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Los pescadores todavía temen un tsunami en Ecuador

El terremoto termina de hundir la precaria economía de los trabajadores del mar, ya azotada por El Niño

Un pescador de Manta, Ecuador.
Un pescador de Manta, Ecuador. EDU LEÓN

Una bandera de Ecuador y otra de color rojo, que indica que no es hora de volver al mar, coronan una loma de Crucita, una de las playas afectadas por el terremoto. A pesar de que ya ha pasado un semana, una familia de pescadores sigue en esta loma por temor a un tsunami. "Ese día subimos con la ropa que andábamos, luego comenzamos a subir colchoncitos para tender en esta tierra dura y sábanas para hacer toldos", cuenta Francisco Tuárez. "Aquí nos vamos a quedar hasta que veamos que no hay ningún movimiento", asegura su esposa, Mery Alcívar, que desde hace ocho años también pesca en altamar para ayudar a su esposo. Cada vez que hay una réplica todos miran al mar porque les han dicho que previo al tsunami las aguas se retraen y después viene una ola inmensa que arrasa con todo.

Mery es más cauta que su esposo y cree que todavía no es hora de volver al mar. "Las aguas están revueltas y no hay pesca", dice ella. De momento su lancha, que lleva el nombre de sus tres hijas, María, Mercedes y Guadalupe, está atada en la playa junto a otras tantas que se mantienen en tierra firme. La mujer no quiere vivir aquello que cuentan los que estuvieron en el agua durante el terremoto. "Dicen que fue horroroso estar fondeado mar adentro, no se podía recoger las redes porque era como que algo nos jalaba para dentro, había olas inmensas", comenta.

En Crucita solo algunos pescadores están saliendo durante el día, se adentran unas pocas millas para conseguir el sustento diario. No se animan a ir más lejos por consejo de la guardia costera y tampoco quieren traer más pescado porque los comerciantes se han esfumado de la playa. Los pescadores están convencidos de que el terremoto ha terminado de hundir su precaria economía, que ya había sido tocada por el fenómeno de El Niño, que en estos días da sus últimos coletazos.

"Aquí tenemos cuatro o cinco meses sin trabajo, el Niño cambió las aguas y el pescado se extravió", afirma Ramón Torres, presidente de la cooperativa de pescadores Arena y Mar. Manabí, que es la provincia más afectada por el terremoto, es también la que más actividad pesquera tenía. El 65% de la producción pesquera se concentra en esta provincia y hay 19.000 pescadores, que representan el 31% del total del país. Manabí es clave para la producción de atún, que es un producto de exportación. El 69% de los desembarcos de atún se hace en Manabí, donde está concentrado el 81% de las empresas atuneras.

Casi 4.000 de los pescadores asentados en Manabí son artesanales y son los más golpeados. En los buenos tiempos cobraban apenas un dólar y medio por un barreño lleno de sardinas y 40 por una tina llena de otro pescado, pero llevan meses sin ganancias. El impacto en las pequeñas economías domésticas como las de Francisco y Mery es evidente. A esta pareja, que ahora vive de los enlatados y otros víveres que les donan, les apremia la cuota del préstamo de 5.000 dólares que sacó el año pasado para comprar un nuevo motor.

Las embarcaciones que permanecen en la playa son usadas para descargar las provisiones que llegan desde Manta en los barcos de la Armada Nacional. Los pescadores llegan hasta allí y pelean con otros que se acercan para arrebatar los víveres. Esa misma pelea se repite en tierra.

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