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Cruzada en Polonia contra los medios ‘traidores de la patria’

El acoso a periodistas de medios públicos dispara la inquietud por la libertad de prensa. EL PAÍS inicia una serie en que analiza las consecuencias de esta deriva

Protesta contra la ley de medios, el 9 de enero en Varsovia. WOJTEK RADWANSKI AFPFoto: reuters_live | Vídeo: El País Vídeo
Íñigo Domínguez (Enviado Especial)

En Polonia uno puede empezar el día siendo un patriota o un traidor según lo que desayune o cómo salga de casa. Si comes salchichas y coges el coche, bien. Si optas por los cereales y la bici, muy mal. Según el ministro de Asuntos Exteriores, Witold Waszczykowski, su misión es acabar con esa Europa podrida de “vegetarianos y ciclistas”. Añadió la mezcla de razas y culturas y las energías limpias. Preservar la identidad nacional polaca, entendida como los valores de la tradición cristiana, es una prioridad del Ejecutivo ultraconservador de Ley y Justicia (PiS), presidido por Beata Szydlo y dirigido políticamente por Jaroslaw Kaczynski, el líder del partido. Y es el primero de la historia moderna de Polonia que ha logrado una mayoría absoluta, en las pasadas elecciones de octubre. En esa cruzada es esencial controlar los medios de comunicación para separar a los polacos “buenos” de los “malos”.

“El Gobierno quiere un Estado fascista, corporativo, de partido único”, sentencia Piotr Stasinski, vicedirector de Gazeta Wyborcza, diario líder de Polonia, fundado en 1989 y referente progresista de la democracia. La última señal de alarma es una ley de policía que amplía su poder de vigilancia de Internet, correos electrónicos y móviles. Stasinski, preocupado, fumaba sin parar el lunes en la ventana de su despacho, aunque fuera hacía menos siete grados. El periódico, junto a otros medios de oposición, encabeza la lista de los traidores de la patria.

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Tras el ataque contra el tribunal constitucional, con una reforma que lo neutraliza, la prensa ha sido el otro gran objetivo. “Los medios públicos ignoran su misión, en vez de defender el interés nacional, sus periodistas a menudo simpatizan con las opiniones negativas contra nuestro país”, argumentó una diputada del PiS, Elzbieta Kruk. Las formas impresionan: una ley aprobada en tiempo récord a las cuatro de la madrugada del 24 de diciembre impuso una limpieza de la televisión y radio públicas. Al día siguiente de su ratificación despidieron, por ejemplo, a Kamil Dabrowa, director de Radio 1. “Por infracción de las nuevas normas éticas, por ir contra el espíritu nacional”, explicaba este martes en su casa. Lo que hizo contra ese espíritu fue sonado: poner cada hora el himno nacional, alternándolo con el de la UE, como protesta ante la nueva ley.

Como él, numerosos dirigentes, redactores y rostros muy conocidos de la televisión han sido despedidos. Es normal que a cada cambio de Gobierno siga un relevo en los medios públicos, pero esta vez se ha traducido en una oleada de despidos, una ley que permite saltar el filtro del consejo nacional de radio y televisión, y el nombramiento a dedo, sin concurso, de periodistas conservadores y de medios católicos. Y es solo el principio. “Esta es la llamada pequeña ley de medios, la grande será en primavera, y prevé transformar los medios públicos en Sociedades de Cultura Nacional. Se despedirá a todos los empleados, 3.000 personas, y se volverán a contratar. Hasta entonces es un periodo de verificación de obediencia. Están limpiando el campo de maniobra para hacerse con el control del Estado”, comenta Dabrowa. Las dos teles públicas son las más vistas de Polonia.

Su nuevo presidente, Jacek Kurski, rechazó este martes hablar con este periódico.

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Una de las primeras en caer fue Ewa Wanat, locutora de la radio pública RDC despedida en septiembre, un mes antes de las elecciones. “Se veía que el PiS iba a ganar y fue una señal de colaboración para salvar a otros”, contaba este martes en un café. Wanat, muy popular, simboliza lo que el PiS odia. Tenía un programa con mucho humor dirigido a la comunidad de gais y transexuales que empezaba así: “¡Hola maricas!”. Y un consultorio sexual, algo insólito en Polonia. “Era muy atrevido. Aquí hasta los partidos progresistas son conservadores en lo social, por miedo a la Iglesia”, explica. En su opinión el país ha vuelto a la propaganda de las leyes marciales de los ochenta. Ella ha pedido un boicot a los medios públicos, también de participación, “para no legitimar esa farsa”.

Los medios privados también están bajo ataque: los que son considerados hostiles han perdido las suscripciones de entes públicos, la publicidad institucional y la de grandes empresas estatales. El Gobierno alega que la mayor parte de los medios está en manos de compañías extranjeras, sobre todo alemanas, cosa que es verdad. Un dirigente de una de ellas confesaba este martes en privado que se esperan algún tipo de medida hostil mediante impuestos o limitación de cuotas de capital, como en Hungría o Rusia.

La única salida es la protesta. “Pero solo ves en las movilizaciones a gente de más de 30, 40 años..., que recuerda la época comunista. Los jóvenes son una generación del móvil, no lee prensa, no perciben que nada cambie. Para ellos la libertad es obvia, no creen que se la puedan quitar. Deben despertarse”, advierte Dabrowa. La próxima manifestación es el sábado.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez (Enviado Especial)
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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