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Un español lidera la diplomacia del principal grupo salafista de Siria

Nahhas, jefe de relaciones exteriores del grupo armado rebelde más potente, nació en Madrid

Un miliciano de Ahrar al Sham en Idlib en abril pasado.
Un miliciano de Ahrar al Sham en Idlib en abril pasado.REUTERS
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Labib Al Nahhas no es un salafista arquetípico pese a ser el responsable de Relaciones Exteriores del grupo armado sirio Ahrar al Sham. Su barba está perfectamente recortada, viste a la occidental y se expresa en español en giros castizos, con un ligero deje argentino (heredado de su abuela). Es, además, un hombre ocupado, en constante desplazamiento entre ciudades y países, de reunión en reunión con diplomáticos, think-tanks y representantes de la oposición siria, con el objetivo de tejer alianzas a favor de su grupo: el islamista radical Ahrar al Sham, uno de los más poderosos de la oposición siria. Este grupo armado ha moderado sus postulados radicales en el último año en busca de dialogar con EEUU y Europa, evitar que lo incluyan en sus listas de grupos terroristas y convertirse en su aliado sobre el terreno.

Labib Al Nahhas nació en Madrid en 1974, de padre sirio y madre española, según documentos oficiales a los que ha tenido acceso EL PAÍS. Por la temprana muerte de sus progenitores, él y su hermano se criaron a caballo entre España y Siria, en Homs, donde su abuela paterna —de origen argentino— continuó enseñándoles la lengua castellana. “Eran una familia conservadora, quizás cercana a los Hermanos Musulmanes. Pero no se les conocía militancia política”, explica un viejo amigo de la familia. La familia materna, en cambio, es fervientemente católica.

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Por edad y circunstancias vitales, Al Nahhas no pertenece a esa generación de islamistas sirios que huyó de la masacre de Hama en 1982, cuando unas 20.000 personas fueron asesinadas en esa ciudad. Algunos de ellos llegaron a España y, ya radicalizados, se involucrarían en lo que luego fue Al Qaeda, como es el caso de Mustafá Setmarian. Al contrario, Al Nahhas jamás ha guardado rencor por un Occidente en el que ha pasado gran parte de su vida: regresó a España para estudiar telecomunicaciones aunque luego se decantó por la Universidad de Birmingham (Reino Unido) y después inició una carrera profesional que le llevó a vivir en Londres, Nueva York, California, según ha podido comprobar este diario. Trabajó en Francia y en España en varias empresas tecnológicas, algunas fundadas por el mismo. Una carrera de éxito: empleo, hogar en barrios exclusivos, amistades. “Era una persona normal. Agradable, simpático, creaba muy buen ambiente y era muy respetado por todos”, relata un antiguo conocido.

Como su vida no le llenaba, en 2010 decidió regresar a Siria, pese a que se oponía al Gobierno de Bachar El Asad que, en sus palabras, “ha humillado sistemáticamente a la población” y “ha convertido el país en propiedad privada del régimen”. Es una historia similar a la de otros islamistas que marcharían a luchar a Siria, explica el politólogo hispano-sirio Gabriel Garroum Pla: “Gente que ha visto mundo, ha estudiado y tiene un cierto nivel económico, pero que quizás no encuentra su identidad. Más que un choque de identidades es no saber bien cuál es la tuya. Y de repente, tienen un momento de catarsis”.

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El proceso vivido por Al Nahhas fue más paulatino. Él ya simpatizaba con el islamismo político cuando, un año después de su llegada a Siria, comenzaron las protestas contra el régimen de Asad, a las que decidió unirse. “Íbamos a la mezquita para la oración de los viernes antes de salir en manifestación. Y todos rezábamos pensando que era nuestro último día de vida porque, a la salida, nos esperaban los gases lacrimógenos y las ametralladoras. Nos dejaban protestar unos 10 minutos y luego abrían fuego”, explica Nahhas en una entrevista en Estambul. “Cuando cada manifestación se convierte en cosa de vida o muerte, te aferras a lo que te hace seguir y hace que valga la pena morir, en nuestro caso fue la fe y la idea de libertad y dignidad que nos unía”, añade. La religión fue algo que sirvió de cemento desde el inicio de las protestas porque, cómo asegura el politólogo Garroum-Pla “en sistemas dictatoriales como ese no había otros canales abiertos para articular el descontento”.

Tras una de esas protestas, en julio de 2011, Labib y su hermano Kinan —también de nacionalidad española— fueron detenidos y torturados. Ellos, que venían de una familia acomodada, veían ahora de cerca la cara del régimen y entraban en contacto con las masas que sufrían. A su salida, y en un ambiente de creciente violencia, tomaron la decisión: había que armarse. “No nos dejaron otra opción. Fue en defensa propia ante la pasividad de la comunidad internacional. Cuando el régimen empezó a arrestar a las mujeres, a entrar en nuestras casas, a torturar manifestantes hasta la muerte, a atacar las mezquitas, ahí cruzó una línea roja”, dice Al Nahhas.

Los hermanos fundaron, junto a otros colegas, la brigada Al Ansar —formada mayormente por universitarios e integrantes de la clase media y ya con un distinguido tono islamista— que durante 2012 participó en los combates en la ciudad vieja de Homs.

No cabe duda de que ese islamismo radical del que hacían gala ya entonces algunos de los grupos rebeldes fue uno de los factores que contribuyó a la rápida sectarización del conflicto, aunque Al Nahhas se defiende alegando que fue el propio régimen el que optó por ese camino, llamando en su socorro a milicias chiíes de Irán y Líbano y enviando a la población alauí a los barrios suníes de Homs donde “quemaron niños y violaron a mujeres e hijas enfrente de sus padres”.

El batallón al que pertenecían los Nahhas se integró en un grupo mayor, Liwa al Haqq, en el que Labib comenzó a despuntar como dirigente político y al que llevó posteriormente a fusionarse con Ahrar al Sham. Hay fuentes sobre el terreno que achacan su rápido ascenso a que era uno de los correos que llevaba a los rebeldes el dinero de los donantes internacionales —fundamentalmente Qatar, Turquía y Arabia Saudí—, y es cierto que sus entradas y salidas de Siria se hicieron cada vez más frecuentes a partir de 2012. Otros lo atribuyen a las dotes personales de Labib, quien incluso ha exportado técnicas de gestión de equipos aprendidas en el campo de la empresa —como la metodología Seis Sigma— a la resolución de problemas dentro de los grupos armados. Amén de su pericia para navegar en diferentes aguas: ha sido capaz de tejer contactos diplomáticos con países de Oriente Próximo, Europa y América al mismo tiempo que, sobre el terreno, su grupo coordina el esfuerzo bélico entre grupos tan dispares como Al Nusra, filial de Al Qaeda en Siria, o las facciones moderadas del Ejército Sirio Libre.

Una de las mayores pruebas de su capacidad diplomática ha sido la negociación del levantamiento de los asedios a las localidades de Madaya, Zebadani, Fua y Kefraya, llevada por los hermanos Al Nahhas en conversación con emisarios iraníes. “La habilidad [de Labib Nahhas] para entender tanto la mente occidental como la siria demuestra un nivel de capacidad política habitualmente ausente en los círculos revolucionarios armados de Siria”, describe el experto en movimientos yihadistas Charles Lister, que lo conoce personalmente.

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