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Decenas de miles de iraquíes se manifiestan contra la corrupción

El primer ministro ordena al Ejército que facilite el acceso de los civiles a las calles bloqueadas por milicias o grupos políticos, incluida la Zona Verde de Bagdad

Ángeles Espinosa
Manifestación en favor de las reformas del Gobierno contra la corrupción, el pasado 21 de agosto.
Manifestación en favor de las reformas del Gobierno contra la corrupción, el pasado 21 de agosto.HAIDAR MOHAMMED ALI (AFP)

Bagdad y otras ciudades de Irak fueron este viernes escenario de manifestaciones masivas contra la corrupción y la falta de servicios públicos. Fue la mayor de las protestas convocadas por este motivo desde mediados de julio y una muestra de la influencia del clérigo Muqtada al Sadr. Chíies y suníes por igual culpan de la incompetencia de sus gobernantes al reparto de cargos de acuerdo con la filiación étnica y confesional establecido tras el derribo de Sadam. El primer ministro, Haider al Abadi, anunció medidas para frenar el despilfarro, pero se enfrenta a los intereses de las milicias, un Estado dentro del Estado.

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Decenas de miles de iraquíes respondieron el viernes por la noche al llamamiento del clérigo chií Muqtada al Sadr y se unieron a las protestas populares contra la corrupción y la falta de servicios públicos en Bagdad y otras ciudades de Irak. Las manifestaciones, en medio de un gran despliegue de seguridad, se cruzan con los intentos del primer ministro, Haider al Abadi, de poner coto al poder de las milicias, convertidas en un verdadero Estado dentro del Estado. Está en juego no sólo el futuro político de Al Abadi, sino el del propio Irak.

A la puesta del sol, una multitud muy superior a la de las semanas precedentes se dio cita en la plaza de Tahrir (Independencia), en el centro de Bagdad, muestra de la influencia de Al Sadr. Este clérigo nacionalista, que plantó cara a la ocupación estadounidense y ha fundado su reputación en la defensa de la gente corriente frente a los poderosos, no podía ignorar el clamor de la calle. Desde mediados de julio, los iraquíes vienen denunciando la corrupción rampante entre la clase política, la creciente pobreza y la falta de servicios públicos.

El detonante ha sido el precario suministro eléctrico en un verano en el que la temperatura ha rozado los 50ºC en buena parte del país, sobre todo en el sur. Las protestas, sin precedentes por su carácter espontáneo y no sectario, han dejado claro que chiíes y suníes por igual culpan de la incompetencia de sus gobernantes al reparto de cargos de acuerdo con la pertenencia étnica y confesional establecido tras el derribo de Sadam Hussein. Ese sistema ha convertido los ministerios y otras instituciones en centros de poder de cada grupo, protegido por su correspondiente milicia.

En conversación con EL PAÍS, Rasha al Aqeedi, una investigadora iraquí que trabaja en el Centro de Estudios Al Mesbar de Dubái, recuerda que la discriminación sectaria en el empleo público fue una de las causas de las protestas antigubernamentales de los árabes suníes en 2012 y 2013. A diferencia de ahora, el entonces primer ministro, Nuri al Maliki, las silenció sin contemplaciones. "Aquellas quejas sirvieron de combustible para el surgimiento del Estado Islámico, que logró las simpatías de muchos jóvenes suníes desencantados", declara Al Aqeedi.

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Al Abadi, que fue designado hace un año para revertir las políticas sectarias de su predecesor, parece haber entendido el mensaje. Desde el principio, ha pedido a la policía que proteja a los manifestantes frente a las autoridades provinciales que han tratado de frenarles con toques de queda y amenazas. A primeros de mes, anunció una serie de medidas contra la corrupción y el despilfarro, entre ellas la reducción de los puestos ministeriales y del número de guardaespaldas para los altos cargos.

Facilitar el acceso

En un nuevo gesto, horas antes de la última manifestación, el primer ministro instruyó al Ejército para que facilite el acceso de los civiles a las calles cerradas por facciones políticas y grupos armados, entre ellas las de la llamada Zona Verde de Bagdad, donde se encuentran la mayoría de los ministerios y embajadas occidentales. También ordenó la creación de un comité para revisar las transferencias de propiedades estatales de las que, según los críticos, se han apropiado algunos funcionarios.

No obstante, Al Abadi lo tiene difícil. Los políticos corruptos contra los que se dirigen las protestas son en muchos casos sus aliados en el Gobierno y además cuentan con milicias más poderosas que el Ejército, cuya participación en la lucha contra el Estado Islámico las ha hecho casi sagradas.

"Si las actuales reformas se limitan a cubrir el expediente significarán el fin de la vida política del primer ministro y de amplios sectores de la clase política", advertía esta semana el International Crisis Group.

La Zona Verde de Bagdad, que el primer ministro iraquí ordenó abrir a la población, es la más simbólica de las áreas restringidas por razones de seguridad. Protegida con enormes bloques de hormigón, carros de combate y fuerzas de élite fue establecida por las fuerzas estadounidenses tras la invasión en 2003. En sus 10 kilómetros cuadrados se concentraban los fastuosos palacios de Sadam Husein que los ocupantes utilizaron para establecerse y luego se instaló la nueva clase política del país.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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