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Macabra cuenta atrás para 21 desaparecidos en Guerrero

Unos secuestradores exigen pagos millonarios para liberar a los rehenes. Algunas familias no han denunciado por miedo al crimen organizado

Pablo Ferri
Militares en la comunidad del Salitre, donde desaparecieron 17.
Militares en la comunidad del Salitre, donde desaparecieron 17.P. F.

El supervisor de tránsito del pueblo de Arcelia, un hombre joven, fuerte, de pocas palabras, se acerca a la entrada del palacio municipal, en el zócalo, con una hucha entre las manos. Una fotografía cubre buena parte de la lata, la imagen de un muchacho y su bebé. “¿Colaboran?”, ruega, “es para ayudar a la familia del profesor que levantaron”. Se refiere a Javier Calderón, uno de los cinco maestros que un grupo de hombres armados secuestró el pasado lunes en una comunidad rural del vecino pueblo de Ajuchitlán. El supervisor, que prefiere ocultar su nombre por seguridad, es amigo de Javier desde la secundaria. Explica que los secuestradores piden tres millones de pesos -170.000 dólares- para liberarle y que los quieren antes de tres días.

Se ofrece a llevarnos a casa de la familia, a quince minutos del centro de Arcelia, en la región de Tierra Caliente. Dice que igual quieren contar lo que saben, que igual ayuda en algo. Cuando el carro para frente a la casa, baja y dice: “esperen”. Pasan cinco minutos, sale, entra de nuevo. Al rato vuelve al carro, abre la puerta, entra, agarra su hucha y se disculpa. “Lo siento, pero es que no quieren hablar. Les da miedo”. Justo hace un momento, dice, el papá de Javier ha colgado el teléfono. Negociaba la venta de su camioneta para costear el rescate. Ya vendió dos vacas.

El señor Victorino señala el lugar donde encontraron a dos de los tres asesinados.
El señor Victorino señala el lugar donde encontraron a dos de los tres asesinados.P. F.

Igual que ellos, las otras cuatro familias de los maestros secuestrados buscan la manera de juntar el dinero. Algunos se pasean con huchas por Arcelia y otros pueblos de la zona. También las dejan en tortillerías y demás locales comerciales. Su dolor languidece junto al de otras 16 familias, que esperan la vuelta de los suyos después de que un comando armado los secuestrara el pasado sábado en el poblado de El Salitre, junto al basurero municipal, a media hora del centro de Arcelia, a cinco horas de la Ciudad de México.

Aunque todo el mundo en Arcelia, en Ajuchitlán y en sus comunidades, sabe que los maestros secuestrados fueron cinco, apenas una familia ha denunciado la desaparición. Las demás no lo hacen por miedo, porque negocian con los secuestradores, que piden entre dos y tres millones de pesos. De los otros 17, los del sábado, ya solo quedan 16. Uno apareció muerto el lunes más allá de El Salitre, en San Miguelito. Lo habían matado a golpes. Las autoridades buscan a los 21 en la misma zona. A todos, sugieren familiares y vecinos, se los llevó la misma gente.

El señor Victorino Albarrán cría cerdos en El Salitre. Detrás de su casa, cuenta, encontraron dos cuerpos, los primeros dos.

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Las familias de los maestros secuestrados buscan la manera de juntar el dinero que piden por el rescate

En la noche del sábado 9 de enero, un grupo de unos 30 hombres armados, según testimonios recogidos por la prensa local, secuestraron a parte de los invitados de una boda que se iba a celebrar en un poblado más allá de El Salitre y San Miguelito, a tres cuartos de hora de la cabecera municipal de Arcelia. Tres murieron en el asalto. Dos eran taxistas. 17 desaparecieron. Uno de ellos apareció muerto el lunes. Se llamaba Eutimio Tinoco y tenía un negocio de tortillerías. En cuanto a los otros, algunos han recibido llamadas de los secuestradores, otros no. El hijo de Tinoco, que además de su padre le secuestraron a un hermano, dice que le piden cinco millones de pesos.

El señor Victorino sale de su casa y conduce al lugar donde encontraron a los taxistas, un paraje fantasmagórico, nubes bajas y cerros amarillentos animados por la lluvia que cae a destiempo y que nadie, en Arcelia, espera por estas fechas. “Ahí fue”, señala, “ahí dejaron a dos. Yo no vi nada porque nunca salgo, pero escuché como…como 15 disparos”. No hay nada. Nubes, cerros, gruñidos de cerdo, lluvia, el silencio del campo.

De vuelta en Arcelia aparecen varias patrullas del Ejército, la Policía Federal, la Gendarmería. Al menos 600 hombres buscan a los 21 desaparecidos. El martes salieron además dos helicópteros, pero hoy se quedaron en tierra por el mal tiempo.

Fuentes de la investigación reconocen que la búsqueda se ciñe a los términos municipales de Ajuchitlán y San Miguel Totolapan, otro pueblo vecino. El alcalde de Arcelia, origen de la mayoría de los secuestrados, señala que “datos periciales” recogidos por los investigadores les conducen allí.

El motivo de la ola de secuestros es la disputa por la plaza, en manos del cártel de La Familia

El alcalde Adolfo Torales, del PRI, reconoce que una de las líneas de investigación que maneja la fiscalía de Guerrero apunta a San Miguel Totolapan, concretamente al grupo de “El Tequilero”. A lo largo del día, el nombre de El Tequilero surge en diferentes conversaciones, al igual que sinónimos como “los de allá”, “los del otro lado” o “los contras”. Vecinos de Arcelia, comerciantes, trabajadores municipales comentan que el grupo de El Tequilero es una célula de Guerreros Unidos que quiere hacerse con la plaza de Arcelia, en manos del cártel de La Familia desde hace años. Ese es el motivo, cuentan, de la ola de secuestros.

Guerreros Unidos es un nombre conocido para los medios de comunicación mexicanos. Es el grupo criminal acusado de estar detrás del secuestro de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en septiembre de 2014.

Hoy, miércoles por la tarde, familiares de los desaparecidos aguardan noticias frente a la oficina local de la fiscalía en Arcelia. Son, en este caso, allegados de los que se llevaron cuando iban a la boda el sábado. La página de Facebook de un diario local ha publicado que han aparecido otros dos cuerpos. Es mentira, dice uno de los investigadores. Es mentira, zanja más tarde el fiscal regional, Carlos Vinalay. Pero nadie les quita la cara de susto, ni el temor, ni la necesidad de hacer cuentas para juntar cantidades imposibles para cualquier arcelense. Sigue la cuenta atrás.

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).

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