_
_
_
_
_

“Si gana Trump, me voy a Cuba”

La novedad de viajar a la isla epata a los turistas americanos Mientras tanto los cubanos ven en Obama un atisbo de bienestar

Pablo de Llano Neira
Los turistas Hale y Madeline Kronenberg (izq) en La Habana este domingo.
Los turistas Hale y Madeline Kronenberg (izq) en La Habana este domingo.RAÚL ABREU
Más información
“If Trump wins, I’m moving to Cuba”

“¿Quién es ese? ¿El presidente de Cuba?”, pregunta, llegada desde Virginia, la turista Nancy Carwile señalando un cartel en La Habana. “Es Raúl Castro, sí, el presidente de Cuba”. “Ah, es Raúl… ¡Yo me lo imaginaba más joven!”. El primer recuerdo que tiene de Raúl Castro es un artículo que leyó en los cincuenta en Reader’s Digest. Para los estadounidenses mayores, Cuba es un recuerdo de páginas amarillentas, pero ahora, cada vez más, tienen la oportunidad de pisar la isla para constatar que no se ha quedado congelada en el tiempo.

En 2015 llegaron a Cuba unos 160.000 turistas procedentes del Antiguo Enemigo Imperialista. Un 77% más que en 2014. Son las primeras gotas de un flujo que podría convertirse en torrente a medida que Washington siga aligerando las trabas a sus ciudadanos para viajar al Antiguo Enemigo Comunista.

El sábado por la noche, en el inevitable Floridita, el bar donde Hemingway se ha quedado acodado en la barra con una borrachera de bronce, dos californianas cruzaban los dedos para que el eventual aluvión de turismo no estandarice La Habana. “Está tan libre de influencias occidentales”, suspiraba una –profesional de las nuevas tecnologías– con su mojito de fresa en la mano. Su compañera bromeaba con que ya sabía qué hacer si no le gusta el resultado de las próximas elecciones de Estados Unidos: “Si gana Trump, me vengo a vivir a Cuba”. Prefirieron no dar su nombre, porque como muchos otros americanos, para obtener el permiso de viaje a Cuba, han hecho el truco de inscribirse en un programa cultural que, como reconocen, “después nadie vigila que se cumpla”. El domingo tenían pensado irse a la playa a rebozar su programa en arena.

Hoy a mediodía, unas horas antes de que aterrizase Barack Obama, La Habana Vieja estaba tranquila. Por allí paseaba el matrimonio Kronenberg. Él, Hale, comentaba que le había sorprendido poder ver por cable en la tele del hotel la BBC y la CNN. “Imaginaba un ambiente más dictatorial y opresivo”, dijo, pero espera que la visita de Obama “impulse más los derechos humanos en Cuba”.

La familia Cabarrocas en La Habana.
La familia Cabarrocas en La Habana.RAÚL ABREU
Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Los Kronenberg hablaban delante de la catedral. A un costado del templo estaba otra familia, esta cubana: la abuela Erena Cabarrocas, la hija Diana Soria Cabarrocas y la nieta Samanta Soria Cabarrocas, tres afrocubanas con empatía mulata por otra familia que visitaría la catedral unas horas después: Sasha, Malia, Michelle y Barack Obama. “A él tenemos que agradecerle lo valiente que ha sido”, dijo la abuela. La hija se limitó a opinar con una sonrisa tímida que le parece “un hombre bonito”. Eso sí, tiene claro que no hay opciones: “La Primera Dama es muy fuerte y elegante. No me dejaría”.

En otra calle del casco antiguo, la habanera Milagros Ortiz mostraba un discurso aún antagonista. “Es bueno que venga Obama para que se restablezca la relación como es debido, pero yo estoy con la Revolución. Tengo 46 años, tres hijos y hasta ahora ninguno de ellos se me ha muerto de hambre”, dijo. Más tarde unos niños estaban diciendo que les parecía estupendo que viniera Obama y una señora de pelo cano se les acercó de repente y dijo: “Cuidado con la ideología. Ustedes nacieron en la Cuba socialista”. La miraron sin decir nada y uno de ellos continuó: “Y que tenga el placer de conocer al equipo cubano de pelota”.

En Cuba, los americanos ven belleza, historia, gente amable. En Obama los cubanos ven un motivo para tener esperanza en el bienestar, el mayor de sus anhelos. No lo alaban como un redentor de sus carencias, pero se refieren a él con aprecio y su nombre está presente por todas las esquinas. Una mujer contaba este domingo que en un bautizo un cura se había puesto a reflexionar sobre la visita del hombre del Despacho Oval. Entonces, con el bebé en la pila bautismal, una niña levantó la voz e hizo una pregunta sensata: “¿Pero por qué habla de Obama en un bautizo?”.

Obama, aplaudir o no aplaudir

Uno de los momentos álgidos de la visita de Obama será su asistencia el martes al partido amistoso de béisbol entre la selección cubana y los Tampa Bay Rays de Estados Unidos.

Será el baño de masas cubano del presidente de Estados Unidos. Lo rodearán 50.000 personas en el Estadio Latinoamericano de La Habana. Las entradas son gratis y el gobierno cubano las ha repartido entre militantes y organizaciones sociales, al parecer con un par de indicaciones: "No aplaudir cuando entre Obama y no llevar gorras ni sombreros", asegura 14ymedio, un diario local cuyo acceso por Internet está vetado dentro de la isla.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_