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Cinco patatas calientes para Jimmy Morales

El futuro presidente tendrá que enfrentarse a asuntos tan espinosos como el encarcelamiento de su antecesor o la reforma de los partidos

Jimmy Morales, nuevo presidente de Guatemala.
Jimmy Morales, nuevo presidente de Guatemala.J.D. LOPEZ (REUTERS)

El ganador de la noche electoral, Jimmy Morales, se ha beneficiado en campaña de su inexperiencia política. Inmaculado, se ha presentado como el paladín de la regeneración política. Pero una vez que tome el poder el próximo 14 de enero tendrá que lidiar con cinco asuntos explosivos. De las decisiones que tome, dependerá su credibilidad.

El expediente Pérez Molina. El nuevo presidente llegará al cargo con su antecesor encarcelado. El general Otto Pérez Molina y su vicepresidenta cayeron fulminados por la ola de indignación, pero también por una implacable investigación de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Este organismo, una suerte de fiscalía amparada por la ONU, proseguirá sus pesquisas y es seguro que derribará a más funcionarios. La postura del presidente ante estas futuras detenciones darán cuenta de su capacidad de lucha contra la corrupción. Tampoco podrá librarse de decidir sobre las escandalosas condiciones del encierro de Pérez Molina y su segunda. Y en un hipotético caso, sobre la extradición de esta última a Estados Unidos por lavado de dinero y narcotráfico. Será el momento de la verdad.

La primavera del descontento. Morales sabe que ha ganado las elecciones gracias al voto de castigo. Su deuda con la primavera del descontento es enorme. Pero sus relaciones son lejanas. Nunca acudió a una manifestación y, aunque sostiene que les visitó de forma particular, su cercanía con este movimiento es más estratégica que presencial. Sus organizadores, de hecho, desconfían de Morales. Tender puentes y, desde luego, lograr una aproximación es una tarea ineludible no sólo para evitar futuras fricciones sino para ganar credibilidad.

La batalla parlamentaria. La reforma parlamentaria es una exigencia general. Pero Morales apenas tiene poder en la Cámara. Su grupo tiene solo el 7% de los escaños. Por ello tendrá que negociar a fondo. Y con escasas posibilidades de éxito. El primer paso sería cambiar la Ley de Partidos Políticos. Pero las formaciones tradicionales se niegan. Tampoco aceptan la reducción de diputados a 80, la cifra acordada en los Acuerdos de Paz de 1996. Y como remate, la reforma debería incluir la apertura de los escaños a candidaturas independientes. Un experimento que horroriza al sistema tradicional.

La reforma política. Morales tendrá que afrontar una reforma política profunda que apunta a la línea de flotación de los grandes formaciones que dominan la Cámara. A la fecha, en Guatemala no existen partidos en el sentido europeo. Son más bien grupos que surgen en torno a un líder, sin más objetivo que alcanzar el poder. Las candidaturas a escaños o corporaciones edilicias se venden al mejor postor, lo que convierte los cargos públicos en una inversión a la que los ganadores llegan a sacar la ganancia correspondiente.

La economía. La prioridad absoluta del nuevo presidente y que no esperará a la toma de posesión el 14 de enero será la reforma de las finanzas del Estado, en bancarrota tras la rapiña del régimen de Otto Pérez Molina. Morales pretende redirigir el gasto público a tres sectores: salud, educación y desarrollo económico. Esto, mientras el Congreso sigue sin aprobar el presupuesto del Estado para 2016. Uno de los botines más apetecidos por la clase política tradicional que se reserva hasta el 30% del monto para manejarlo con total opacidad.

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