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Lina Caro: “No soy víctima, soy sobreviviente del conflicto colombiano”

La mujer, que tuvo que dejar su hogar por la violencia, es una de las tres millones de desplazadas del país

Sally Palomino
Lina Caro en el centro de Bogotá.
Lina Caro en el centro de Bogotá.UNIDAD DE VÍCTIMAS

Es negra, desplazada por la violencia y tiene cáncer. Agrega que además es mujer, para enumerar las características por las que alguna vez se ha sentido discriminada. Lina Caro tiene 47 años y su nombre apareció en 2008 entre la lista de personas que, según grupos armados ilegales, debían ser eliminadas de María La Baja, un pueblo en el norte de Colombia en donde nació, pero del que tuvo que salir huyendo. Ella es una de las cuatro millones de mujeres que se han visto obligadas a abandonar sus hogares a causa del conflicto colombiano, según datos oficiales.

Caro prefiere contar brevemente por qué querían acabar con su vida. No entra en detalles porque aún siente miedo. Explica que todo empezó tras un pleito legal que tuvo con la empresa de loterías para la que trabajaba, cuya propietaria era Enilce López, ahora acusada por lavado de activos y presuntos vínculos con paramilitares. “Intenté reclamar mis derechos, pero a cambio tuve que huir para salvar mi vida”, dice. Salió de su casa junto a su nieta, a la que tenía bajo su cuidado, y con una maleta de ropa. Un día más tarde llegaron a la estación de transportes de Bogotá. “Tomamos el primer bus que vimos sin saber el lugar a donde íbamos”.

Se encontró con una ciudad de más de ocho millones de habitantes y con pocas opciones para salir adelante. “Iba a los restaurantes a pedir que me dejaran lavar los platos a cambio de comida”. También vendió bolsas de basura y dulces en la calle. Siempre tuvo techo gracias a que lograba juntar las monedas suficientes para pagar un lugar en donde dormir. Así estuvo hasta que por un problema de salud tuvo que salir de Bogotá. “Me enfermé y por recomendación médica me tuve que ir a una ciudad con un clima cálido como parte del tratamiento. Llegué a Sincelejo y allí intenté volver a empezar”.

Pero aún no había desaparecido de la lista negra que años atrás la había sacado de su pueblo. La estaban esperando. “Ahí empecé a recibir amenazas de Los rastrojos [banda criminal asociada con el paramilitarismo] y tuve que desplazarme. Sí, otra vez.” A finales de 2012 regresó a Bogotá, en donde había logrado, después de muchos trámites, entrar a la lista de la Unidad de víctimas del Estado. Ella es una de las cuatro millones de mujeres que han sido afectadas por el conflicto colombiano, según datos oficiales.

“Me he valido con lo que he podido. Aunque las ayudas no parezcan suficientes, sobre todo cuando uno tiene cáncer y necesita dinero para lograr una atención médica seria”. Ella paga casi 60 dólares mensuales para tratar su enfermedad y recibe un aporte económico del Estado de aproximadamente 150 cada tres meses. “Es una ayuda y no me quejo porque afortunadamente sigo teniendo fuerzas para trabajar. No me gusta que me vean con lástima. No soy víctima, soy sobreviviente del conflicto. Los que quedamos vivos de esa guerra, somos valientes más que cualquier otra cosa”, sentencia.

Lina habla de su condición como desplazada en una ciudad racista, machista, clasista. “Me han discriminado por el color de mi piel o por decir que vengo del campo, pero yo no me pongo mal. Al contrario, me siento importante. Si alguien de tez blanca me mira y se toma el tiempo de referirse a mí, es porque soy especial. Soy orgullosamente negra”. Ella sigue anhelando volver a su pueblo. O al menos poder acercarse a la zona de donde salió ocho años y en donde viven dos nietas, que aún no ha podido conocer.

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“Las cosas han cambiado. Todo lo veo mejor, más estable. Me he aferrado a la vida. Y aunque sigo sintiendo miedo de volver al lugar de donde tuve que salir, confío en poder hacerlo pronto”, dice. Mientras tanto vive de vender productos que hace con su máquina de coser y habla con orgullo de su participación en una organización que ayuda a jóvenes adictos a la droga en Soacha, en el sur de Bogotá. "La paz no es solo negociar con los grupos armados, la paz también es ayudar a que los muchachos tengan más alternativas de vida y no se vean obligados a consumir droga", repite.

Las mujeres, en las listas de víctimas

Del total de afectados incluidos en el Registro único de víctimas de Colombia, aparecen 4.191.924 mujeres y 4.113.176 hombres. En el caso de las mujeres, la mayoría fueron desplazadas por la violencia (3.412.074). Le sigue las que fueron asesinadas en el marco del conflicto (445.219), las víctimas de minas explosivas (1.007), las que desaparecieron (74.282) y las que sufrieron agresiones sexuales (11.819). Hasta enero de este año del total de mujeres, 348.809 recibieron ayuda económica y 68.865 acompañamiento psicológico.

Además, según datos oficiales, el Estado ha acompañado en proyectos de vivienda, educación y negocios a 222.140 mujeres víctimas en todo el país.

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Sobre la firma

Sally Palomino
Redactora de EL PAÍS América desde Bogotá. Ha sido reportera de la revista 'Semana' en su formato digital y editora web del diario 'El Tiempo'. Su trabajo periodístico se ha concentrado en temas sobre violencia de género, conflicto armado y derechos humanos.

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