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LOS EFECTOS DEL FRENAZO ECONÓMICO CHINO (3)

El ponzoñoso legado de la industrialización en China

Las fábricas cierran, pero la contaminación que han vertido continúa dañando el cielo y la tierra

Ciudadanos con mascarillas durante la alerta por contaminación en diciembre en Pekín.
Ciudadanos con mascarillas durante la alerta por contaminación en diciembre en Pekín.K. K. H (REUTERS)
Macarena Vidal Liy

“El cierre de la planta nos ha traído una cosa buena: al menos podemos respirar mejor”, dice Lao Zhang. Este jubilado vive en el pueblo de Tiejuzhai, en pleno cinturón industrial a unos 200 kilómetros al noreste de Pekín, en la provincia de Hebei. La fábrica de acero Tangshan Antai, que se instaló en el vecindario hace una década, dejó de producir en octubre. Es una de las 16 factorías del sector que echaron la llave en Hebei a lo largo del año pasado debido a la ralentización económica y las medidas del Gobierno para reducir el exceso de capacidad. Pero su década de funcionamiento, aseguran los vecinos, ha dejado un legado de contaminación que será complicado erradicar.

Un país arrasado por la polución

El 60% del agua subterránea en China contiene elementos nocivos, según el Gobierno, que invertirá 28.600 millones de euros en combatir la contaminación del agua.

La contaminación en el triángulo industrial Pekín-Tianjin-Hebei cayó en 2015 un 25,6% respecto a 2013, según Greenpeace.

De las 183 factorías de carbón, hierro, acero y cemento de la provincia de Hebei, Greenpeace encontró que solo dos cumplen los estándares de emisiones.

El 19,4% de la tierra cultivable china está contaminada, según un informe del Ministerio de Recursos Naturales y de la Tierra. En 3,3 millones de hectáreas está prohibido sembrar.

“El pueblo está lleno de polvo de hierro”, se lamenta el jubilado, dando una patada al suelo y haciendo levantar una pequeña nube. “Mientras estuvo funcionando la fábrica, el aire era negro. La porquería se quedaba en la piel, en la ropa… ¡Lo que nos habremos gastado en detergente! La contaminación también afectó a la lluvia. Caía lluvia ácida, que perjudicó nuestros cultivos. Y nadie nos compensó nunca por eso”.

Xia Xuge, uno entre el centenar de parados que ha dejado la fábrica en este pueblo de unos 4.000 habitantes, está de acuerdo con él. “Los cultivos están arruinados. Antes crecían árboles frutales, pero la contaminación de la fábrica los ha matado. La tierra está demasiado contaminada”.

“La polución del aire puede afectar al suelo. Los elementos perjudiciales en el aire emitidos por las fábricas, como los sulfuros, los metales pesados y otras partículas tóxicas pueden asentarse directamente en las plantas y el suelo, contaminando el suelo y dañando las cosechas”, explican desde el Institute of Public and Environmental Affairs (IPE), una ONG china que combate la contaminación de las fábricas desde hace casi 10 años facilitando el acceso a datos e información pública.

“Indirectamente, los elementos contaminantes pueden verse absorbidos por la lluvia, la nieve o incluso la niebla, y resultar en lluvia ácida, que es también perjudicial para las cosechas y las plantas —explica IPE—. Las fábricas de acero, en particular, son grandes emisoras de dioxinas, muy perjudiciales para la tierra”.

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En la base de datos que mantiene IPE, Tangshan Antai aparece citada en siete casos de violación de las reglas desde 2008, por emisiones contaminantes o equipamiento inadecuado. En el más reciente, el año pasado, las autoridades provinciales le impusieron una multa de 32.000 yuanes (unos 4.500 euros) por superar el nivel permitido de partículas contaminantes arrojadas al aire.

