_
_
_
_
_
LAS PALABRAS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

‘Nadarán fritas con su limón’

Todos los candidatos saben que en el Perú el rechazo de la gente significa apenas el comienzo de los requiebros

Gustavo Gorriti

Hace unos días, Alan García lanzó su candidatura para tentar, por tercera vez, la presidencia de la República en las próximas elecciones generales peruanas, dentro de cinco meses.

Por el momento, García mantiene una involuntaria cuanto reñida competencia con el también ex-presidente Alejandro Toledo por encabezar el antivoto: el porcentaje de ciudadanos que proclaman que de ninguna manera votarían por él. En una encuesta nacional reciente, el 65% de los entrevistados declaró que “definitivamente no votaría” por Toledo y el 64% dijo lo mismo respecto de García. El 4% sostuvo que sí votaría por Toledo y el 7% por García.

Hay que añadir que, sin los porcentajes abrumadores de Toledo y García, el antivoto es superior a la intención de voto de los cinco candidatos que lideran las encuestas; reflejo de la notoria desconfianza que, con sobrado fundamento, tienen los peruanos respecto de sus políticos.

Entre los cinco que encabezan ahora las encuestas hay dos ex-presidentes (García y Toledo); un ex-primer ministro (Pedro Pablo Kukczinski); una ex-primera dama (Keiko Fujimori); y un millonario creador y ex-rector de universidades de costo módico, César Acuña, que confesó en 2013 –aunque después trató de retractarse– que nunca lee un libro.

Compite en gazapos con otro self-made man, Alejandro Toledo, que hace poco anunció que salía de viaje para recibir un premio Nobel. ¿Premio Nobel? Sí, confirmó el ex-presidente, con el tono de voz apurado que pone cuando se da cuenta que pisó el acelerador en lugar del freno: se trata del ‘nobel de la India’…; y así, mientras en el Perú recordaban su memorable felicitación a Vargas Llosa por haber recibido “el Premio Nobel de la Paz en Literatura”, Toledo era galardonado en India con el premio del Kalinga Institute on Social Sciences.

Todos los candidatos saben, sin embargo, que en el Perú el rechazo de la gente significa apenas el comienzo de los requiebros, danzas y serenatas de la seducción política; de los cortejos, maniobras e intrigas para presentarse, en el momento de la decisión inevitable, como el partido más conveniente. No el mejor sino el menos malo, lo cual es suficiente para una presidencia.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Y nadie lo sabe mejor que García.

El 2001, pese a que los desastres de su primer gobierno estaban todavía relativamente frescos en la memoria de la gente, perdió la elección en segunda vuelta con Toledo por un margen relativamente estrecho de siete puntos. Pero su principal hazaña fue pasar a la segunda vuelta, superando en último momento, luego de hacer perder el paso a la entonces favorita Lourdes Flores, a quien presentó como ‘la candidata de los ricos’.

En 2006 volvió a dar cuenta de Lourdes Flores (con quien ahora considera una alianza) para enfrentarse al entonces radical Ollanta Humala. García se presentó como el defensor de la democracia y ganó sin gran problema, para demostrar pronto que una cosa es la campaña y otra la presidencia.

Tanto en los regímenes de Toledo como en el de García, la economía peruana creció notablemente (lo cual, aunque en menor grado, sucedió también con Humala) y el país progresó pese a las disfunciones políticas y la fuerte corrupción que tuvieron esos gobiernos.

La memoria de disfunciones y corrupciones se expresa ahora en el antivoto. Pero la temporada de los candidatos está por comenzar. Y entre ellos, quien mejor maneja la retórica de campaña es García.

Hace más de medio siglo, la compositora Serafina Quinteras compuso un vals criollo, “Parlamanías”, que, cantado entonces por los Troveros Criollos, continúa expresando las promesas, las irrealidades y la seductora eficacia de la retórica de campaña, donde importa más lo que te hagan soñar que lo que verás cuando despiertes.

“Haremos casas de 80 pisos/ […] Las carreteras correrán solas/ Buques y aviones en pelotón/ Y las corvinas sobre las olas/ Nadarán fritas con su limón”.

“Si usted me da un balcón, yo triunfo”, escribió el legendario José María Velasco Ibarra, cinco veces presidente de Ecuador. Y ahora en el Perú, los balcones físicos y digitales se alistan para adormecer el antivoto y convertir la decepción en efímero romance, mientras las corvinas empiezan a nadar al encuentro de su limón.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_