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Lujo y descontrol en la curia

Dos libros recogen irregularidades descubiertas por la comisión para reformar las finanzas

El periodista Gianluigi Nuzzi durante la presentación de su libro 'Vía Crucis'.
El periodista Gianluigi Nuzzi durante la presentación de su libro 'Vía Crucis'.GIORGIO ONORATI (EFE)

Los dos libros envueltos en las detenciones de colaboradores del Papa están basados en la documentación recogida por la COSEA, la comisión creada por Francisco para reformar las finanzas del Vaticano, pero hay uno —Via Crucis, del periodista Gianluigi Nuzzi— que ofrece además una serie de grabaciones de las palabras de Jorge Mario Bergoglio. En una de las primeras reuniones, el Papa muestra ya gran preocupación: “Cuando fui prelado [de Buenos Aires] un nuevo ecónomo fue al banco para controlar [las inversiones]. ¡Y se enteró de que más del 60% eran en empresas que construían armas! Hay que vigilar las inversiones, deben tener una orientación clara. Alguno de vosotros me ha recordado que hemos perdido más de 10 millones en Suiza, por una inversión mal hecha. Algunos dicasterios tienen dinero por su cuenta y lo administran privadamente. La caja no está en orden y es necesario ponerla en orden. Me recuerda aquello que decía un párroco anciano de Buenos Aires, sabio, que tenía mucho cuidado con la economía: 'Si no sabemos cuidar el dinero, que se ve, cómo cuidamos las almas de los fieles, que no se ven”.

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Tanto el libro de Nuzzi como el de Emiliano Fittipaldi recogen las irregularidades descubiertas por la comisión. Hay algunas que van claramente en contradicción con “la Iglesia pobre y para los pobres” que deseaba Francisco en sus primeros días como Papa. Un listado de los lujosos apartamentos —algunos de 500 metros cuadrados— que disfrutan algunos cardenales de la curia, los 4.000 millones de euros que suponen —tirando por lo bajo y solo en Roma y alrededores— las propiedades inmobiliarias del Vaticano, la desviación de los fondos del hospital del Niño Jesús para que monseñor Bertone remodele su ático o viaje en helicóptero, el descontrol de las tiendas libres de impuestos o de la gasolinera del Vaticano —a las que en realidad solo tendrían que acceder los empleados pero de las que se beneficia media Roma—, el negocio fuera de toda lógica de la llamada “fábrica de santos”, los postuladores que cobran a precio de oro las candidaturas a santos... “Hay algunos casos”, explica Fittipaldi, autor de Avarizia, “en los que los parientes de los aspirantes a beatos o santos pueden pagar hasta 400.000 euros a los postuladores”.

El papa ya ha dado órdenes de que se regularan los emolumentos de los llamados postuladores. Otra de las cuestiones sobre la que sigue habiendo gran misterio tiene que ver con el IOR (el Instituto para las Obras de Religión, más conocido como banco del Vaticano). Aunque es cierto que Joseph Ratzinger impulsó su salida de la más absoluta oscuridad y, nada más llegar Jorge Mario Bergoglio, se cerraron un buen número de cuentas sospechosas, el Vaticano no fue del todo claro. Como explica el autor de Avarizia, “el IOR no ha proporcionado aún al Banco de Italia la lista de personas que han protagonizado blanqueo o fuga de capitales, a pesar de que lo llegaron a prometer”.

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