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Tribuna
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La verdadera intervención

El problema de Colombia es que las estructuras criminales regulan la economía ilegal

Diana Calderón

Las organizaciones criminales han logrado trasladar su terror no solo a los espacios que van quedando de las guerras intestinas en el campo, en la pobre ruralidad, sino a las ciudades, en el corazón del mundo urbano, donde el mal llamado microtráfico controla la indigencia y la prostitución con menores. Y es porque en Colombia tenemos un problema de economías ilegales y las estructuras criminales regulan esa economía.

Ocurre además en momentos en que nuestro país busca poner fin a su conflicto de 50 años que se ha alimentado precisamente de la coca, el narcotráfico y la minería ilegal, y cuando se aproxima por fin la fecha para el cese bilateral y la dejación de armas de las FARC además de las medidas para garantizar la seguridad en el posconflicto.

Cada ciudad del mundo tiene su olla. Ninguna se salva de esos infiernos donde duermen los habitantes de la calle, consumen día y noche bazuco, Popper, pegante, duermen bajo la lluvia o en las cuevas de edificaciones abandonadas. En Bogotá esta semana se realizó la intervención de la más grande olla del vicio, el Bronx, antes llamado El cartucho, con la esperanza de que esta toma del sector, la cuarta en los últimos años, que se ubica a pocas cuadras de la Casa de Nariño, el Congreso y los centros de poder, sea exitosa.

Lo allí encontrado parece sacado de las peores películas de terror. Quienes cuidan a los barones de la droga, se hacen llamar ahora Sayayines. Los antes carteles toman el nombre de ganchos y la droga se vende con los dibujos de figuras de tiras cómicas para seducir jóvenes. La vida se pierde por 1 dólar, al que no paga se lo echan vivo a perros rabiosos o lo torturan. La historia se repite en cientos de municipios y ciudades donde ya se calculan 11 ollas principales.

En un día se mueven en uno de estos sitios más de 200 mil dólares en droga, armas, trata de personas y explotación de menores. Otros jóvenes de cualquier estrato voluntariamente iban para aprovisionarse de la droga para sus rumbas.

Solo en esta intervención se rescataron 136 niños. ¿Qué sociedad puede tener perdidos a sus hijos sin reportar su desaparición? De esos, pocos estaban siendo buscados. Muchas jovencitas habían sido reclutadas en los alrededores de los colegios de la ciudad. Primero las vuelven adictas y luego esclavas.

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Pero una cosa es lo que se encontró y se sabía o sospechaba que allí había y otra es el enorme desafío que plantea no solo en Colombia sino en el mundo la recuperación de las personas que han escogido o se han visto obligadas a escoger la calle como su hábitat natural.

Renovación urbana previa demolición y expropiación de estos sitios es parte de la salida. Gran oportunidad tienen las ciudades de Colombia para plantearlo en los planes de ordenamiento territorial (POT) para el 2018. Pero de allí se irán a otras partes e incluso pueden terminar por crear pequeños e innumerables antros debajo de los puentes y en los parques como pasa en sectores de San Francisco y Washington en Estados Unidos y en todas las latitudes.

La recuperación de las personas con un enfoque de la drogadicción como problema de salud pública es fundamental pero en el fondo el tema es la droga. El tráfico de estupefacientes, las economías ilegales.

Fue muy criticado el presidente Juan Manuel Santos por haber comparado el Bronx con la zona del Catatumbo, donde fueron recientemente secuestrados y liberados 5 periodistas por parte de la guerrilla del ELN y en donde las organizaciones al margen de la ley intimidan y someten a la población campesina y decente. La misma que esta semana organizó un paro agrario que se replicó por el país y al que unieron los indígenas como ha ocurrido en las ya cíclicas protestas de los últimos dos gobiernos.

En efecto no había lugar a esa comparación pero sí existe un común denominador que no puede negarse y por lo tanto explica lo que quiso plantear el mandatario. El Catatumbo, una de las zonas más sembradas de cultivos ilícitos tiene en la droga uno de sus mayores conflictos no resueltos. Esa misma droga que logran los capos “coronar” vía Venezuela y ubicar en mercados internacionales y la misma que cobra vidas de tantos ciudadanos en nuestras ciudades a la vista de quienes se corrompen en las autoridades.

El problema que tenemos en Colombia –repito- es que las estructuras criminales regulan esa economía ilegal. Somos buenos en perseguir pero somos incapaces de intervenir el mercado. Tiene razón el analista Ariel Avila “no es suficiente con la intervención policial. Tenemos que ser capaces de separar las políticas para combatir la protección ilegal de las políticas para combatir los mercados ilegales”.

Esto nos devuelve al debate de la legalización, a la urgencia de concentrarnos en la estrategia de formalización de la población que vive de estos mercados y de la regulación de los mismos. O nunca terminarán las muertes por violencia, dependencia y corrupción en Colombia.

* Diana Calderon es directora de informativos y de @hora20 de Caracol Radio Colombia. Twitter @dianacalderonf

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