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Miles de menores huyen solos hacia Europa

Son chicos de entre 15 y 18 años, a menudo víctimas de abusos y de los traficantes

Un policía húngaro bloquea a unos niños refugiados en Röszke (Hungría), el 8 de septiembre de 2015.
Un policía húngaro bloquea a unos niños refugiados en Röszke (Hungría), el 8 de septiembre de 2015.MARKO DJURICA

Dentro de la marea de refugiados que llegan a Europa hay miles de menores que viajan sin padres y que se dirigen a Austria y Alemania. “En lo que va de año, Berlín ha recibido a más de 1.000 menores refugiados no acompañados”, anota Robin Schulz-Algie, de la ONG Save The Children, quien admite que su organización no tiene un programa para atender a estos jóvenes. En Suecia, los centros de acogidas calculan que cada semana llegan 700 niños no acompañados, en condiciones siempre desesperadas. Todas las entidades que trabajan para ayudarles coinciden en que se trata del grupo más vulnerable entre los refugiados, víctimas de abusos y de las redes de traficantes de personas, por las que tal vez acaban incluso trabajando.

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Los menores no acompañados son en su gran mayoría varones de entre 15 y 18 años, y viajan con amigos o hermanos, explica el representante de Unicef en Skopje (Macedonia), Bertrand Desmoulins. Son la parte menos visible de la tragedia de los refugiados, puesto que se mezclan con otras familias y se confunden en la muchedumbre. En Macedonia, según cifras oficiales, los chicos refugiados sin padres son 942, pero es probable que sean muchos más. “La mayoría de ellos no desea que las autoridades les registren como tal. Quieren moverse rápidamente y temen que vayan a retrasarles el viaje”, declara Kate O'Sullivan, que trabaja para Save The Children en Grecia.

Al final del año pasado, solo en Alemania había 17.000 niños y adolescentes refugiados sin familiares, añaden otras fuentes de la ONG, que en 2013 calculó que habían llegado 5.858 chicos y 726 chicas a Europa sin protección familiar. Algunos tuvieron incluso que pagarse la travesía a Europa trabajando para los traficantes de personas. Un adolescente eritreo de 16 años contó a la ONG que le obligaron a trabajar en un campo en Libia, que le pegaban y que una noche, debido a los golpes, le rompieron un brazo. Otro joven cayó en una red de traficantes en Turquía. El chico acabó al timón de una barcaza hacia Grecia. Así se pagó el billete para Europa y los traficantes no corrieron el riesgo de ser arrestados.

La travesía de estos chicos perdura también en suelo europeo. “Al llegar a Grecia, duermen en campamentos desbordados, o en calles y parques públicos, sin tener acceso suficiente a agua, alimentos y servicios básicos. La situación en las islas griegas se ha deteriorado. Hay miles de personas y la violencia aumenta, y los chicos están atrapados en todo esto, tanto los que viajan solos como los que tienen familia”, explica O'Sullivan. Según los testimonios, muchos menores en los centros de acogida prefieren no comer durante días, o evitar ir al baño por miedo a sufrir violaciones.

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Maite Pacheco, directora de Sensibilización y Políticas de Infancia en Unicef España, admite que en muchos casos estos menores emigran con el permiso de los padres. Andrés Conde, director general de Save The Children, expone las razones de esta difícil elección: “Son adolescentes que para los padres ya son casi adultos, y que, frente a la situación de violencia que viven en sus países, les apoyan en su decisión de emigrar. Se trata de una decisión sumamente dolorosa para ellos”. Conde dibuja el escenario al que se enfrentarán estos jóvenes en países como Austria o Alemania: “El fenómeno está desbordando las capacidades de alojamiento de los países ricos”, y, si Europa no reacciona rápidamente, estos menores acabarán acampando en polideportivos o en estaciones de trenes y autobuses de las ricas ciudades del norte de Europa.

La agencia de la ONU para los menores insta a Europa a actuar de forma rápida para alojar a estos jóvenes y garantizarle asistencia sanitaria y educativa. Las autoridades tendrán que discernir, como con los adultos, entre los que tienen derecho a asilo y los que emprenden el viaje por razones económicas. Pacheco puntualiza este aspecto: “Ninguno de estos menores que viaja solo o con amigos desea emprender el viaje, son el producto de la guerra y de la crisis que se vive en su país de origen”. Para la dirigente de Unicef la imagen de la tragedia es una foto: unos chicos que sujetan un cartel que dice “Por favor, parad la guerra, y no nos tendréis en Europa”.

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