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El tripartito portugués: un pacto insólito...pero lógico

La irrupción del Bloco de Esquerda ha sido fundamental para el histórico acuerdo

El entendimiento del Partido Socialista, Partido Comunista y Bloco de Esquerda es histórico, inesperado, insólito, pero, a la vez, lógico. Durante décadas el PC se ha negado a apoyar al Partido Socialista, que si quería gobernar debía ganar por mayoría absoluta (solo lo consiguió José Sócrates en 2005) o colaborar con el Partido Social Demócrata (PSD), en realidad de centro derecha. Los parlamentarios y los votos comunistas, entre el 8% y torno al 10%, nunca entraban en los cálculos, lo que garantizaba gobiernos de centro derecha.

Su enquistamiento en el comunismo de libro -único partido occidental que no abrazó el eurocomunismo- solo se modernizó para añadir la salida del euro y, por su puesto, mantener nacionalizaciones de la banca y de energía y transportes.

Para que, el PC apoye al PS repentinamente -durante toda la campaña acusó al PS de actuar igual que la derecha- ha tenido que surgir la fuerza joven, entusiasta y preparada de las líderes del Bloco de Esquerda, Catarina Martins y Mariana Mortágua. El Bloco de Esquerda fue fundado en 1999 por excomunistas que buscaban un izquierdismo del siglo XXI; pero sus líderes decían lo mismo que el PC y también llevaban a gala no negociar nunca con el PS. En consecuencia, sus resultados electorales eran muy inferiores al PC.

En las elecciones del 4 de octubre, el Bloco dio el protagonismo a Martins y Mortágua, dos mujeres jóvenes que hablaban de problemas comunes y daban soluciones sencillas. Por primera vez, el PC fue superado por la izquierda. Si el PC es "marxista leninista patriótico", el Bloco es "de izquierdas, feminista y ecologista”. Desde el primer día, Martins se comprometió a apoyar al PS si este cumplía tres condiciones: eliminación de los recortes salariales a los funcionarios, eliminación de los recortes de pensiones y eliminación del proyecto de despido por mutuo acuerdo. Todos los principios programáticos (reestructuración de la deuda, salida de la OTAN, recuperar privatizaciones de líneas aéreas y eléctricas) quedaban aparcados para buscar puntos en común con los socialistas.

La estrategia del BE arrastró al PC, que veía peligro de quedarse al margen, o de que su propio electorado le culpase de no lograr una mayoría parlamentaria absoluta de izquierdas; en definitiva, el peligro de que el renovado Bloco se comiese al clásico comunismo, como se estaba viendo en el país de al lado.

La tercera parte del acuerdo, el PS, también estaba en una posición que no le llevaba a otra deriva. El ofrecimiento del PC y BE le descolocó. Costa, en la noche electoral, anunció que no pactaría con "la mayoría negativa", pero después no tenía otra alternativa que no fuera el pacto o no ser que quisiera asistir al funeral de su partido en los siguientes comicios. De repente, el pacto de izquierdas parecía algo natural, pero pese a ello no menos extraño en una democracia portuguesa que ha cumplido 40 años.

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