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Turquía levanta el toque de queda en una ciudad kurda tras ocho días

Al menos una veintena de personas ha muerto en los choques entre el Ejército y el PKK

Andrés Mourenza
Un hombre mira a una furgoneta dañada, hoy en Cizre
Un hombre mira a una furgoneta dañada, hoy en Cizre ILYAS AKENGIN (AFP)

Paredes acribilladas por la metralla, edificios reducidos a escombros, negocios calcinados… Las primeras imágenes que llegan de la ciudad kurda de Cizre (sudeste de Turquía), tras ocho días de toque de queda total durante los que se han cortado todas las comunicaciones de la localidad con el exterior, dan cuenta de una localidad destrozada por los combates entre las fuerzas de seguridad turcas y los militantes kurdos. El número de muertos está aún por determinar, aunque al menos hay una veintena.

A las siete de la mañana de este sábado la megafonía instalada en las calles de esta ciudad de unos 100.000 habitantes y situada junto a la frontera con Siria avisaban a los vecinos de que podían salir a la calle después de más de una semana en la que, según han denunciado residentes, se cortó la distribución de agua y electricidad y se bloquearon las líneas telefónicas y de internet. Por primera vez, también este sábado, se abrieron algunas panaderías y tiendas de alimentación para que los habitantes pudiesen proveerse tras una semana faltos de suministros. Algunos residentes afirmaron haber tenido que mantener cadáveres de los muertos en los combates en el frigorífico ante la prohibición de que las ambulancias accediesen al lugar, según recoge Amnistía Internacional en un informe en el que critica la desproporción del toque de queda impuesto y que a los heridos se haya impedido recibir tratamiento médico.

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Desde inicios de año se han producido esporádicos choques entre grupos nacionalistas kurdos, facciones islamistas y fuerzas de seguridad en Cizre, que se han tornado más violentos desde las elecciones del pasado 7 de junio, dejando un reguero de muertos. El pasado día 4, tras varios incidentes armados entre militantes kurdos y la policía, la delegación provincial del Gobierno anunció el toque de queda alegando la necesidad de “capturar a miembros de la organización terrorista separatista (el grupo armado kurdo PKK) y proteger la seguridad y la propiedad de la gente”. En algunos barrios se había cerrado el paso a las fuerzas de seguridad con barricadas levantadas por miembros del ala juvenil del PKK, el Movimiento de la Juventud Revolucionaria Patriótica (YDG-H), que el exdiplomático turco Akin Özçer compara a una “kale borroka con armamento pesado”. De hecho, los militares turcos aseguran haberse enfrentado a militantes pertrechados con ametralladoras pesadas y lanzacohetes antitanque, un armamento que habría sido transferido por los milicianos kurdos que luchan en Siria contra el Estado Islámico y que mantienen estrechos vínculos con el PKK.

Sin embargo, desde el lado kurdo, se afirma que el “estado de excepción” y el sitio militar de Cizre -“algo no visto desde el golpe de Estado de 1980”- se ha impuesto como castigo por la declaración unilateral de “autonomía” hecha por el Ayuntamiento, asegura Halil Aksoy, vicepresidente del Partido de las Regiones Democráticas (DBP), la formación que gobierna en Cizre, en declaraciones a EL PAÍS. “Claro que levantar barricadas y cavar trincheras no es algo bonito, pero si los blindados entran en tu barrio día y noche disparando en todas direcciones, tienes que defenderte”, justifica Aksoy.

El número de víctimas es todavía objeto de disputa. El ministro del Interior, Selami Altinok, dijo este viernes que han fallecido un civil y 30 o 32 “terroristas”, y se han incautado 800 kilos de explosivos así como numerosas armas. En cambio, informes citados por Amnistía Internacional hablan de que “diez residentes desarmados” han perdido la vida. El diario Cumhuriyet, por su parte, ha recopilado datos sobre la muerte de al menos 20 personas, en su mayoría civiles, un número similar al dado por los representantes políticos kurdos, que han facilitado una lista de nombres de 15 civiles muertos, entre ellos cinco menores de edad, uno de ellos un bebé de poco más de un mes de vida. Entre las personas heridas de gravedad por la policía y los militares habría un niño de nueve años y un bebé de seis meses cuya madre murió por los disparos de las fuerzas de seguridad.

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Los residentes citados por los medios locales han denunciado el ambiente de terror imperante en Cizre y las amenazas de las fuerzas de seguridad. En unas imágenes captadas por la televisión pro-kurda IMÇ se escucha cómo a través de los altavoces se amenaza a los residentes y se les dice “Todos sois armenios” como forma de insulto. Cizre fue una de las localidades de paso de las columnas de deportados armenios durante el genocidio de 1915, aunque su población actual procede en su mayoría de las familias kurdas que, durante la década de 1980 y 1990, fueron obligadas a abandonar sus pueblos y aldeas por los combates entre el Ejército y el PKK, que se han vuelto a reavivar en el último mes tras dos años de tregua. “Quienes protagonizan estos combates son los hijos de estos desplazados”, explica a EL PAÍS Haydar Darici, un antropólogo que trabaja en Cizre: “Es una generación que ha iniciado la lucha armada callejera” en oposición a la guerrilla rural que representaba el PKK, y que es “más radical” que los viejos mandos.

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