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Los demócratas confían su futuro a los más veteranos

Los candidatos Clinton y Sanders, y el posible aspirante Biden, figurarían entre los presidentes de mayor edad de Estados Unidos

Foto: reuters_live | Vídeo: REUTERS LIVE
Marc Bassets

Los abuelos reclaman el control del Partido Demócrata. Hillary Clinton tiene 67 años y es abuela desde septiembre de 2014. Su rival más inmediato en la nominación demócrata para las elecciones presidenciales de 2016 es el senador Bernie Sanders, de 74 años. Tiene siete nietos. El vicepresidente Joe Biden, de 72, que sopesa presentarse, tiene cinco. En la lucha por la sucesión del presidente Barack Obama, de 54 años, los principales candidatos en liza superan la edad de jubilación. La generación del baby boom regresa a la primera línea

Si la demócrata Clinton ganase las elecciones, sería la segunda persona elegida presidenta de mayor edad, después del republicano Ronald Reagan. Sanders sería el mayor. Los septuagenarios son excepción en la Casa Blanca, pero han dejado huella, desde Reagan al también republicano Dwight Eisenhower, que dejó el poder con 70 años cumplidos.

La juventud ha sido, con frecuencia, un valor electoral. La experiencia puede ser sinónimo de adocenamiento y de una proximidad nociva con el establishment. Un candidato joven es sinónimo de renovación, aire fresco, pureza.

John F. Kennedy tenía 43 años cuando fue elegido presidente en 1960. Bill Clinton tenía 46 cuando ganó las presidenciales de 1992. Barack Obama, 47 el día de su victoria en 2008. En los tres casos se trata de políticos demócratas, y la iconografía de su presidencia se asocia con hijos de corta edad o recién nacidos, en el caso de Kennedy, o adolescentes, en el de Clinton (Bill y la entonces primera dama, Hillary) y el de Obama.

Los candidatos demócratas a las presidenciales del año próximo, que ehan celebrado la noche de este martes su primer debate en Las Vegas (Nevada), se alejan de esta tradición. Es más, rompen con el orden natural de sucesión, que habría indicado que a Obama le sucedería un candidato de la siguiente generación.

El poder del baby-boom

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Los baby-boomers, la generación de la revolución de los sesenta, que tuvieron su momento de gloria con la elección de Bill Clinton y han dominado los debates políticos y sociales de las últimas cuatro décadas, se resisten a abandonar el escenario.

En EE UU, la generación del baby-boom se define como la de los nacidos entre 1946 y 1964. Obama, nacido en 1961, es técnicamente un miembro de la generación del baby-boom, pero, por sus influencias culturales y por su trayectoria vital, tiene un pie en la siguiente, la generación X.

Se insiste en el cambio demográfico que en EE UU representa la pujanza de la minoría latina. Hoy son 55 millones por una población total de 319 millones. En 2011, nacieron más niños de minorías étnicas y culturales que blancos de origen europeo, hegemónicos desde la fundación de este país en 1776. También en 2011 empezaron a cumplir 65 años los miembros de la generación del baby-boom. Un fenómeno paralelo, y menos visible, que el auge latino es la jubilación de esta generación, la de Clinton (Sanders y Biden, nacidos durante la Segunda Guerra Mundial, son un poco mayores). Según las proyecciones, los mayores de 65 años serán más de 83 millones en 2050. En el libro Diversity explosion (La explosión de la diversidad), el demógrafo William Frey habla de una “brecha cultural entre generaciones”, entre “una población joven diversa y una población que envejece y todavía es predominantemente blanca”.

Prioridades de gasto

La división generacional, que tiene un componente étnico, es el trasfondo de algunas de las discusiones más agrias de los últimos años en EE UU. ¿Cómo gastar el dinero de los presupuestos? ¿Dónde recortar? ¿En pensiones? ¿O en las escuelas?

En los mítines del Tea Party, el movimiento populista y conservador que resucitó al Partido Republicano tras la victoria de Obama, se escuchaban discursos en contra de las subidas de impuestos, el gasto público y el intervencionismo estatal. Pero estos discursos convivían con proclamas en defensa de Medicare, el seguro médico gratuito para los mayores de 65 años.

La paradoja es que el Partido Republicano —el del Tea Party y los votantes abrumadoramente blancos— tenga en su plantel de presidenciables a más políticos jóvenes y latinos que los demócratas. El Partido Demócrata —el de las minorías y la redistribución fiscal— es, en cambio, el de los candidatos blancos y en edad de jubilación.

El primer presidente negro de EE UU abandonará el poder en 2016 sin un recambio. Sus herederos son sus padres políticos.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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