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El referéndum del ‘Brexit’
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

No os equivoquéis como hace 60 años

Los secesionistas carecen de una estrategia común para el comercio

Xavier Vidal-Folch
Un panfleto de la campaña a favor de la permanencia de Reino Unido en la UE.
Un panfleto de la campaña a favor de la permanencia de Reino Unido en la UE.JUSTIN TALLIS (AFP)

El Error del Reino Unido en el siglo XX fue no integrarse al Mercado Común, creado por el Tratado de Roma de 1957. Hace 60 años, Londres declinó, recelando de su ambición política. Optó por un ¿espléndido? aislacionismo, soñando que su viejo Imperio le bastaría para sobrevivir.

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Aunque fuera con una pálida remembranza del llamado pacto colonial, poco pacto y muy colonial: la periferia debía comprar las manufacturas a la metrópoli, y venderle las materias primas, a precio tasado. El nuevo orden del nuevo Imperio, los EEUU, mató ese sueño.

Para competir con los europeos creó la EFTA (Zona de Libre comercio europea, por sus siglas en inglés). Fue un patético fracaso. Porque sus socios eran los pitufos periféricos de Europa. Porque para vender al núcleo duro continental tuvo que pechar con un arancel integrado, la Tarifa Exterior Común (TEC) de la Unión Aduanera, sucesora del Mercado Común: comerciar le salía más caro. Y claro, nada podía influir en el formato ni en la cuantía de ese arancel común, era común... de los otros. Estar fuera le costó un potosí.

Comprobado el fiasco, en 1973 viró, entró en la Comunidad Europea, pero sin arrepentirse. Ingresó como si entrase solo un poquito, no se apuntó al Sistema Monetario Europeo, ni al liberalísimo pacto de Schengen (que afianzaba la libre circulación de personas) ni al euro.

Tanta altanería posimperial —el soberanismo thatcherista—le resultó cara, e idiota, porque la Unión fue construyéndose como un nuevo Imperio (pacífico), la primera potencia comercial mundial, el emporio del bienestar, el bloque líder en ayuda al desarrollo y en exportación de libertad, aquello que había sido marca del liberalismo británico. Y el Reino Unido no iba de piloto: habitaba el zaguán.

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Ojalá los británicos no repitan aquel error, sobre todo para ellos. La mitad de su comercio (ida y vuelta, exportación e importación) es con Europa. Y 8 de sus 10 primeros socios comerciales son europeos. ¿Comerciarían más con China y EE UU careciendo del pasaporte europeo?

¿Qué acuerdos comerciales mantendrían? “La campaña pro Brexit no tiene ninguna idea, ninguna hoja de ruta”, atina Alistair Darling , ministro de Finanzas de Gordon Brown. No hay una posición común separatista sobre en qué marco comercial insertarse. “La idea de que el Reino sería más libre fuera de la UE se basa en errores de cálculo”, concluye el Center for European Reform (The economic consequences of leaving the EU), pues eso “no reduciría las barreras al comercio”, más bien al contrario.

El Tesoro calcula que la secesión triplicaría los aranceles respecto a los de EE UU (The long-term economic impact of EU membership). Sostiene que las alternativas serían peores; 1) un pacto a la noruega, miembro del Espacio Económico Europeo (ay, la antigua EFTA); 2) un acuerdo bilateral a la suiza (negociando el acceso a cada mercado, uno a uno); 3) acuerdos puntuales de libre comercio; 4) una simple pertenencia a la OMC (pese a la cláusula de nación más favorecida, el comercio se encarecería en 5.840 millones anuales, según el CER) .

Y además, negociar un nuevo gran acuerdo (y sin ser tan potente como la UE) le costaría demasiado tiempo: siete años duró (2009/2016) el diseño del último pacto comercial UE-Canadá.

En su discurso del Día de Europa, 9 de mayo, en el Museo Británico, David Cameron recordó además que si los británcios quisieran pleno acceso al mercado interior de la UE deberían aceptar la libre circulación de personas; contribuir igualmente al presupuesto de la UE; y aceptar pasivamente todas sus normas. Estar sin ser: el negocio de las cabras.

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