de un peregrinaje por otras dos ciudades, también del este de Ucrania. La niña juega en el sofá, ajena al drama que relata su madre. Su marido permanece en Donetsk, con su hijo mayor, de 20 años. Es allí donde tienen trabajo. “Echo mucho de menos mi casa. Por supuesto que quiero volver. Pero ahora mismo no me puedo mover de aquí”, afirma.

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La mayoría de quienes huyen piensan que se van de casa por poco tiempo. Por eso, por norma general, no suelen irse demasiado lejos de sus hogares. El 51% de los desplazados ucranios permanecen en las regiones de Donetsk y Lugansk, según estimaciones de la agencia de la ONU para los refugiados del mes de junio. El alcalde de Svyatohirsk cree que tantas personas han elegido esta localidad porque "es un lugar seguro, tranquilo". Se trata de un destino de vacaciones en el que los residentes están acostumbrados a la llegada de foráneos. Pero no hay fábricas. Ni modo de crear empleo. "Tenemos sobre todo tiendas. Hay una alta tasa de desempleo, por eso algunos jóvenes se van. Aquí viven muchos pensionistas", indica Dzyuba. Ovsyannykova asegura que ella y su hija han sido muy bien recibidas.

"Tenemos más de 10 centros habilitados para acoger a los desplazados. De nuestro presupuesto no salen muchos fondos, por eso es importante la financiación de los voluntarios y las organizaciones internacionales", continúa el alcalde. En Save the Children, una ONG que tiene proyectos en la zona, discrepan de las cifras que ofrece Dzyuba. Sitúan el número de desplazados en unos 8.000, y los centros habilitados para ellos, en ocho. Aunque precisan que muchos optan por alquilar una casa o una habitación.

Pero no todos pueden permitírselo. Como Valentina Chupikova. Tiene 78 años. Vive en un majestuoso monasterio llamado Svyato Uspeska Lavra, en Svyatohirsk. No paga alojamiento ni comida. Todas sus pertenencias caben en una pequeña habitación con dos camas que comparte con su hijo. Huyeron de Adviivka —al este del país— después de los fuertes enfrentamientos del 25 de enero. "Recuerdo todo. Vi cómo parte de las bombas destruían mi casa. Las ventanas se rompieron por la onda expansiva", dice. Se siente cómoda en su nuevo hogar, financiado y dirigido por la Iglesia ortodoxa. Solo hay dos normas, explica: debe llegar cada noche antes de las once —algo que para ella no supone un problema porque su mala salud hace que le cueste mucho moverse— y vestir apropiadamente, es decir, con falda larga y un pañuelo que cubra su cabeza. "Mi pensión la recibe mi hija, que se ha quedado en Adviivka. Estamos ahorrando para poder reconstruir nuestra vivienda cuando el conflicto termine", explica. Entonces, pretende regresar. "Aquí al fin y al cabo no soy más que una invitada. Allí soy mi propia huésped".

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Quienes abandonan su hogar tienen que luchar con la burocracia para poder registrarse como desplazados y recibir una pensión. El proceso es lento. Hay quien no puede inscribirse porque, a pesar de haber tenido que mudarse porque su casa ha quedado completamente destruida, no ha cambiado de región administrativa. O quienes se trasladan a una zona que el Gobierno ucranio no reconoce bajo control de los separatistas. Los desplazados cuentan además que la pensión que reciben es insuficiente. "Fueron 400 grivnas [unos 16 euros] los dos primeros meses; 200 los dos siguientes, y 100 los dos siguientes", cuenta una señora que prefiere no dar su nombre.

Los menores que viajan sin sus padres no pueden registrarse como desplazados. Por lo que ni siquiera pueden recibir ayuda. Save the Children estima que, de los 30.000 desplazados en Slaviansk, Svyatohirsk y los pueblos de los alrededores, unos 2.800 son niños. El pasado enero, Nataliya se fue de Debáltsevo sin sus padres. Su nombre es ficticio, prefiere ocultarlo. En mitad de los mayores enfrentamientos en esta localidad —controlada por los separatistas—, la obligaron a subir a un autobús y marcharse sin ellos. Creía entonces que serían solo tres semanas. Ya van seis meses. Está pasando el verano en Svyatohirsk y en septiembre viajará a Kiev para seguir estudiando. Tiene 15 años. Se apoya en los 27 chicos y chicas que comparten el verano con ella y los seis adultos que les acompañan. "Al principio fue muy duro. Solo quería llamarles por teléfono cada vez que podía. Ahora estoy mejor. Pero nada cambia el hecho de que no puedo verles".

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Sobre la firma

María Sosa Troya
Redactora de la sección de Sociedad de EL PAÍS. Cubre asuntos relacionados con servicios sociales, dependencia, infancia… Anteriormente trabajó en Internacional y en Última Hora. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y cursó el Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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