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Rusia solicita reabrir la investigación del accidente del avión malasio

Moscú dice estar "categóricamente en desacuerdo" con las conclusiones del informe de la comisión internacional sobre el siniestro del vuelo MH17

Pilar Bonet
Restos del fuselaje del MH17.
Restos del fuselaje del MH17.Dean Mouhtaropoulos (Getty)

Rusia pedirá a la comisión internacional investigadora del derribo del Boeing malasio sobre la región de Donbás que reabra la investigación, por considerar que ésta ha ignorado datos proporcionados por Moscú y parte de supuestos cuestionables desde el punto de vista ruso. Así lo manifestó este miércoles en Moscú Oleg Storchevói, vicepresidente de Rosaviazia, la Agencia Federal de Transporte Aéreo de Rusia,  en una rueda de prensa en la agencia gubernamental Ria-Nóvosti. Las autoridades rusas están “categóricamente en desacuerdo” con los resultados del informe presentado la víspera en Holanda, afirmó el funcionario, según el cual Rusia se ampara en los estatutos de la Convención de Aviación Civil para exigir que se reabra la investigación.

Además, Rusia continuará su propia investigación y carece de una información que determine qué tipo de Buk alcanzó el avión, si es que fue un Buk, según precisó Storchevói, que dejó abiertas otras variantes de lo sucedido, incluida la del Ministerio de Defensa ruso, institución que se refirió a la posible presencia en el aire de un avión militar ucraniano. Según Storchevói, Ucrania renunció a los servicios de Almaz-Antéi, el consorcio ruso fabricante del misil, en 2005, razón por la cual los especialistas rusos no pueden responder sobre el tipo de misiles que tiene hoy ese país.

Según el informe presentado la víspera por el Consejo Holandés para la Seguridad, un misil Buk de fabricación rusa, disparado desde el este de Ucrania, causó el 17 de julio de 2014 el desastre del vuelo MH17, donde perecieron 298 personas. El informe internacional establecía que “el proyectil alcanzó el aparato por el lado izquierdo y fue lanzado desde algún punto al sureste de la localidad de Grabovo, con una superficie de 320 kilómetros cuadrados”. Los investigadores solo se centraron en aspectos técnicos y no señalan culpables, pero su informe es clave para la determinación ulterior de las responsabilidades penales sobre el derribo.

El misil 9M38 con el que fue derribado el Boeing malasio se fabricaba en la antigua URSS y fue retirado del arsenal del Ejército ruso en 2011, según declaró Yan Nóvikov, director general del consorcio Almaz-Antéi, en una rueda de prensa organizada en Moscú de tal modo que coincidiera con la presentación del informe técnico definitivo del Consejo de Seguridad holandés. El ejecutivo de Almaz-Antéi afirmó que, según los resultados de dos experimentos para reconstruir la catástrofe realizados por el consorcio, el misil fue lanzado desde Zaróschenskoye, según dijo, territorio controlado en julio de 2014 por las fuerzas armadas de Ucrania.

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Los medios de comunicación rusos, que en muchos casos dieron más importancia a la versión de Almaz-Antéi que a la del Consejo holandés, han destacado que el informe internacional hace hincapié en la responsabilidad ucrania por no cerrar el espacio aéreo sobre la zona de conflicto y permitir así que fuera sobrevolado por numerosos aviones civiles. Sobre ese espacio, en los días previos a la catástrofe, los insurgentes habían derribado varios aviones militares ucranios que participaban en la ofensiva bélica denominada “operación antiterrorista” por Kiev. El 17 de julio los insurgentes se jactaron en sus páginas web de haber derribado un aparato militar ucranio, y posteriormente —tras conocerse la caída de un avión de pasajeros—, retiraron esa información de sus páginas.

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Storchevói reconoció que los criterios para la formación de la comisión internacional no establecen que Rusia deba ser parte de la misma. Señaló sin embargo que Moscú solicitó su participación por los numerosos datos técnicos que podía proporcionar, entre ellos los del fabricante del Buk, al que sólo se le permitió un acceso restringido a los restos del aparato. Storchevói acusó a la comisión internacional de haber ignorado los datos proporcionados por Rusia, incluidos los experimentos y estudios de los fabricantes, los cuales llamaron la atención sobre una escasa presencia relativa de huellas de impacto del Buk, caracterizadas por tener forma de mariposa. Insinuó el funcionario que la investigación internacional había sido manipulada. “Surge la impresión que en lugar de un análisis consecuente de datos objetivos, la comisión se ha dedicado a buscar pruebas a partir de una versión previamente elegida”, manifestó.

“Las conclusiones (de la comisión) nos sorprendieron y nos hacen pensar que hay algún acuerdo” (entre los miembros extranjeros de la misma). Afirmó también que los funcionarios rusos no habían tenido posibilidad de ir al lugar del siniestro porque Kiev había alegado razones de seguridad y que los miembros de la comisión internacional habían comenzado a trabajar sobre el terreno con mucha demora.

En julio de 2014, en la zona donde cayó abatido el Boeing se desarrollaban intensos combates cuando el avión malasio, que ya había cruzado buena parte del territorio ucranio, apareció en el aire en ruta hacia el Este. De la localización del punto del disparo en aquel teatro bélico depende si el dedo acusador se dirige hacia los insurgentes o los representantes de Kiev. En julio de 2014, en la ciudad de Donetsk medios vinculados con la seguridad de la autodenominada República Popular de Donetsk (RPD) afirmaron a esta corresponsal que una misión rusa había acudido al lugar de la catástrofe inmediatamente después de que ésta sucediera. Aquella misión, como el equipo bélico y la ayuda militar y humanitaria rusa, acudió cruzando ilegalmente la frontera ruso-ucrania, que Kiev no controla.

La comisión internacional no respondió a la petición rusa de analizar otros elementos impactantes, aparte de las huellas en forma de mariposa, supuestamente del Buk, y se negó a hacer un análisis de metales, afirmó Sorchevói.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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