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Las claves del TTIP

La UE y EE UU negocian esta semana en Nueva York para desatascar el tratado comercial

Manifestaciones en Alemania en contra del TTIPFoto: reuters_live
Lucía Abellán

Cuando el presidente estadounidense, Barack Obama, visitó por última vez Europa, los negociadores europeos y estadounidenses del tratado comercial entre ambos bloques se reunían simultáneamente en Nueva York para acelerar los trabajos. Aunque ya hay otra ronda fijada para julio, la pretensión es apurar la fase de contenidos para pasar pronto a lo que los expertos llaman “final de la partida”. Un objetivo que se antoja lejano, a la vista de las trabas técnicas que atraviesa el proceso y, sobre todo, del rechazo público que suscita en muchos países comunitarios.

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La llamada Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP por sus siglas en inglés) es mucho más que un tratado comercial. Se empezó a negociar en 2013 para facilitar los intercambios entre dos regiones que suman el 60% del PIB mundial, pero también con un fin más ambicioso: armonizar regulaciones y, de ese modo, fijar estándares para el resto del mundo. Muchos colectivos en Europa temen que esa homogeneización suponga una rebaja de la protección en ámbitos que la UE regula más estrictamente. En Estados Unidos, algunas objeciones se centran en el mayor acceso que tendrían las firmas europeas a contratos en el país norteamericano. Un estudio encargado por la Comisión Europea otorga al tratado la capacidad de elevar un 0,5% anual el PIB de la UE y un 0,4% el de Estados Unidos. Los detractores relativizan esas cifras.

¿En qué consiste la parte comercial?

Los aranceles aduaneros entre Estados Unidos y Europa son ya muy bajos: un 2% de media, aunque la situación es muy dispar en función del producto. Más de la mitad de lo que se intercambian ambos bloques no está sujeto a esas tarifas. El resto varía. Las materias primas, por ejemplo, abonan una horquilla entre el 1% y el 3%. Pero bienes como la ropa o los zapatos soportan una cuota del 30%. Y como máximo exponente del encarecimiento figura el arancel que Estados Unidos impone al tabaco europeo sin liar: un 350%. Aunque nada en este acuerdo es sencillo, el capítulo comercial es el menos conflictivo de los que se negocian.

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¿Cómo se fomenta la inversión?

El acuerdo pretende potenciar el negocio de las empresas europeas al otro lado del Atlántico y viceversa. El modo último de proteger esos intereses se ha convertido en el aspecto más controvertido del acuerdo. Para solucionar posibles disputas que pudieran encontrar las empresas con las autoridades en territorio ajeno, el acuerdo fijaba una cláusula de resolución de conflictos con un arbitraje técnico que permitiría eludir la justicia. Toda la oposición pública al acuerdo se concentró en esa cláusula; para contrarrestarla, la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, ideó un tribunal formado por jueces –no abogados u otros expertos, como en el esquema inicial- específico para este caso. Resulta dudoso que Estados Unidos vaya a aceptarlo.

¿Quiénes se oponen al acuerdo?

Las reticencias comenzaron en ONG, organizaciones civiles y partidos políticos como Los Verdes. Pero los recelos han ido calando en la opinión pública hasta el punto de sacar a miles de personas a la calle en Alemania, el gigante exportador por excelencia de la UE, el pasado fin de semana. Un tercio de los alemanes considera el acuerdo negativo, según una encuesta de la fundación Bertelsmann Stiftung (en Estados Unidos, el porcentaje de rechazo es del 18%). En Francia, uno de los países más proteccionistas, los apoyos tampoco son mayoritarios. Y con Reino Unido inmerso en su referéndum de posible salida de la UE, la Comisión Europea, encargada de negociar el pacto con Washington, no está sobrada de apoyos en las grandes capitales para culminar el proceso.

¿Qué ocurrirá con las normas?

Los negociadores quieren armonizar la regulación en siete áreas específicas: materiales cosméticos, productos de ingeniería, nuevas tecnologías, materiales médicos, pesticidas, productos farmacéuticos, textiles y vehículos. Bruselas suele utilizar el ejemplo de los automóviles para justificar la armonización: si un país ya aplica estándares técnicos, pero al otro lado del Atlántico difieren levemente, ¿por qué someterlos a un doble proceso? El razonamiento, sin embargo, no es tan sencillo. En capítulos sensibles como los cosméticos y los pesticidas, donde Europa tiene estándares de protección más elevados –hay una lista de 1.372 sustancias prohibidas para los cosméticos en la UE- , los críticos del TTIP temen que el resultado de acercar legislaciones sea rebajar la protección al consumidor.

¿Es transparente la negociación?

Uno de los elementos que más han movilizado a la opinión pública contra el tratado comercial ha sido la acusación de falta de transparencia. Como ocurría también con la cláusula específica de inversores -presente en otros acuerdos europeos, como el firmado con Canadá-, la opacidad respecto al TTIP no era en principio muy diferente a la mantenida con otros tratados. Con la filtración de los primeros documentos, la Comisión Europea cambió de estrategia y decidió publicar algunos de ellos (pese a los recelos estadounidenses). Bruselas presume de haber divulgado ya 15 propuestas legislativas o informes que fijan la posición comunitaria. El Parlamento Europeo tiene, además, una sala habilitada para que los eurodiputados puedan examinar textos ajenos a la luz pública. Las fuertes medidas de seguridad previstas dan un aire misterioso a cada consulta.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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