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Tribuna
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La vida que no calla

Berta Cáceres, nuestra madre, asumió la historia de resistencia y rebeldía del pueblo lenca

Berta Isabel Cáceres Flores, ese es el nombre de nuestra madre, de la guardiana de los ríos, de una de las protectoras de la vida. Le dispararon en el pecho tratando de detener su latido, pero su latido se encuentra en todo el pueblo lenca, en nosotras sus hijas e hijo, y en todas las personas que soñamos y luchamos por un mundo lejos de la injusticia.

Con balas pretendían parar su claridad, su fuerza, su resistencia, su vida, pero se equivocaron los asesinos, los que piensan que matando, borran las luchas. Berta Cáceres, nuestra madre, que asumió la historia de resistencia y rebeldía del pueblo lenca, su pueblo, es acogida por esa historia, para asentarse en nuestros cuerpos y espíritus. Berta, nuestra madre, a la que los asesinos pretendían dejar sin aliento, se ha multiplicado y ha trascendido. Berta, es ahora colectividad.

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Su pensamiento integral, sus acciones efectivas y su amor inmenso eran imparables. No permitió que los proyectos de muerte se apoderaran de los territorios indígenas, tampoco permitió el saqueo de la naturaleza, ni el exterminio de la cultura lenca. Su escucha activa y su voz potente, se prestaron para ser eco de los dolores y de las resistencias de un pueblo abusado por el capitalismo, el racismo y el patriarcado.

Su asesinato ocurrió en medio de nuestra lucha contra un proyecto de muerte, uno de esos que pretenden pasar por encima de la dignidad de los pueblos, por encima de su autonomía, de su historia. Ella siempre fue amenazada por sostener sus convicciones, en defensa de los derechos de los pueblos indígenas de Honduras, la defensa de nuestro territorio ancestral y nuestros bienes comunes de la naturaleza. Sin embargo, su situación de riesgo se agravó desde el año 2013, en el que comenzó la construcción del proyecto denominado “Agua Zarca”, por parte de la empresa DESA, en el Río Gualcarque y que afectó principalmente a la comunidad de Río Blanco.

Desafortunadamente, la concesión de este proyecto es una de las más de 240 concesiones otorgadas en el marco del golpe de Estado, que ocurrió en Honduras en el año 2009. Ninguna de estas concesiones respetó el principio de autodeterminación de nuestros pueblos ni tampoco cumplieron de la consulta previa, libre e informada. Concesiones ilegales e ilegítimas contra las que luchó nuestra madre hasta el fin.

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Hoy, a más de un mes de su asesinato, la impotencia nos golpea y el dolor aumenta cuando tenemos que vivir, en carne propia y de manera amarga, la inoperancia y mala voluntad de un Estado que nunca nos quiso ayudar. Un Estado incapaz de llevar una investigación de manera eficiente e imparcial, que nos levanta un muro de silencio, violando así nuestro derecho a participar de manera activa en la investigación, y que no nos cuida a pesar de que está obligado a hacerlo.

El dolor quema cuando nuestras voces no son escuchadas, cuando pedimos una comisión de investigación, internacional e independiente para que este crimen contra la humanidad no quede impune. El dolor nos hace llagas cuando DESA, empresa violadora de derechos humanos, sigue trabajando para cortar nuestro sagrado río Gualcarque.

El dolor no nos paraliza, no nos impide soñar, pero se volverá insoportable si el mundo calla y olvida a la guardiana de los ríos, a la cuidadora de la vida, a la que también nos cargó en el vientre, a nuestra madre, Berta Isabel Cáceres Flores.

* Olivia, Berta, Laura y Salvador Cáceres Zuniga son hijas e hijo de Berta Cáceres.

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