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La aviadora Sávchenko descoloca a los políticos de Ucrania

Pilar Bonet

La diputada y aviadora Nadezhda Sávchenko ha introducido nuevos elementos en el debate político de su país al regresar a él tras casi dos años en prisión en Rusia. Sus declaraciones a favor de un diálogo directo (al margen del proceso de Minsk) entre Kiev y los insurgentes de las autodenominadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk (RPD y RPL) han trastocado el marco en el que opera la desgastada clase política ucraniana, preocupada sobre todo por su supervivencia.

La aviadora, de 35 años, ha dicho que el logro de la paz en el Este exige “continuar las sanciones contra Rusia” porque “no ha comprendido aún que se ha de ir”. También exige “establecer relaciones directas sin los acuerdos de Minsk” con la RPD y la RPL y prescindir de los intermediarios. Sávchenko distingue entre el “enemigo”, Rusia, “que está obligado a volver a su casa”, y el “adversario”, los ucranianos rebeldes de Donbás, a los que se puede “convencer” y con quien se puede contactar “porque tenemos aproximadamente la misma sangre”. Según la diputada, hay que hablar con el líder de los insurgentes de Lugansk, Igor Plotnitski, que “no es tan malo” y con el líder de los insurgentes de Donets,Alexandr Zajárchenko, porque “allí (en Donetsk) están nuestros chicos (presos), y si hoy decimos que os mataremos, los matarán a ellos, por eso hay que pensar en lo que dices, pensar lo que haces”.

“La gente espera la paz”, “la victoria es la paz”, ha dicho Sávchenko, según la cual ni todos los que están en el bando de Ucrania son buenos, ni todos los que están en el otro bando son malos.

En la RPD ya han anunciado que están dispuestos a hablar con Sávchenko si esta recibe un mandato para ello. Sin embargo, los representantes de la administración ucraniana han reaccionado a la defensiva. Unos, incluidos los servicios de seguridad, han desautorizado sus declaraciones, y otros han minimizado sus palabras alegando que la aviadora carece de experiencia política, cosa que ella misma reconoce. No obstante, resulta imposible ignorar las declaraciones de un héroe nacional como podrían ignorarse si esos mismos argumentos fueran esgrimidos por Rusia.

El año 2014 (con la culminación del Maidán, la huida del presidente Víctor Yanukóvich, la anexión de Crimea y el apoyo de Moscú a los insurgentes del Este) planteó brutalmente el problema de las lealtades a muchos ciudadanos de Ucrania que hasta entonces no habían sentido la necesidad de definir su identidad más allá del pasaporte. De los casi ocho millones de personas que vivían en Donetsk y Lugansk, dos millones se refugiaron en Rusia, otros dos en otras zonas de Ucrania y el resto permanece en la RPD y RPL, esos territorios que hoy son una especie de limbo, un proyecto indefinido, cuyas constantes vitales son mantenidas por Moscú.

En el estancado proceso de negociaciones de Minsk (Alemania, Francia, Ucrania y Rusia) bajo la égida de la OSCE, Kiev se centra en los problemas causados por Moscú. Pero los conflictos entre ucranianos de distinta orientación geopolítica y de distinta lengua existen también y no son solo derivados de las actividades del Kremlin. Si Rusia pudo operar en Ucrania en 2014 fue porque encontró un fermento que se lo permitió. La propaganda y los comandos militares enmascarados al servicio del Kremlin (en Crimea y en el Este) se apoyaron en ciudadanos de Ucrania, que sintieron miedo del proyecto de Estado ofrecido por los vencedores del Maidán.

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Los pilares de la política de Kiev en el Este comienzan a ser criticados en público. El ex gobernador de Lugansk, Gueorgi Tuka, hoy viceministro responsable de los territorios ocupados en el gobierno de Ucrania, ha reconocido la ineficacia del bloqueo impuesto por las autoridades centrales a los territorios insurgentes del Este. La decisión del bloqueo fue “emocional” y para corto tiempo, pero se ha convertido en “una tontería y una miopía”, y si hablamos de reintegración tendremos que “abrir paulatinamente las esclusas del comercio y quitar el bloqueo y también además luchar contra el rublo y con los productores rusos”, ha dicho el político al semanario Zerkálo Nedelii.

La cuestión fundamental en las relaciones internas ucranianas, en palabras de Enrique Menéndez (un activista de Donetsk de origen español), es “si nos vamos a dedicar en serio a la reintegración” del país. El Reino Unido y los independentistas irlandeses del IRA mantuvieron conversaciones que fueron primero secretas “porque la sociedad no estaba preparada” y luego llevaron a un proceso de paz, afirmaba Menéndez en el programa televisivo “Shuster Live”.

Sobre el tapete hay muchos temas para diálogo, desde el carácter y amplitud de una amnistía para los insurgentes a las bases de una futura reconciliación y convivencia nacional. Las soluciones son complicadas y hasta la misma Savchenko ha dicho que no se lograrán por la vía militar.

No todas las voces pueden expresarse con libertad. Ni en Kiev ni en Donetsk. Enrique Menéndez, uno de los fundadores de Ciudadanos Responsables, una organización no gubernamental que llevaba ayuda humanitaria desde Kiev a Donbás, está vetado por los insurgentes de la RPD al igual que su colega, Marina Cherenkova, que pasó por los calabozos de la RPD antes de ser expulsada de alli. El periodista ucraniano Vitali Leybin, un oriundo de Donetsk que dirige la revista “Russki Reporter” en Moscú, ha sido vetado en Ucrania, país del que es ciudadano. “Cada día que no disparen los cañones aumentará la importancia del diálogo interno y disminuirá la importancia del diálogo con Putin”, afirma Leybin en una conversación en Moscú. También él, persona bien informada, ha seguido con interés las declaraciones de Sávchenko.

Hoy, pese a los acuerdos de Minsk, en la línea de separación entre las partes enfrentadas en el Este de Ucrania continúan los tiroteos y el reguero de muertes. “Todas las partes son responsables de las violaciones de derechos humanos y abusos y violaciones de la legislación humanitaria internacional”, afirma el último informe del Alto Comisariado de la ONU para los Derechos Humanos. “Los civiles han pagado el precio más caro por este conflicto”, señala el documento, que, en una estimación conservadora, registra un total de 9.371 muertos y 21.532, heridos hasta el 15 de mayo pasado. La cifra ha seguido incrementándose casi cada día después de esa fecha.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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