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La llegada de Macri impulsa una solución al misterio de Nisman

Se cumple un año de la muerte del fiscal sin que se sepa si se suicidó pero la jueza da un giro con el apoyo del Gobierno, que ha ordenado desclasificar toda la documentación

El presidente argentino, Mauricio Macri. EFEFoto: atlas
Carlos E. Cué

En un guión de cine negro, la muerte de Alberto Nisman hace un año habría parecido poco creíble. Tiene demasiados ingredientes. Un fiscal acusa a la presidenta de su país, Cristina Fernández de Kirchner, de encubrir el mayor atentado de su historia, el de la AMIA, con 85 muertos, una causa no esclarecida después de 20 años y en la que está acusado de encubrimiento otro expresidente, Carlos Menem. Ese fiscal aparece muerto de un tiro en la cabeza en su baño horas antes de declarar en el Congreso contra la presidenta. Y no acaba ahí.

La presidenta primero dice que fue un suicidio y después un homicidio. Y acusa indirectamente a Jaime Stiuso, hombre fuerte de los servicios secretos argentinos. Stiuso se fuga y se refugia en EE UU, mientras Kirchner acusa a este país de proteger al espía. Irán e Israel y sus respectivos servicios secretos libran una batalla crucial en Buenos Aires alrededor de este atentado que afectó de lleno a la comunidad judía, a la que Nisman pertenecía. Difícil de creer en una película. Pero es real, ha sucedido y un año después de la muerte de Nisman, el misterio resiste e incluso crece.

Por primera vez, sin embargo, el final del caso parece cercano. La llegada de Mauricio Macri al poder ha supuesto un vuelco completo. El presidente tomó posesión el 10 de diciembre. Solo una semana después, la jueza del caso, Fabiana Palmaghini, tomó una decisión que rechazó una y otra vez antes del cambio de Gobierno: apartó a la fiscal, Viviana Fein, y se puso ella misma al frente de la investigación.

Desde entonces ha puesto en marcha toda una serie de pruebas nuevas e incluso ha imputado a los escoltas que tardaron 11 horas desde que empezaron a echar de menos a su protegido hasta que tiraron la puerta abajo. Uno de los grandes misterios de un caso lleno de ellos. Cada argentino tiene su teoría sobre cómo murió, por qué apareció el arma detrás de su hombro, qué posición tenían sus manos antes del disparo, cómo eran las manchas de sangre del espejo, por qué no tenía marcas de pólvora en las manos. Una novela inagotable.

El Gobierno, convencido de que Nisman no se suicidó, empuja la investigación. Macri ha ordenado desclasificar todos los documentos relacionados con el caso y ha liberado a los espías argentinos de guardar secreto.

En el Gobierno de Macri están personas como Patricia Bullrich, una de las personas con las que más habló Nisman en los días previos a su muerte puesto que era la presidenta de la comisión del Congreso en la que él iba a declarar. “La jueza le está dando un nuevo vigor. Este caso no puede quedar como que no pasó nada. El caso está avanzando”, asegura ahora Bullrich. Ella es ahora ministra de Seguridad y como máxima responsable de la policía tiene acceso a mucha información.

Pero lo más importante, para ella y para todos, es la desclasificación ordenada por Macri. Allí está todo el material sensible que podría aclarar el misterio, y un decreto del presidente obliga a los servicios secretos a entregarlo a la juez antes de un mes. Muchos de los fieles al presidente presionan para que el Gobierno ayude de alguna manera a reabrir la causa de la denuncia que hizo Nisman contra la presidenta, que quedó archivada por inconsistente. Fuentes del Gobierno macrista señalan que es muy probable que suceda aunque antes habrá que ver qué hay en los documentos desclasificados y saber si la justicia se anima a reabrir un caso cerrado.

El giro de 180 grados es evidente: mientras el Gobierno kirchnerista se apuntó a la tesis del suicidio, los macristas apuestan por el homicidio y empujan para reavivar la causa.

