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Obama, ante el nudo sirio

Estados Unidos evita involucrarse en una guerra civil en la que ve pocas opciones beneficiosas para sus intereses

Marc Bassets
Obama, el miércoles en el jardín de la Casa Blanca
Obama, el miércoles en el jardín de la Casa BlancaManuel Balce Ceneta (AP)

El presidente Barack Obama vuelve a revisar su estrategia en Siria. Cuatro años después de estallar la guerra civil, Obama quiere abrir conversaciones con Rusia, potencia protectora del régimen de Bachar el Asad. También corrige los planes para entrenar a rebeldes moderados. Estados Unidos, opuesto tanto a El Asad como a los insurgentes yihadistas, es reticente a involucrarse en un conflicto que ha dejado 200.000 muertos y millones de refugiados.

El inicio, este viernes, del diálogo entre los máximos mandos militares estadounidense y ruso sobre el futuro de Siria representa un último viraje de la Administración Obama en Siria. Obama cree que, en una guerra que enfrenta a un dictador como El Asad y a unos fanáticos religiosos como el Estado Islámico y otros grupos, no existe una opción buena.

A Obama todavía le escuece la experiencia de Libia. En 2011, tras intensas discusiones en la Casa Blanca, el presidente venció su escepticismo inicial y puso la maquinaria militar de EE UU al servicio de una alianza que incluía a Francia y Reino Unido. La intervención acabó con la caída de otro dictador, Muamar el Gadafi.

En pocos días, la Administración Obama ha pasado de las palabras amenazantes a Rusia a aceptar la oferta de diálogo

Tres años después, el caos en Libia y los avances yihadistas, facilitados por el vacío de poder, se ven en Washington como una lección. A esto se suma la experiencia de la invasión terrestre de Irak en 2003 y el fracaso de la ocupación. Es otra lección, no sólo sobre los peligros de desplegar tropas en Oriente Próximo, sino de tomar partido en conflictos civiles enquistados.

“El presidente cree que una conversación de militares a militares es un paso importante y espero que se produzca en breve”, dijo el secretario de Estado de EE UU, John Kerry, en Londres. Poco después, el Pentágono anunció que el secretario de Defensa, Ash Carter, había hablado por teléfono con su homólogo ruso, Serguéi Shoigu, por primera vez desde que Carter accedió al cargo hace siete meses.

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El objetivo inmediato del diálogo es desactivar las tensiones por la implicación creciente de Rusia en Siria. En las últimas semanas, Rusia ha aumentado el apoyo militar al régimen sirio. La ayuda incluye el envío de armamento y personal militar. Aunque EE UU comparte enemigo con El Asad y con Rusia --los yihadistas del Estado Islámico-- se resiste a formalizar una alianza con El Asad y ve con inquietud la presencia rusa en Siria.

El caos en Libia y los avances yihadistas, facilitados por el vacío de poder, se ven en Washington como una lección

El Asad ya no es, como al principio de la guerra, el enemigo a batir: ahora es el yihadismo. Pero tampoco es un aliado. Desde hace un año EE UU bombardea posiciones del Estado Islámico.

En pocos días, la Administración Obama ha pasado de las palabras amenazantes a Rusia a aceptar la oferta de diálogo. Y es posible que a finales de mes Obama se reúna con el presidente ruso, Vladímir Putin, en el marco de la Asamblea General de la ONU en Nueva York. Sería la primera reunión en más de un año.

El diálogo sobre Siria refleja la complejidad de las relaciones entre ambas potencias. El pulso por Ucrania no fue obstáculo para que Kerry y su homólogo, Serguei Lavrov, colaborasen en la negociación del acuerdo nuclear con Irán en julio. Los estadounidenses necesitaban a los rusos en la negociación iraní. Y hoy los necesitan de nuevo ante la sangría siria y la crisis de los refugiados.

Siria es un rompecabezas para Obama. Cuando comenzó la guerra, pedía la marcha de El Asad. Después, dijo que, si este usaba armas químicas, EE UU intervendría. Cuando en 2013 Washington tuvo pruebas de que las usó, evitó intervenir. Intervino un año después, pero no contra el Asad sino contra sus enemigos yihadistas. Después puso en marcha un plan de 500 millones de dólares para armar y entrenar a rebeldes moderados. Debían ser 5.400 en el primer año. Según ha admitido el Pentágono, sólo cuatro o cinco están en combate.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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