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“El wahabismo es la nueva ortodoxia del islam”

Rachid Benzine, islamólogo, defiende una relectura histórica del Corán

Rachid Benzine.
Rachid Benzine.AFP

Rachid Benzine (Kenitra, 1971) es un estudioso del pensamiento islámico contemporáneo que cree que es inútil buscar una causa única que explique qué lleva a jóvenes criados en Europa a saltar por los aires llevándose por delante al mayor número de inocentes posible. Piensa que hay un sustrato teológico y social complejo, que nace en parte de las lecturas rigoristas cada vez más en boga en el mundo musulmán. Benzine considera que el wahabismo —la versión radical del islam de inspiración saudí— es “la nueva ortodoxia” y que el trabajo principal consiste en desmontar los mitos simplistas que constituyen el principal nutriente del Estado Islámico (ISIS).

Criado en Francia, Benzine da clases en diferentes universidades y conoce bien los argumentos que excitan los debates en los cafetines y los hogares musulmanes de Europa y del mundo árabe.

Pregunta. ¿Cómo se explica que cada vez haya más jóvenes musulmanes nacidos en Europa dispuestos a matar en nombre del islam?

Respuesta. Hay tres factores fundamentales. Dentro del islam existe un estado de guerra interna. Desde hace 40 años, el wahabismo y los Hermanos Musulmanes han logrado cambiar el panorama del islam en el mundo. Hay además un contexto de gran violencia desde hace 30 años, con las guerras de Afganistán, Irak, Siria, de las que han surgido sociedades en estado de descomposición, que permiten movilizar a la gente en nombre de un imaginario, del islam. Por último, es importante reconocer que hemos abandonado a parte de nuestra juventud procedente de las excolonias y como resultado tenemos sociedades muy desiguales. Es un terreno fértil para la ideología política y religiosa del ISIS.

P. ¿Cómo es posible que el wahabismo esté ganando la guerra interna del islam?

R. El islam tradicional está desapareciendo y el wahabismo es la nueva ortodoxia, impulsada por el petrodólar. Es un tipo de religión que se adapta muy bien a la modernidad. Es como el McDonald’s, se puede implantar en cualquier sitio. Es lo suficientemente simple y rigorista como para que lo pueda absorber cualquiera. Se basa en una división en subgrupos: lo puro frente a lo impuro, los musulmanes frente a los infieles. Se transmite fácilmente y se propaga a gran velocidad por Internet.

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P. Usted defiende una relectura del Corán.

R. Hay que hacer una aproximación histórica al primer Corán utilizando las ciencias humanas; es decir, hace falta occidentalizar el islam. Hay un déficit histórico y antropológico. El islam de hoy es una teoría de Abd al Wahhab, del siglo XVIII. Hay que ­desislamizar el Corán.

P. ¿Qué impide que otras lecturas del Corán se impongan?

R. Por un lado, el islam rigorista, el wahabismo, y el islam político (los Hermanos Musulmanes), y también, por supuesto, los Estados árabes, que se asientan sobre una de estas dos corrientes. Han logrado que cada vez más gente utilice el islam como una forma de identidad, y eso es explosivo. Si lo incorporas como parte de tu identidad, para deconstruirlo tienes que destrozar tu propia identidad, y eso es muy difícil.

P. ¿Qué más hace que el discurso del autoproclamado Estado Islámico resulte tan magnético para los jóvenes, incluidos los europeos?

R. El discurso del ISIS se asienta sobre tres mitos muy importantes. Primero, el mito del califato, la idea de que hay que restaurar una autoridad simbólica musulmana frente a Occidente. El segundo es la Hégira [la marcha del profeta Mahoma de La Meca a Medina en el años 622], la idea de dejar la tierra en la que viven para emigrar a un lugar en el que solo haya musulmanes. Y el tercero es el fin el mundo. Piensan que Siria es el combate final, que deben ganar los musulmanes. Sienten que Europa no les ofrece nada y viene el ISIS y les seduce con un proyecto contrarrevolucionario, con valores como la pureza o la restauración de la unidad musulmana. Además, ha sabido cooptar la lucha por la dignidad que hizo que los jóvenes se rebelaran en las primaveras árabes. No hay nada más poderoso que los mitos, porque son lo que movilizan a las sociedades.

P. Los imames hace tiempo que parecen haber perdido el monopolio de la autoridad.

R. La autoridad religiosa en el islam ha saltado por los aires. Asistimos a un momento de recomposición de la autoridad.

P. En los barrios europeos, los jóvenes musulmanes se quejan de que sufren discriminación y de que los países occidentales matan con impunidad a sus hermanos musulmanes en Afganistán, en Irak o en Siria. El ISIS vive de explotar el victimismo. ¿Cómo se rebate el victimismo?

R. Por un lado, Occidente sigue considerando el islam como una religión extranjera para extranjeros, no forma parte de su ADN. Pero, sobre todo, estamos en un periodo de radicalización identitaria tanto en Occidente como en el mundo musulmán. Hay un discurso de ruptura en ambos mundos que se retroalimenta. Es el discurso de ellos contra nosotros. Desde Occidente se piensa que estamos en peligro tanto en el plano simbólico como en el físico, que los musulmanes vienen a matarnos incluso a nuestras casas. Los musulmanes también sienten una separación creciente entre ellos y los kufar, los infieles. Sienten que en Europa no les dejan profesar su religión, que no les dejan ir a trabajar ni a la escuela con el velo. Es para ellos una prueba inequívoca de la humillación que sufren los musulmanes. Y cada vez se van posicionando más en contra de la república, de la laicidad y de la igualdad de las mujeres. No es un choque de civilizaciones, es un choque de incultos.

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