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Los socios del euro impulsan modestos estímulos fiscales

París argumenta en Bruselas que la medida no afectará al objetivo fiscal

Claudi Pérez
El presidente francés, François Hollande, este lunes en su discurso del Consejo Económico, Social y Medioambiental en París.
El presidente francés, François Hollande, este lunes en su discurso del Consejo Económico, Social y Medioambiental en París.YOAN VALAT (AFP)

Europa necesita un estímulo económico, aunque sea modesto, ante una recuperación con tan poco glamour que puede desvanecerse por cualquiera de los muchos riesgos que acechan. Pero las reglas fiscales dejan margen para pocas alegrías. Berlín planea usar un superávit mayor de lo esperado (12.000 millones de euros en 2015) para gastar más por la crisis de los refugiados. El resto de Europa hace encaje de bolillos para gestionar la escasez: grandes y pequeños países, con Gobiernos de derecha y de izquierda, tratan de acomodar alguna medida de impulso prácticamente por la puerta de atrás, para evitar que la Comisión Europea saque el látigo por incumplir con el déficit.

En teoría, todo el mundo dice respetar los objetivos fiscales; la práctica es otra cosa. París es el máximo exponente de esa forma de operar. El Gobierno de François Hollande se esforzó este lunes por asegurar que las medidas aprobadas no afectan al déficit. Los 2.000 millones para crear empleo (tras la destrucción de 600.000 puestos de trabajo durante la legislatura) son apenas el 0,09% de su PIB y se gastarán hasta final de mandato, distribuidos en dos ejercicios. París, que debería aprobar un ajuste de medio punto de PIB y teme los recelos de Bruselas, argumenta que financiará ese paquete con reducción de gasto en otros capítulos.

Después de tres años tratando de convencer a su propio partido de que Francia debe abrazar las políticas de oferta para ser competitiva, Hollande vuelve a las políticas tradicionales de la izquierda a 15 meses de las elecciones, y con escasa potencia de fuego para no volver a incumplir con Europa. Su tasa de paro supera el 10%, cifra que duplica la alemana; los analistas, además, creen que las medidas acordadas son más una forma de darle brillo a la estadística —formación para desempleados que les saca momentáneamente de las cifras de paro— que un verdadero estímulo.

La izquierda europea está atrapada en la camisa de fuerza de las reglas fiscales, aún a sabiendas de que al menos una parte de la Comisión es partidaria de usar la flexibilidad y mirar hacia otro lado —aprovechando la debilidad en casa de Merkel— para evitar un castigo excesivo en países que llevan años arrastrando los pies. Hollande ha sido incapaz de liderar a la socialdemocracia continental para percutir por ese flanco, pero al menos puede agarrarse a la crisis de seguridad para gastar algo más en defensa. El italiano Matteo Renzi sí lo ha intentado: se ha enfrentado a Berlín y Bruselas, pero a la postre con una batería de medidas con un claro sesgo electoralista, como la rebaja del impuesto a la vivienda. El resto hace lo que puede: España aprobó una rebaja fiscal justo antes de las elecciones, y el bloque de izquierdas portugués intenta cuadrar un presupuesto con algún matiz social sin desviarse demasiado de las sacrosantas metas de déficit, para evitar un revés en Bruselas.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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