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“El apagón informativo acelerará el camino al autoritarismo de Erdogan”

El informador, crítico con el Gobierno, afirma que en Turquía está ocurriendo un autogolpe

Andrés Mourenza
Andrés Mourenza

El periodista Yavuz Baydar (Estambul, 1956) forma parte de ese generación de periodistas e intelectuales liberales que, en su momento, creyó en las promesas reformistas del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista) y que hoy es fuertemente perseguida. Está acostumbrado a ello. Ya en 2004 fue destituido de Milliyet (centro izquierda) por revelar desde su columna como Defensor del Lector una noticia falsa que su periódico había publicado sobre los kurdos. En 2013 también perdió su trabajo en Sabah (centro derecha) por criticar la parcialidad del rotativo en la cobertura de las protestas de Gezi. Ahora, sus columnas han sido censuradas en Today’s Zaman (islamista liberal) tras ser el grupo mediático intervenido por orden de una Fiscalía controlada por el Gobierno. Y teme que lo volverán a echar. Sólo le queda la plataforma P24, donde, junto a otros destacados periodistas también despedidos en los últimos años, trata de mantener una de las pocas voces independientes que quedan en Turquía.

Pregunta. En los últimos años ha perdido ya varios trabajos…

Respuesta. No soy el único, mucho otros compañeros, unos 2.000 en los últimos dos años, han sido despedidos por defender los valores más básicos de nuestra profesión. [El presidente Recep Tayyip ] Erdogan está llevando a cabo una política sistemática de estrangular al periodismo independiente en Turquía.

P. ¿Por qué ahora ha tomado medidas tan drásticas como intervenir directamente los medios opositores?

R. Es simple. Una vez entras en el camino del autoritarismo, eso te lleva a tomar medidas cada vez más duras. Nada es suficiente para ti. El principal objetivo es controlar las televisiones, porque es el medio a través el cual la mayoría de la población recibe las noticias. Ahora mismo, toda la televisión está bajo control del poder excepto cinco canales. Pero si tu meta es un régimen en el que los medios estén a tu servicio, como en Azerbaiyán, en Asia Central o en Rusia, tienes que continuar por el camino de las confiscaciones y de las intervenciones. Es una vía inexorable.

P. Por tanto, ¿el objetivo de Erdogan es convertirse en un mandatario absolutista?

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R. Eso es algo en que la mayoría de los observadores de Turquía están de acuerdo. Al AKP le frustra ver que surgen informaciones independientes sobre lo que ocurre en Turquía: la reducción de derechos y libertades, la corrupción, la agitación en el sudeste kurdo. Por tanto, el apagón informativo permitirá acelerar el camino hacia un gobierno autoritario con control completo sobre todo. Lo que está ocurriendo en Turquía es un claro ejemplo de autogolpe al estilo del que ocurrió en el Perú de Alberto Fujimori, aunque él hizo lo que Erdogan por el momento no ha podido: eliminar el poder legislativo [El presidente turco busca convertir el actual régimen parlamentario en un presidencialismo que le otorguen amplios poderes].

P. Entonces, ¿tenían razón los intelectuales kemalistas cuando acusaban a Erdogan de tener una agenda oculta?

R. A finales de los noventa, todo el mundo se dio cuenta de que el sistema turco, estaba corrompido. La gran crisis económica de 2000-2001 fue la prueba de que había que modificar muchas cosas. Entonces llegó el AKP en 2002 con promesas de cambio, de repartir el poder entre las masas pobres y de recuperar la economía. Algunos intelectuales kemalistas, nacionalistas y de izquierda decían “Esta gente miente, tienen una agenda oculta y nos llevarán al islamofascismo”. Otros, como yo, éramos partidarios de no juzgar al AKP de antemano y ver qué hacían. De hecho, en aquella época se hicieron muchas reformas. Los medios se sentían mucho más libres que antes. Y se comenzaron a romper tabúes, por ejemplo se acabaron los mitos sobre los militares, que habían controlado el país.

P. El AKP, que ahora parece una formación monolítica, tenía entonces diversas facciones: islamistas, liberales, kurdistas, incluso socialdemócratas.

“Erdogan está tratando de cimentar su base de poder acercándose a ciertas fuerzas oscuras”

R. El AKP nació como un partido muy moderno respecto a los estándares turcos. Estaba liderado por un cuarteto formado por Erdogan, Abdullah Gül, Bülent Arinç y Abdüllatif Sener. Se reunían cada semana para debatir durante horas sobre todo tipo de cuestiones, y esa atmósfera de negociación se extendía al gobierno. El problema fue que, en 2007, con la marcha de Sener del partido y la elección de Gül como presidente, Erdogan vio su camino despejado para hacerse con el control del AKP. A raíz de las continuas victorias electorales y de la buena marcha de la economía, el éxito se le subió a la cabeza. En el congreso celebrado tras las elecciones de 2011, Erdogan comenzó a liquidar las facciones que apoyaban a Gül y a Arinç, rompiendo todos los mecanismos de control del partido. Y entró una nueva generación, eclipsada por el dinero, ambiciosa y corrupta. No quedó nada del islam y la moralidad que predicaban al inicio.

