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El sacrificio del ‘bagayero’

El pequeño contrabandista prolifera ante la falta de otros empleos en el norte argentino

Alejandro Rebossio
'Bagayeros' cruzan el río Bermejo desde Bolivia a Argentina cargados de mercancías.
'Bagayeros' cruzan el río Bermejo desde Bolivia a Argentina cargados de mercancías.Ricardo Ceppi

Los ‘bagayeros’, vecinos de la frontera que lleva y traen mercancías, comienzan a trabajar de madrugada. Beben su café y comen su medialuna (croissant) en Orán, ciudad argentina a 50 kilómetros del límite con Bolivia, y toman entre cuatro un taxi hasta el país vecino, según relata uno de los chóferes que ofrece el servicio. En Bermejo, la ciudad fronteriza boliviana, reciben su primer ‘bagayo’ (bulto), cruzan a pie el río hómonimo y descansan en el pueblo argentino de Aguas Blancas, en los puestos que sobre la costa ofrecen pizza y cerveza Salta. Después suben al taxi hasta dos kilómetros antes del puesto 28 de Julio, de camino a Orán, en el que controlan los gendarmes. Los pequeños contrabandistas caminan entonces por las plantaciones, otra vez con las decenas de kilos en la espalda, hasta dos kilómetros después del retén. Allí vuelven a cargarlo en el coche. En la playa de camiones de Orán acaban el recorrido con otra cerveza.

El chófer comenta que si el ‘bagayero’ repite la tarea cuatro veces puede llevarse a su casa, descontados los gastos de transporte, alimentación y bebida, unos 25 dólares diarios, el doble de lo que obtendrían como jornaleros en las plantaciones del lugar pero un décimo de lo que se llevarían si en los bultos ocultaran cocaína. “A algunos ‘bagayeros’ les pagan en especie, en pasta base”, comenta Alejandro Cornejo D’Andrea, ministro de Seguridad de la provincia argentina de Salta, en la que se sitúan Aguas Blancas y Orán.

Las autoridades argentinas dicen que la hoja de coca boliviana no se contrabandea para la producción de droga sino para su tradicional consumo entre los habitantes del noroeste de su país, que la mascan para evitar el mal de altura. Los gendarmes aseguran que resultaría antieconómico producir cocaína en Argentina porque por cada kilo se requeriría el transporte de 500 de hoja de coca y sostienen que las ‘cocinas’ que existen en Buenos Aires fraccionan o estiran la droga o convierten la pasta base en producto final. “En Salvador Mazza (otra ciudad fronteriza de Argentina) solo encontramos tres piletones (piscinas) de tres por 10 metros en los que mezclaban hoja de coca con precursos químicos”, se tranquiliza el juez de Orán, Raúl Reynoso, a cargo del límite de la provincia de Salta con Bolivia. “En Buenos Aires las cocinas hacen el clorhidrato de cocaína (producto final)”, complementa el ministro Cornejo.

Un saco de hojas de coca que iba a ingresar de contrabando desde Bolivia a Argentina, pero que fue incautada por los gendarmes argentinos.
Un saco de hojas de coca que iba a ingresar de contrabando desde Bolivia a Argentina, pero que fue incautada por los gendarmes argentinos.Ricardo Ceppi

Argentina permite mascar hoja de coca, pero no importarla, pese a que la planta no crece en su territorio. Por tanto, todas las hojas que mascan los argentinos vienen contrabandeadas. En un patrullaje de un helicóptero de la Gendarmería, el piloto observa una camioneta sobre un islote en medio del río: “Están esperando una jangada (balsa con 25 o 30 ‘chanchas’, o sacos de 25 kilos de hoja de coca cada uno).… ¡Ah, no, están pescando de verdad! Acá hay dorado y surubí”. Unas vacas beben agua en la costa y una patrulla de la Gendarmería se esconde en el bosque un poco más allá.

El contrabando también ha subido respecto de 20 años atrás, según los gendarmes. “Las provincias del norte argentino acarrean una pobreza histórica, pero además se reemplazaron cultivos que empleaban mucha gente por otros más mecanizados y la privatización de YPF (1993) dejó muchos desempleados”, explica Cornejo. “La falta de desarrollo local genera un lugar propicio para el contrabando”, lamenta el ministro. Hace unos meses, la Gendarmería abrió la inscripción para la carrera de cuatro años de policía y en Orán, de 82.000 habitantes, entraron 160 de los 1.300 que se presentaron. El desarrollo de las "economías regionales" (provinciales) centra uno de los debates de la campaña de las elecciones presidenciales del domingo en Argentina.

En 2013, cuando el Gobierno argentino creó el plan Escudo Norte para reforzar el control de la frontera, la Gendarmería pretendió controlar más a los ‘bagayeros’. Ellos reaccionaron arrojando piedras a los uniformados y hasta tomaron a 15 de rehenes. Una gendarme mató a un ‘bagayero’ en la refriega. Desde entonces, la fuerza policial tolera la actividad. Los uniformados dicen que permiten que salgan alimentos y entren productos textiles y juguetes, pero se ponen firmes contra los artículos elecrónicos y la hoja de coca. “Queremos evitar conflictos sociales y por eso hacemos el control en El Naranjo”, se refiere el fiscal de Orán, José Luis Bruno, a un puesto de la Gendamería 400 kilómetros al sur de allí. Por esos pagos ya no circulan los pequeños contrabandistas sino aquellos comerciantes que compraron los productos para venderlos en los mercados informales que han crecido en Argentina en los últimos años. De todos modos, el gran contrabando no entra a este país en las espaldas de los 'bagayeros' sino escondido en los inmensos bancos que transportan por el mundo mercancías legales y que amarran en los puertos de Buenos Aires y otras ciudades.

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