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ANÁLISIS
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Viejas y nuevas guerras de Erdogan

El Gobierno turco impuso un apagón informativo para impedir que las imágenes del ataque en Estambul ahuyentaran a los visitantes

Juan Carlos Sanz

La onda expansiva de un ataque suicida convirtió este martes la explanada donde se erigía el antiguo hipódromo de Constantinopla en un paisaje de batalla sembrado de cadáveres. El Gobierno turco impuso un apagón informativo en un vano intento de impedir que las imágenes de los cuerpos de turistas alemanes desventrados a los pies del obelisco de Teodosio ahuyentaran a los visitantes, tornando de nuevo en pesadilla el sueño de viajar a Estambul.

Como en los atentados de Suruc —que se cobró 32 vidas en julio pasado en la frontera con Siria— y de Ankara —que ensangrentó en octubre la capital con 103 muertos— el presidente, Recep Tayyip Erdogan, y el primer ministro, Ahmet Davutoglu, se han apresurado a señalar al Estado Islámico (ISIS) como responsable. Aunque ningún portavoz del califato se ha atribuido la matanza de Sultanahmet, ambos dirigentes parecen estar esta vez en lo cierto.

Turquía afronta desde hace más de tres décadas las amenazas del terrorismo kurdo y de los ataques de grupos de ultraizquierda, a las que se suma la del yihadismo internacional. La oleada de atentados con 63 muertos que en noviembre de 2003 recorrió el Consulado británico, la sede del banco HSBC y dos sinagogas colocaron a Estambul en la cabeza de la lista de masacres de Al Qaeda que después golpearon Madrid y Londres.

Desde el pasado verano el Gobierno turco se ha implicado también en una guerra abierta contra el Estado Islámico. Ankara dejó de considerar entonces al ISIS como un asunto interno de países vecinos y autorizó a Estados Unidos a utilizar la base aérea de Incirlik como centro de operaciones contra las milicias yihadistas. Erdogan y Davutoglu lo aceptaron a cambio de reactivar otro frente: el de la guerra contra el separatismo en el Kurdistán.

Cuando todo apuntaba a que el poder central turco y el nacionalismo kurdo se encaminaban, tras un prolongado alto el fuego, hacia una salida negociada al conflicto que había enfrentado a la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y al Ejército desde 1984, con más de 40.000 muertos, las hostilidades se reanudaron en el sureste de Anatolia

El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, neoislamista) de Erdogan recuperó en noviembre en las urnas la mayoría absoluta que había perdido en junio, precisamente a causa del avance electoral del nacionalismo kurdo. Desde entonces los enfrentamientos se han recrudecido y el Ejército ha impuesto el toque de queda en grandes poblaciones del Kurdistán turco.

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Frente a la amenaza del terrorismo yihadista y los esporádicos ataques de la ultraizquierda turca, la guerrilla del PKK ha concentrado sus ataques contra el Ejército y las fuerzas de seguridad en zonas rurales, y no ha atentado contra civiles en áreas urbanas. Una milicia kurda, los Halcones de la Libertad del Kurdistán, sin embargo, se atribuyó el pasado 23 de diciembre un ataque con mortero que causó un muerto y un herido en el aeropuerto Sabiha Gökçen, en la parte asiática de Estambul.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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