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La Haya absuelve al ultranacionalista serbio Seselj de crímenes de guerra

Los jueces dicen que la fiscalía no ha probado su responsabilidad en los crímenes contra la humanidad en los Balcanes

Vojislav Seselj, en Belgrado el pasado día 24. / MARKO DJURICA (REUTERS)Foto: reuters_live
Isabel Ferrer

La absolución del político serbio Vojislav Seselj, uno de los líderes ultranacionalistas de mayor tirón popular en su país, por parte del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) ha sorprendido al propio acusado. Él esperaba 25 años de cárcel. La fiscalía pedía 28, en virtud de los nueve cargos de crímenes de guerra y contra la humanidad perpetrados en la guerra de los Balcanes que le atribuía.

El pliego acusatorio le consideraba responsable de haber incitado con sus discursos a la muerte, tortura y deportación de la población no serbia de Bosnia y Croacia. De ser el ideólogo de la limpieza étnica en nombre de la Gran Serbia, un ideal territorial que todavía propugna. Los jueces, sin embargo, han concluido que no ha podido demostrarse “el lazo causal directo entre los delitos, que sí tuvieron lugar, y las alocuciones políticas del procesado”. Es más, califican éstas de “una manera de galvanizar a las tropas en tiempo de conflicto, pero no una llamada al asesinato”. Al no ser responsable de unos delitos que desconocía y tampoco apoyó, Seselj es ya un hombre libre. “La única decisión posible”, según dijo desde Belgrado, donde los médicos le tratan de un cáncer.

El varapalo recibido por los fiscales ha sido mayúsculo porque la sentencia desbarata sus dos ejes acusatorios: “Seselj no participó en una empresa criminal conjunta destinada a la persecución y expulsión de las comunidades no serbias de sus tierra”, y “su propaganda ideológica no es una incitación al crimen, sino para enardecer a las tropas”. En otro pasaje esencial, el presidente de la sala, Jean-Claude Antonetti, dijo que la acusación “no ha demostrado la realidad de una campaña sistemática de ataques contra la población no serbia en amplias zonas de Bosnia y Croacia”. Después llegó el peor golpe jurídico, porque añadió que “las pruebas presentadas afirman todo lo contrario, esto es, la existencia de un conflicto armado entre fuerzas militares enemigas con participación de civiles”.

“Estoy seguro de que las víctimas, y muchos otros, no estarán satisfechos con esta decisión”, afirmó el fiscal jefe, Serge Brammertz, al concluir la sesión, para después admitir que pensará si recurre. “El veredicto es una vergüenza”, declaró a su vez el primer ministro croata, Tihomir Oreskovic. En uno de los mítines más famosos de Seselj, citado en el TPIY, el político clamó en 1991 que “ningún Ustasha (término peyorativo dirigido a los croatas) debe salir vivo de la ciudad de Vukovar”. Según el fallo, “intentaba animar a sus seguidores, más que llamarles a provocar una masacre”. A pesar de su rechazo e insultos a la justicia internacional en La Haya, Seselj se ha sentado en el banquillo de los acusados. En su tierra, por el contrario, no es solo el fundador y presidente del Partido Radical de Serbia. En estos momentos, la agrupación roza el 5% necesario para regresar al Parlamento, del que lleva fuera cuatro años. De ahí que Munira Subasic, presidenta de la Asociación de Madres de Srebrenica, que perdió a 22 familiares en el genocidio de 8.000 varones musulmanes por las tropas serbobosnias, haya dicho que el TPIY “ha premiado la ideología de la persecución y los crímenes de guerra”.

Es la primera vez que el TPIY lee una sentencia en ausencia del acusado, pero este proceso ha sido distinto desde el principio. Aunque el político serbio se entregó voluntariamente en 2003, ha protagonizado dos huelgas de hambre, le condenaron por desacato por intimidación de testigos, fue candidato a las elecciones serbias a pesar de estar encerrado y nunca ha reconocido la competencia de la corte. Sus maniobras dilatorias fueron denunciadas por la fiscalía, y los jueces le recriminaron en su día por abogar por la libertad Serbia frente a ellos, y por insultarlos.

De todos modos, cuando en 2014 le fue diagnosticado un cáncer de colon, le dejaron marchar a Belgrado para recibir tratamiento. La acusación se opuso entonces a la libertad provisional porque vio peligro de fuga, y los médicos holandeses estaban capacitados para cuidarle. Pero sobre todo, porque incumplió las condiciones de su marcha. Tenía prohibido volver a la política, y sus primeras palabras al aterrizar fueron las siguientes: “No pienso regresar; que vengan a detenerme”. El TPIY revocó su propia orden en cuestión de semanas y pidió al Gobierno serbio, sin éxito, que lo retornaran de inmediato. A principios de marzo de este año, sin embargo, La Haya dijo que su presencia no era necesaria para escuchar el veredicto. Según Belgrado, su tratamiento médico no podía interrumpirse y así ha sido.

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El sueño de una Gran Serbia

Nacido en Sarajevo en 1954, Seselj estudió Derecho y fue encarcelado en 1984 por criticar a los comunistas en el poder. Los problemas académicos derivados de su encierro le llevaron a regresar en 1989 a Estados Unidos, donde había impartido clases a finales de los años setenta. A principios de 1990 se autoproclamó Duque de los Chetniks, un título simbólico que le ponía al mando de los partidarios de la creación de una Gran Serbia. Derivada de la ideología de la organización guerrillera y nacionalista serbia del mismo nombre de la II Guerra Mundial, su ideal era el mismo: la unificación serbia en un Estado libre de otras poblaciones. En 1991, cuando la extinta Federación Yugoslava hacía aguas, fundó el Partido Radical de Serbia y abogó en sus discursos por la expulsión masiva de croatas y demás grupos de la mayor parte de Yugoslavia. “Donde haya tumbas serbias hay tierra serbia”, aseveró, en una de sus arengas.

Para 1998, el Partido Radical Serbio formó una coalición con el Partido Socialista, dirigido por Slobodan Milosevic, que luego llegaría a presidente del país. Seselj se convirtió en su vicepresidente y uno de sus principales aliados. La relación se rompió cuando el primero consideró que su segundo era demasiado violento y ya no le servía para sus fines políticos. (Acusado de genocidio, crímenes de guerra y contra la humanidad, Milosevic murió en 2006 en la cárcel del TPIY sin que pudiera dictarse sentencia).

Seselj presentó la dimisión de su cargo en 2002, y un año más tarde se entregó al TPIY. A pesar de estar ya en prisión preventiva, en septiembre de 2003 fue el segundo candidato más votado en las elecciones presidenciales. Ganadas por su propio partido, liderado por Tomislav Nikolic, y a pesar de que Serbia sopesaba la integración europea —todavía es candidata a la UE— el nacionalismo radical mantenía gran apoyo popular. “El Tribunal piensa juzgarme, pero seré yo quien juzgue a Estados Unidos y a la OTAN. Nadie puede vencer la idea nacional serbia”, dijo, poco después de ser internado en espera del juicio que acaba de concluir. 

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