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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La alianza militar promovida por Riad es insuficiente para atajar al ISIS

La disparidad de los participantes y la ausencia de Irán restan efectividad al proyecto

Ángeles Espinosa
El ministro saudí de Defensa presenta la coalición militar islámica.
El ministro saudí de Defensa presenta la coalición militar islámica.EFE

Arabia Saudí anunció este martes la formación de una alianza militar de países islámicos para hacer frente al terrorismo. La inesperada iniciativa pone de relieve la inquietud que el autodenominado Estado Islámico (ISIS en sus siglas inglesas) está generando en el reino. Sin embargo, se trata más de un mensaje sobre su voluntad de liderazgo regional que de una medida con capacidad de atajar la grave crisis que atraviesa la región. La propia naturaleza de esa coalición merma sus posibilidades de ser efectiva.

Para empezar, ni Irán, ni Irak, ni Siria están la lista de participantes. Eso convierte la alianza en una empresa esencialmente suní, lo que corre el riesgo de agravar la fractura sectaria que subyace en la mayoría de los conflictos de Oriente Próximo. De Líbano a Yemen, y de Siria a Bahréin, pasando por Irak, el componente confesional ha terminado definiendo quiénes son los aliados y quiénes los enemigos.

Tanto Arabia Saudí, erigida en líder del mayoritario islam suní, como Irán, convertido en faro de los chiíes desde su revolución de 1979, han alentado con su rivalidad ese enfrentamiento. Los gobernantes saudíes están convencidos (y preocupados) de la voluntad expansionista de Teherán, a quién responsabilizan de buena parte de esos fuegos. “¿Cómo pueden haber aplaudido la caída de Sadam Husein y defender a Bachar el Asad?”, repiten los interlocutores saudíes (una pregunta a la que los iraníes dan la vuelta con Siria y Bahréin).

Además, el comportamiento de las milicias chiíes que Teherán respalda en Irak ha irritado no solo a los saudíes, sino a los suníes en general, añadiendo presión a sus gobernantes para contrarrestar esa influencia que aseguran va a crecer tras el acuerdo nuclear. Del lado iraní, se apunta a la intransigencia de la interpretación saudí del islam (que tacha de infieles a los chiíes) como responsable del terrorismo islamista. Sin un puente entre ambos rivales ideológicos y políticos, hay pocas posibilidades de romper el círculo de violencia que está destruyendo la región.

Por otro lado, la disparidad de los participantes en la alianza dificulta su eficacia. Entre ellos se encuentran desde pequeños países africanos como Benín o Togo, hasta otros con nutridos ejércitos, como Egipto o Pakistán, pasando por los vecinos Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, que secundan sin fisuras el enfoque saudí. Tampoco se ha dado a conocer la fórmula concreta de colaboración de las fuerzas de esos países, ni su proyecto, más allá de lo que parece un entendimiento verbal entre las autoridades. Riad ya promovió el pasado marzo en la Liga Árabe la creación de una fuerza militar conjunta para hacer frente al avance del ISIS y el expansionismo de Irán, sin que haya prosperado.

Fuentes diplomáticas europeas en la capital saudí ven el anuncio como “una muestra de liderazgo” con la que el reino confirma la política más activa de que viene haciendo gala desde la llegada al poder de Salmán el pasado enero a la muerte del rey Abdalá. “Este país busca una mayor relevancia, y ya ha obtenido éxitos, si no militares, sí diplomáticos como la reciente conferencia de opositores sirios”, añaden en referencia al estancamiento de la intervención en Yemen. No obstante, los mismos interlocutores se muestran preocupados de que, ante los recientes atentados de París, la respuesta haya sido destacar las reacciones islamófobas que se han producido en Occidente. “Es una ambigüedad inaceptable”, concluyen.

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Entre los saudíes, sin embargo, la nueva alianza se lee en el contexto de la lucha de poder que muchos están convencidos de que se está produciendo en el seno de la familia real y, sobre todo, entre el heredero, el ministro del Interior Mohamed Bin Nayef, y el segundo en la línea de sucesión e hijo del rey, el ministro de Defensa Mohamed Bin Salmán. Fue este quien anunció el plan en una inusual conferencia de prensa en la madrugada del martes.

Bin Nayef es apreciado en Occidente, y en particular en EE UU, por su compromiso en la lucha contra el terrorismo. Él mismo sufre las secuelas de un atentado de Al Qaeda, que le dejó con dificultades auditivas en el oído derecho. Su ambicioso primo, que le sigue en la línea de sucesión, estaría tratando, según esta interpretación, de asegurar un puesto que, de morir su padre, dependería del nuevo rey, tal como se vio cuando su Salmán reemplazó como heredero al príncipe Muqrin por Bin Nayef, para hacerle a él viceheredero.

“El mensaje que Bin Salmán está enviando es que si Bin Nayef ha vencido al terrorismo en el reino, él lo puede hacer en todo el mundo islámico y, en consecuencia, satisfacer mejor a Occidente”, asegura un analista crítico.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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