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LAS PALABRAS
Columna
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¿Honrarás a tu padre?

El futuro de la relación entre Keiko Fujimori y su padre sea parecido al presente de la relación de Marine Le Pen con el suyo

Gustavo Gorriti

Al lado de sus grandes diferencias, lo que tienen en común Ollanta Humala y Keiko Fujimori es que a los dos sus padres les marcaron el destino. Ambos se enfrentaron en la segunda vuelta de las elecciones de 2011. Por su común pasado antidemocrático solo uno podía derrotar al otro, o viceversa: Humala desde la izquierda autoritaria, Fujimori desde la derecha autoritaria. Humala se pasó al centro, juró fidelidad a la democracia y la asumió; ganó la elección, preservó la democracia y se peleó con su familia paterna.

Cuatro años y varios meses después, cuando concluye la presidencia de Humala, la candidatura de Keiko Fujimori, basada en el porcentaje de la población sensible a la nostalgia autoritaria y en un disciplinado trabajo partidario, lidera holgadamente las encuestas que prologan el inicio de las campañas.

Keiko Fujimori, que parece tener clara la lección de 2011, se ha lanzado a conquistar el centro. La oportunidad se dio en la universidad de Harvard hace unos días, cuando acudió a un diálogo moderado por el politólogo Steve Levitsky quien, en 2011, al referirse al peligro antidemocrático que representaban Humala y Fujimori, dijo que “sobre Ollanta hay dudas, sobre Keiko hay certezas”.

En la conferencia en Harvard, Keiko pareció llevar al Levitsky de 2015 de la certeza a la duda. El pronunciamiento más importante de este fue al calificar el trabajo que hace algunos años hizo la Comisión de Verdad y Reconciliación (CVR), sobre la guerra interna y las numerosas atrocidades insurgentes y contrainsurgentes que sufrió Perú durante las insurrecciones de Sendero Luminoso y el MRTA.

El trabajo de la CVR fue atacado con saña, incluso antes de conocerse, por la derecha ultra en general y por el fujimorismo en particular. Pero en Harvard Keiko Fujimori dijo que el informe de la CVR “fue positivo para el país, […]ha sido un avance, y sobre la base de lo que ellos han construido tenemos que trabajar en el siguiente paso, que son las reparaciones del Estado”. También criticó a su padre por sus “errores”, el principal de los cuales fue, según dijo, mantener a Vladimiro Montesinos casi hasta el fin de su Gobierno.

En eso, por lo menos, la posición de Keiko Fujimori no es nueva. Entre agosto y octubre del año 2000, cuando, pese a su descomposición, el régimen de Fujimori y Montesinos hacía lo posible por mantenerse en el poder, el Gobierno de Estados Unidos unificó criterios conflictivos y decidió presionar para lograr la salida de Montesinos del Gobierno. Según un informe conseguido por el periodista Jeremy Bigwood, el 8 de septiembre de 2000 la entonces secretaria de Estado, Madeleine Albright, y el consejero de Seguridad Nacional, Sandy Berger, se reunieron en Nueva York con Alberto Fujimori y su hija Keiko.

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En la reunión, tanto Albright como Berger dejaron claro a Fujimori que debía desprenderse de Montesinos. Según el cable, Alberto Fujimori, “se erizó[BRISTLED]” ante la sugerencia, pero su hija Keiko “metió la cuchara [PIPED UP]y pidió a su padre que escuche”. El cable menciona que Keiko creía que el entonces muy poderoso Montesinos “era una influencia maligna sobre su padre y hacía una campaña tras bastidores para sacar a Montesinos”, lo cual ocurrió poco antes del colapso final del régimen.

Por eso, aunque pienso que el asunto de las dudas y las certezas no está resuelto, creo que las diferencias entre Alberto y Keiko Fujimori no son pocas ni recientes. Que se acallarán durante la campaña, pero que, con victoria o derrota de por medio, inevitablemente reventarán.

¿Cuál es el futuro de la relación entre el exautócrata que hizo primera dama a su hija después de divorciarse y expulsar a la madre de esta, y la convirtió después en la candidata filial ante el padre impedido?

Creo muy probable que el futuro de la relación entre Keiko Fujimori y su padre sea parecido al presente de la relación de Marine Le Pen con el suyo.

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