Otro cambio clave es el papel del superespía Stiuso. Según ha hecho saber, está a punto de volver a Argentina y declarará ante la juez. Hasta ahora había desaparecido porque el Gobierno kirchnerista, para que el trabajó estrechamente durante años, lo culpaba de la muerte de Nisman y trataba de meterlo en la cárcel por sus extraños negocios. La caída del kirchnerismo hace que Stiuso quiera volver a su país desde Miami, donde le colocan todos los indicios y vive “protegido” según la expresidenta Kirchner por los servicios secretos de EEUU.

Y a pesar de todas las intrigas, lo que nadie consigue es una prueba clara del homicidio. Los peritos oficiales no descartaron esa hipótesis pero no encontraron ninguna evidencia de la presencia de otra persona en el baño donde apareció el cadáver. Las miles de hojas del caso analizan con detalle cada posición, cada golpe, cada resto de sangre. El caos de la recolección de pruebas es absoluto, y los argentinos, acostumbrados a desconfiar de su policía y sus jueces, temen que nunca se sabrá que pasó. Tienen motivos para dudar. Después de 20 años, no hay nadie condenado por el atentado de la AMIA, el que investigaba Nisman.

Pero el Gobierno de Macri confía en cambiar esta maldición argentina. El Ejecutivo ha puesto a un veterano senador radical, Mario Cimadevilla, al frente de la Unidad AMIA, el departamento encargado de apoyar a la justicia para aclarar la masacre. También está encima del caso Nisman. Cimadevilla, que recibe a EL PAÍS en el Senado mientras organiza la tarea de su nuevo puesto, es hipercrítico con los jueces argentinos: “Los casos Nisman y AMIA son la prueba de que la justicia argentina no funciona. No está en condiciones de investigar al poder. Muchos jueces no pueden justificar su patrimonio, hay mucha corrupción. Muchos se han sentido cómodos siendo jueces del poder. A más de 20 años de AMIA no sabemos qué pasó pero todos los que intervinieron supuestamente para investigarlo están siendo juzgados por encubrirlo, desde el expresidente Menem, el exjefe de los servicios secretos o incluso el juez del caso. La justicia en Argentina está al servicio del poder político”, sentencia.

Sin embargo, Cimadevilla, el hombre elegido por Macri para reavivar el caso AMIA e indirectamente el de Nisman es optimista. “Ahora cambia el paradigma. Tenemos la orden del presidente de llegar hasta el hueso, caiga quien caiga. ¿Nisman se suicidó, fue inducido al sucidio, lo asesinaron? Todos tenemos dudas. Pero la jueza parece que tiene definido un curso de acción por las pruebas que está pidiendo. Lo único que está claro es que Nisman murió por lo que estaba investigando”, asegura Cimadevilla, apuntando así que la jueza del caso Nisman, con el apoyo de un Gobierno dispuesto a desclasificar todos los documentos y ordenar a todos los espías y policías que colaboren, estaría buscando la prueba definitiva que lleve a la hipótesis del asesinato.

Nadie ha conseguido encontrar esa evidencia en estos 12 meses. Algunos de los que han seguido el caso más de cerca dudan de que realmente exista y ven más probable el suicidio, inducido o no. Pero lo que ya está claro es que Macri va a remover todo para buscar esa prueba. Y tiene detrás nada menos que al Estado.

Por si había dudas, el presidente recibió ayer a las hijas adolescentes del fiscal fallecido hace un año. Los abogados de la familia son los únicos que desde el primer momento apuntaron al asesinato y siguen haciéndolo. Y el presidente dejó claro que está de su lado.

Ahora es la jueza Palmaghini la que tiene la última palabra, mientras Nisman, durísimamente criticado después de muerto por el kirchnerismo, que desveló detalles de su vida íntima y aplaudió una investigación contra él y su madre por blanqueo de dinero –ambos tenían una cuenta opaca en Nueva York- recibirá hoy un homenaje con velas en la Plaza Alemania, en Buenos Aires. Un año después de muerto, el fiscal sigue dividiendo a Argentina sin que nadie sepa aclarar el misterio de su muerte.

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