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“La corrupción viene de largo. Pero a Dilma le ha estallado en las manos”

El extrarradio no participa de las protestas a favor o en contra del Gobierno, pero tiene diversidad de opiniones

Asunción Araújo: "si está malo con Dilma, sin ella va a empeorar".
Asunción Araújo: "si está malo con Dilma, sin ella va a empeorar".V. M.
Marina Rossi

"Estoy a favor del 'impeachment' de Dilma. Pero si Lula vuelve en 2018, le votaré". El conductor de autobús João da Silva, de 40 años, desafía el tópico de Brasil sobre la periferia de las grandes ciudades. Las grandes manifestaciones a favor o en contra de la permanencia de Dilma Rousseff tienen lugar a muchos kilómetros de distancia, en el centro de São Paulo, Río de Janeiro o Brasilia, y los vecinos de barrios de extrarradio, en general humildes, no suelen participar. Pero eso no quiere decir que no tengan opiniones sobre la crisis política que agita desde hace meses Brasil. Y la diversidad de sus opiniones, además, escapa de la polarización que últimamente se ha hecho con el país.

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“Dilma necesita salir porque no está consiguiendo gobernar, pero no creo que sea corrupta”, opina, por ejemplo, Ilana de Oliveira Lima, de 19 años. Esta joven no participa de las manifestaciones. Los motivos son parecidos a los de otros habitantes de su barrio: el centro queda lejos. Y el domingo es el único día de descanso. O, en la mayoría de los casos, el domingo también es día de trabajo.

Le pasa lo mismo a Helberton Rodrigues da Silva. Cree que Rousseff debe dejar el Gobierno, pero no participará hoy en la protesta a favor del impeachment porque tiene que atender el puesto en el que vende dulces en la terminal de autobuses de Grajaú (sur de São Paulo). Helbrton, que está en su veintena, nunca ha ido a una manifestación.

Anthony Cavalcante, dueño de una tienda de libros en la zona de Guaianases (este de São Paulo), querría ir a las protestas contra Rousseff, pero el domingo también trabaja. Está en contra de la presidenta, y decepcionado con la política en general. "En Brasil solo eres castigado si no pagas la pensión. En ese caso, vas a la cárcel. Pero el resto...". El conductor João da Silva, que vive en Grajaú (sur de São Paulo), también es escéptico con los políticos. "La corrupción viene de largo, pero la bomba estalló en las manos de Dilma", reflexiona. Aún así, volvería a confiar en Lula, que gobernó Brasil entre 2003 y 2010. "Es un Gobierno que ya conozco", dice.

Otro factor importante para que la periferia no salga a las calles es la dependencia de programas y beneficios sociales de las clases bajas. En Grajaú, la zona de São Paulo con mayor número de beneficiados por el programa de ayudas gubernamentales Bolsa Familia (el programa estrella del Partido de los Trabajadores que beneficia a madres con hijos en edad escolar), Dalva Oliveira, de 39 años, que es ama de casa, cuenta que se registró para recibir el subsidio hace 15 días y que ahora espera una respuesta. "Pero si Dilma cae, no voy a conseguirlo", se preocupa. Por eso no ha decidido si está a favor o en contra de la destitución de la presidenta.

Maria Assunção Araújo, "petista [simpatizante del PT] hasta la muerte" está en cambio muy agradecida al Gobierno del PT, que consiguió sacar a 30 millones de brasileños de la pobreza en su década en el poder. "Después de que gobernase mi querido Lula, viajo en avión todos los años". Ahora está indignada y preocupada por el futuro: "¿Qué crimen ha cometido Dilma? Y, además, si las cosas están mal con ella, sin ella van a ser mucho peores. Seremos esclavos del PMDB [Partido del Movimiento Democrático Brasileño, de centro derecha, al que pertenece el vicepresidente Michel Temer]".

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La falta de información tampoco ayuda a que los vecinos de la periferia se impliquen en la política. "No sabemos lo que está pasando", se queja Dalva Oliveira. "Las cosas no se aclaran, nadie prueba nada". "No puedo decir que ella haya robado, porque no lo sé. Pero si están pidiendo el impeachment, es porque alguna cosa habrá hecho", aventura José Francisco de Oliveira, que atiende un puesto en un mercado del este de São Paulo. Pase lo que pase, tampoco es optimista sobre lo que está por venir: "Si alguien llega al poder y dice que todo va a mejorar, es mentira".

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Sobre la firma

Marina Rossi
Reportera de EL PAÍS Brasil desde 2013, informa sobre política, sociedad, medio ambiente y derechos humanos. Trabaja en São Paulo, antes fue corresponsal en Recife, desde donde informaba sobre el noreste del país. Trabajó para ‘Istoé’ e ‘Istoé Dinheiro’. Licenciada en Periodismo por la PUC de Campinas y se especializa en Derechos Humanos.

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