Pero el fin de las operaciones de Antai no quiere decir que el aire de la zona vaya a ser mucho más puro. En toda la comarca de Tansghan son ubicuas las fábricas de acero, muchas de ellas igualmente culpables de incumplir las reglas. Hebei tiene una de las peores calidades del aire de toda China: siete de las 10 ciudades más contaminadas del país, incluida Tangshan, se encuentran en ella. La provincia acoge a 183 factorías de carbón, hierro, acero y cemento, de las que la ONG Greenpeace encontró en abril del año pasado que únicamente dos cumplían los estándares de emisiones.

Aunque los niveles de contaminación del aire en la provincia han empezado a reducirse. Según un estudio de Greenpeace publicado el mes pasado, la contaminación en el triángulo Pekín-Tianjin-Hebei cayó en 2015 un 25,6% con respecto a los niveles de 2013. Ello puede explicarse en parte debido a unos estándares medioambientales más estrictos y en parte ante los cierres de factorías motivados por la debilidad económica y las órdenes de Pekín para atajar el exceso de capacidad. Hebei ha prometido recortar una cuarta parte de su producción de acero  —60 millones de toneladas de un total de 240 millones— y un 15% de la de carbón —40 millones de toneladas y el principal contaminante en el país— para 2017.

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Aun con todo, según el estudio, Hebei se mantiene en el tercer lugar por concentración de las partículas contaminantes más peligrosas, las PM2,5, de diámetro inferior a 2,5 micras. La media diaria de la provincia es de 77,3 por metro cúbico de aire, solo por debajo de la provincia de Henan y de Pekín.

El departamento de inspección medioambiental local ha prometido cerrar para finales de 2016 aquellas firmas de menor tamaño que incumplan los estándares, según la agencia Xinhua, y subvencionará la inversión en instalaciones para la limpieza de desechos contaminantes de las fábricas en los sectores que causen mayor polución. También ha prometido invertir cerca de 31.200 millones de dólares para combatir la contaminación del agua. Pekín calcula que cerca del 60% del agua subterránea en toda China y el 70% en la llanura del norte —que incluye el cinturón industrial de Hebei— contiene elementos nocivos.

Aunque la contaminación más difícil de erradicar puede ser la del suelo. Un informe del Ministerio de Recursos Naturales y de la Tierra elaborado durante cinco años y mantenido en secreto hasta su divulgación parcial en 2014 ha encontrado que el 19,4% de la tierra cultivable china está contaminada. En 3,3 millones de hectáreas está prohibido sembrar, por la cantidad de tóxicos en el suelo.

La rápida industrialización en China —sumada a un uso excesivo de pesticidas— es la gran causa de ello. Además de las partículas contaminantes que puedan llegar del aire —que no es el factor principal—, los desechos tóxicos de las fábricas se filtran al suelo. En otros casos los agricultores emplean agua reciclada de la minería para regar sus campos. Entre los metales pesados que identificó la investigación se encontraban cobre, zinc, mercurio y cadmio.

Y una vez que llegan al suelo, si no se limpian, esos materiales “quedan ahí para siempre. Los metales pesados no son biodegradables”, apunta por teléfono Ada Kong, directora de la campaña contra Tóxicos de Greenpeace en el este de Asia.

Su eliminación puede ser muy costosa. Según Kong, limpiar un acre de terreno (4.046,86 metros cuadrados) puede llegar a costar en torno a los 14.000 euros.

Hasta ahora, el Gobierno chino se ha mostrado más lento a la hora de hacer frente a este tipo de contaminación que contra la polución del aire o del agua, que ya cuentan con sus respectivos planes de acción. Se espera que el del suelo, apunta Kong, se publique finalmente este año y “adopte medidas concretas para combatir el problema”.

Desde IPE apuntan que “para reducir daños a las cosechas y al suelo es fundamental reducir las emisiones industriales de contaminantes en el aire, y que las factorías cumplan los estándares de eliminación de desechos. Que las fábricas hagan públicos sus datos sobre eliminación de desechos permite que el público supervise su comportamiento medioambiental y contribuye a garantizar que se cumplen los estándares”.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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