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Asesinado el fundador del cartel mexicano ‘La Familia Michoacana’

La fiscalía apunta a la banda rival, Los Caballeros Templarios, como responsables de la muerte de Rosales Mendoza, alias 'El Tísico'

David Marcial Pérez
Ficha de 'El Tísico', de la agencia antidrogas de EE UU
Ficha de 'El Tísico', de la agencia antidrogas de EE UU

El cuerpo de Carlos Rosales Mendoza, alias El Tísico, fundador del cartel La Familia Michoacana, fue encontrado en la madrugada de este lunes junto a otros tres cadáveres en una carretera del Michoacán, al oeste de México. La investigación de la fiscalía estatal apunta a otro capo rival, Ignacio Rentería Andrade, alias El Cenizo, líder de una de las células de Los Caballeros Templarios, una escisión de grupo criminal fundado por El Tísico hace casi una década. Ambas mafias, ya en declive, provocaron una fuerte oleada de violencia y monopolizaron el trasiego de droga en Michoacán y otros estados vecinos durante los peores años de la guerra contra el narco.

“Hubo un tema como de traición. Fue invitado a una reunión y todo parece indicar que discuten y lo privan de la vida”, señaló este martes el Procurador General de Michoacán, José Martín Godoy. A esa reunión habrían acudido, además de los dos capos, líderes de los grupos de autodefensas, contingentes de civiles levantados en armas contra los ataques del crimen organizado. Ante la profundización de la violencia, el Gobierno tomó en enero de 2014 el control institucional de Michoacán. El operativo federal y la caída desde entonces de los grandes narcos, ha debilitado y fragmentado a las mafias del narcotráfico con presencia en la zona.

Rosado Mendoza fue uno de los padres de La Familia, fundada hace casi una década, junto con otros dos capos de altura: José de Jesús Méndez Vargas, alias El Chango, detenido en 2011; y Nazario Moreno González, alias El Chayo o El más loco, dado por muerto en dos ocasiones.

A principios de los 2000, fue uno de los hombres de confianza de Osiel Cárdenas Guillén, el exlíder del cartel del Golfo, encarcelado desde 2003 en el Altiplano, el penal de los grandes narcotraficantes, considerado un fortín inexpugnable hasta la cinematográfica fuga este verano de El Chapo Guzmán. Un año después de la encarcelación de su jefe, Mendoza intentó liberarlo. El asalto fracasó y El Tísico fue detenido y encerrado en la prisión de Puente Grande, Jalisco, donde se pasó cerca de 10 años bajo los cargos de delincuencia organizada y delitos contra la salud.

Desde detrás de las rejas, alumbró uno de los carteles más particulares y peligrosos de México

Desde detrás de las rejas, alumbró uno de los carteles más particulares y peligrosos de México. Su carta de presentación llegó en 2006, cuando un grupo de encapuchados arrojó en la pista de baile de una discoteca en Michoacán cinco cabezas cortadas y un mensaje firmado por primera vez por la organización: "La Familia no mata por dinero, no mata mujeres, no mata inocentes, muere quien debe morir, sépalo toda la gente. Esto es: Justicia Divina".

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El cartel irrumpió en medio de la batalla por los territorios del suroeste de México, uno de los mayores graneros de marihuana y opio del país, que por entonces libraban Los Zetas y el cartel de Sinaloa. El nuevo grupo criminal, imbuido por un inquietante espíritu pseudo-místico y regionalista, logró hacerse con el control de la zona. Además de marihuana y metanfetamina, cuyos precursores químicos entraban desde Oriente por el puerto de Lázaro Cárdenas, expandieron su actividad delictiva a la extorsión, secuestros y se adueñaron de varias minas ilegales de hierro.

"Un fervor casi religioso, cercano al culto, inspira a La Familia, algunos de cuyos integrantes se refieren al mercado de la marihuana y la cocaína como 'regalos del cielo". Así definía la embajada de EE UU el ethos de la organización en uno de los cables filtrados en el caso Wikileaks. Nazario Moreno González, El Chayo, era el líder espiritual de ese delirio narco-sacramental. Los nuevos miembros que entraban en el cartel recibían un librito rojo, una especie de evangelios de la mafia, titulado Me dicen ‘El más Loco’.

Felipe Calderón decidió dar un golpe en la mesa y lanzó a las fuerzas federales sobre el cuartel general del cartel en Apatzingan, la mayor ciudad de Tierra Caliente y el corazón de la violencia en Michoacán. El Gobierno dio por muerto a El Chayo –el capo no moriría realmente hasta un segundo golpe del Ejército en 2014– y proclamó la disolución de la Familia Michoacana. A partir de ahí, la organización se partió en dos. El Chango se quedó con el nombre original mientras un antiguo profesor, Servando Gómez, alias La Tuta, fundó un nuevo grupo mafioso al que denominó Los Templarios.

La detención de El Chango en 2011 y la doble guerra contra la escisión de La Tuta y los grupos de autodefensa, terminaron por debilitar casi al máximo a La Familia. Ese es el panorama que se encuentra el viejo padrino, Carlos Rosales Mendoza, cuando en marzo de 2014 un juez federal decide ponerle en libertad. La Agencia Antidroga de EE UU (DEA) no había borrado la ficha de El Tísico como uno de los capos más buscados y algunos medios mexicanos apuntan a que, de nuevo en la calle, su intención era revitalizar el grupo criminal que fundó hace una década.

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Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.

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