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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Este es el último tren para Grecia

El secreto del 20-S radica en si serán capaces de establecer un Gobierno sólido, estable

Xavier Vidal-Folch
Touristas frente a un puesto electoral de Syriza, hoy en Atenas
Touristas frente a un puesto electoral de Syriza, hoy en AtenasMICHALIS KARAGIANNIS (REUTERS)

Este es el último tren europeo que pasa para los griegos. Morbos aparte, el secreto del 20-S radica en si serán capaces de establecer un Gobierno sólido, estable, capaz de cumplir los compromisos de agosto, que constituyen las contrapartidas al rescate de 86.000 millones de euros a dispensar por la eurozona.

Solo hay tres salidas. O Grecia cumple, y se recupera. O cumple, pero no la logra (podría optar a apoyo adicional). O incumple, y derrotará hacia la suspensión de pagos y la salida del euro, la temida Grexit, la miseria. Por eso este rescate es el último tren. Y es que la fatiga del donante ha tocado techo. Como el desespero del receptor.

La prueba es que —¡oh, paradoja!— hasta los firmantes lo menospreciaron como si no fuera con ellos. “Es un mal acuerdo” (Alexis Tsipras, 14 de julio). Lo contrario, la salida temporal del euro, es “tal vez el mejor camino” (Wolfgang Schaüble, 16 de julio). “Es el último intento” (ídem, 18 de julio). “No tenemos garantías de que vaya a funcionar” (ídem, al Bundestag, 19 de agosto). “Está diseñado para fracasar (añadió Yanis Varoufakis a EL PAIS, 2 de agosto).

Pero cuando Tsipras convocó esta elección anticipada, Bruselas aplaudió, al considerar que aumentaría la solidez y perímetro del apoyo al rescate y la permanencia en el euro. Ese deseo es aún incógnita. Los peligros de la incertidumbre se ciernen sobre el Partenón: más fragmentación parlamentaria, mayoría débil, coaliciones vulnerables, liderazgos insuficientes.

Ojalá el talento griego supere esos obstáculos. Quizá ayude el rechazo a repetir la mala experiencia. Con un país devastado desde 2009 por la crisis (25% del PIB destruido; un cuarto de la población activa en paro; 177% de deuda pública; un descenso de inversiones del 25% al 11% del PIB), Tsipras heredó sin embargo una ligera recuperación: crecimiento del 1,5%; superávit presupuestario primario —sin intereses de la deuda— ; ligera rebaja del desempleo; banca estable (según las pruebas del BCE).

Todo se dilapidó en poco más de un semestre. Se otea la recesión (el PIB caería entre un 2,1% y un 2,3%); aumentará el déficit; se desplomaron los depósitos por decenas de miles de millones; los bancos necesitarán recapitalizarse otra vez, en unos 25.000 millones. Y hay corralito.

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Este es también el último tren porque el vehículo alternativo fabricado por Syriza se pulverizó enteramente: el no a toda austeridad; el rechazo a la troika; la negativa a un MoU (Memorandum of Understanding, en que se plasman las condiciones del rescate); el repudio o condonación de la deuda. De todo eso, nada queda operativo.

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