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Tribuna
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Tarde de perros

Un asesino serial que envenena canes en la Ciudad de México

—¡Estamos hablando de la televisión!—. Sonny, asaltante de bancos interpretado por Al Pacino momentos antes de presentarse ante las cámaras. Tarde de perros, Sidney Lumet, 1975.

La noticia apareció en los medios la primera semana de octubre. Desde entonces ocupa importantes espacios informativos y de análisis: En dos parques del corredor Roma-Condesa, zona de alto poder adquisitivo en la Ciudad de México donde los colonos suelen pasear con sus perros, una especie de asesino serial colocaba alimento envenenado. Menos de una hora después de ingerir los cepos, los animales fallecían en medio de un indecible sufrimiento. Los vecinos entraron en psicosis.

No es sencillo obtener atención mediática en una ciudad de 20 millones de habitantes, cuyas vialidades son escenario de mítines; en la que circulan 5 millones de automóviles y donde la violencia y la corrupción ocupan las primeras planas. ¿Por qué este hecho despierta tanto interés público? De otro modo, no estaría en horarios estelares de televisión.

En la Ciudad de México los perros han sido temidos históricamente. Los que introdujeron los europeos estaban adiestrados para el ataque y la caza

Históricamente, en la Ciudad de México los perros han sido desdeñados o temidos. Arnaud Exbalin Oberto, especialista en estudios sociales, señala que "el miedo a los perros callejeros era bien inculcado en las casas de los habitantes de la capital de la Nueva España". Los primeros que introdujeron los europeos eran grandes canes adiestrados para el ataque y la caza, o utilizados como arma de guerra.

Durante el Virreinato las masacres de perros fueron frecuentes. En Los bandidos de Río Frío, Manuel Payno describe el odio inefable que se desató por los perros sin hogar en el siglo XVIII. Instado por sacerdotes a quienes molestaba su presencia en las iglesias, el virrey Revillagigedo decretó que cualquier animal encontrado en la calle después del toque de queda moriría a golpes. Payno describe los aullidos durante las matanzas y el horror de los animales que lograban escapar. Ironiza: "Los perros dilataron, en verdad, pero tuvieron que reflexionar para poner fin a ese estado de cosas. Repentinamente desaparecieron, ni uno solo acostado a las puertas, ni uno solo transitando por las calles..."

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La Secretaría de Salud capitalina estima en 120.000 el número de perros callejeros actualmente, cifra increíblemente baja si se compara, como hace Exbalin Oberto, con Bucarest, por ejemplo, donde, en 2001, la población canina era de 200.000 por cada 2 millones de personas. Según el experto, las autoridades subvalúan la cantidad de perros callejeros, porque es difícil contabilizarlos, pero también, porque este dato es reflejo del malestar social. Pobreza, políticas de salud erróneas, mala gestión de la basura —la fauna prolifera donde existen recursos para ello—, violencia y nula educación en tenencia responsable son síntoma del fracaso de la administración pública y la incivilidad de la convivencia urbana. La respuesta ha sido atacar la consecuencia y no la causa: 9 de cada 10 animales en las calles acabará muerto en los Centros de Control Canino, eufemismo de perreras. Estos canes reciben poca o nula atención mediática. ¿Qué se requiere para ser "noticia" cuando se es un perro?

9 de cada 10 animales en las calles acabará muerto en las perreras. Estos canes reciben poca o nula atención mediática

En tiempos recientes otro asunto acaparó la atención pública. En 2013, se informó sobre la existencia de "perros asesinos" en una reserva ecológica de Iztapalapa, delegación de alta criminalidad: una jauría habría devorado a 5 personas. El hecho pudo zanjarse de manera más o menos satisfactoria para los animales gracias a que diversas organizaciones civiles mostraron estudios según los cuales los perros habrían ingerido carne humana descompuesta, es decir, las personas estarían muertas cuando los animales se alimentaron de ellas. Arrojar cadáveres en la reserva no es infrecuente de acuerdo con testimonios de colonos recabados por reporteros del programa Instinto Animal del Canal 22 de la televisión mexicana.

Volvamos al corredor Roma-Condesa. De aire cosmopolita, alberga galerías de arte y vive un auge inmobiliaro. Un oasis hipster con usos y costumbres como el uso de la bicicleta y la posesión de perros. Acaso los envenenamientos tengan origen en el deseo de atacar a una élite con un estilo de vida que no corresponde con el de las mayorías, y que a muchos resulta insultante.

La aparición del llamado "mataperros" de la Condesa es parte de un fenómeno complejo y multifactorial. También entraña una realidad de Perogrullo: algunos perros son más importantes que otros, unos son más mediáticos que otros. Es difícil aventurar una sola hipótesis, quizá estos animales, cercanos al ser humano en el discurso pero despreciados en la realidad, empiezan a ocupar un sitio en la atención pública e integrarse a una agenda ciudadana seria.

O tal vez, como en el caso de Iztapalapa, los canes de la Condesa han obtenido 15 minutos de fama en televisión y son solo la nota de la semana; como el asaltante de bancos Sonny de aquella inolvidable, pero hoy lejana, Tarde de perros.

Laura Barrera es periodista mexicana, conductora del programa Instinto Animal en Canal 22.

Twitter: @laurabarrera99

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