Para mí, la confianza otorgada al AKP se terminó con una cuestión muy simbólica, pero que me pareció brutal. Ocurrió en 2011, cuando Erdogan ordenó derribar una escultura construida como símbolo del proceso de reconciliación con Armenia porque le parecía “monstruosa”. La falta de reacción dentro del partido fue para mí un símbolo de que estaba naciendo una nueva era.

P. ¿Por qué Erdogan modificó una política que hasta entonces le había ido bien?

R. Erdogan tenía dos opciones, o continuar por la senda reformista y compartir el poder o acumularlo. En el contexto de Turquía, compartir el poder significaba apoyar la diversidad política, dar poder a la sociedad civil, reconocer derechos colectivos, por ejemplos de los kurdos o de los alevíes [chiíes heterodoxos]. Hay que ser un mandatario muy sofisticado y sabio para hacer eso y no erosionar tu base de votantes, y esas no son precisamente cualidades de Erdogan. Él se apoya en el culto a la personalidad, que es algo inherente a la sociedad turca. A los turcos les encanta adorar a un líder: lo ves en Atatürk, en [el líder del grupo armado kurdo PKK, Abdullah] Öcalan, en [el clérigo] Fethullah Gülen. Muchos valores democráticos no han cuajado, debido al sistema educativo, que no enseña a pensar de manera analítica, y a unas elites turcas, tanto burocráticas como empresariales, que no tienen un verdadero sentido de la democracia.

Erdogan tomó el camino fácil. En lugar de buscar consenso para aprobar una Constitución más democrática optó por aprovecharse de diversos sectores e instrumentalizarlos a su favor. Lo hizo con los liberales, con los seguidores de Fethullah Gülen , con los kurdos. Cuando abusas de un aliado, al final tienes que descartarlo e ir a por el siguiente. Ahora a quienes está utilizando es a los ultranacionalistas del partido MHP y a los militares.

P. Unos militares contra los que hasta hace no mucho dirigió una intensa campaña judicial…

R. El año pasado vimos una serie de absoluciones en los juicios sobre asesinatos extrajudiciales [durante las décadas de 1980 y 1990]. Erdogan está tratando de cimentar su base de poder acercándose a ciertas fuerzas oscuras a las que antes se oponía. Por ejemplo, gente que participó en la guerra sucia [contra el PKK], grupos de corte fascista, antiguos líderes mafiosos, gente con sangre en sus manos. Por ejemplo, ha nombrado comandante de Diyarbakir [la ciudad kurda más importante] a un general que fue procesado por el asesinato de 13 ó 14 kurdos. A los militares no les gusta el aventurerismo de Erdogan, porque está dañando las relaciones con Occidente y aislando a Turquía, pero a ambos les une ahora mismo la kurdofobia.

P. Hace sólo cinco años, al inicio de la Primavera Árabe, Turquía era vista por muchos como un modelo para los países musulmanes. ¿Qué ha ocurrido?

“La UE no se da cuenta de que el país se está convirtiendo en un infierno para los que quieren expresarse”

R. Ha habido una política exterior errática, de la que es culpable Erdogan. Comenzó con Armenia. Teníamos un proceso de normalización de relaciones cuidadosamente tejido por [el entonces presidente] Abdullah Gül y [el entonces ministro de Exteriores y ahora primer ministro] Ahmet Davutoglu, y Erdogan intervino a última hora para cargárselo. La Primavera Árabe hizo además aflorar el sentimiento neo-otomano y Turquía buscó el apoyo de los Hermanos Musulmanes para forjar una alianza suní de la que Erdogan se veía como líder. Pero este proyecto se derrumbó con la caída de Mohamed Morsi en Egipto y con la devastación de la guerra en Siria. Erdogan ha continuado con sus acciones erráticas en política exterior, desafiando todas las convenciones diplomáticas, enemistándose con todos los países del entorno y provocando fricciones con aliados históricos.

P. La Unión Europea era tradicionalmente vista por los intelectuales de Turquía como un garante de la democratización. ¿Ha cambiado esa imagen?

R. Hace poco estuve en la región kurda y allí han perdido completamente su fe en la UE. Hablamos de un sector de la población en el que antes el apoyo a la adhesión de Turquía a la UE era del 90 %. El sistema está metamorfoseando y me temo que dentro de un año no quedarán ni medios de comunicación ni académicos ni tribunales independientes. Tenemos a 1.800 periodistas, a 1.100 académicos y a cientos de personas más investigados por informar, por firmar manifiestos pacifistas o por supuestamente insultar al presidente, y podrían ir a la cárcel. La UE no se da cuenta de que Turquía se está convirtiendo en un infierno para esa gente que simplemente quiere expresar libremente lo que piensa. Esto puede llevar a una oleada de turcos pidiendo asilo en Europa.

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