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Las FARC se comprometen a entregar las armas en 180 días tras la firma de la paz

La guerrilla se concentrará en 23 zonas, fundirá sus armas para hacer tres monumentos y acepta el plebiscito

Ban Ki-moon, Santos, Raúl Castro y Timochenko, antes del acto.
Ban Ki-moon, Santos, Raúl Castro y Timochenko, antes del acto.Alejandro Ernesto (EFE)

Una nueva era se abre paso en Colombia. Después de más de 50 años de conflicto, el Gobierno de Colombia y las FARC han firmado un cese al fuego bilateral y definitivo, la antesala de un acuerdo de paz con la guerrilla más antigua de América Latina que se producirá, casi con toda seguridad, antes de que acabe el verano. A partir de entonces, se implementará la tregua, la concentración de los guerrilleros y la dejación de las armas, que serán fundidas por la ONU para crear tres monumentos.

Santos y Rodrigo Londoño (alias Timochenko), líder de la guerrilla, con la presencia del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, volvieron a sellar con un apretón de manos el contenido de un acuerdo que ha llevado meses de negociación. Las FARC se ubicarán en 23 zonas de concentración. Estos lugares serán temporales, contarán con acceso por vía fluvial y territorial y su extensión será “razonable dependiendo de la vereda”. De momento no se ha aclarado dónde se localizarán estas zonas de concentración.

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Las FARC entregarán todo su arsenal a un comité de verificación internacional dirigido por la ONU. En los primeros 60 días después de la firma recibirán el armamento hechizo y los explosivos. El resto lo entregarán, en un plazo de 180 días, en tres fases. El resultado final, después de la dejación completa y verificación por parte de la ONU, serán tres monumentos: uno en la sede de la ONU, otro en Cuba, sede de las negociaciones y un tercero en Colombia, donde el Gobierno y las FARC acuerden.

Otro de los aspectos más importantes del acuerdo de este jueves es que las FARC aceptan el plebiscito, la consulta popular que pretende realizar el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, previsiblemente en septiembre. De esta manera, la guerrilla más antigua de América asume la institucionalidad del Estado colombiano.

“Nos llegó la hora de vivir sin guerra, nos llegó la hora de ser un país en paz”, aseguró Santos nada más iniciar su discurso, en el que celebró la disposición de las FARC en la negociación. “Defenderé su derecho a expresarse y a que sigan su lucha política por las vías legales, así nunca estemos de acuerdo”, destacó el mandatario. Por su parte, Timochenko, recalcó que la negociación ha conseguido que “ni las FARC ni el Estado son partes vencidas” de una confrontación. “La paz no es una utopía, es un derecho fundamental”, aseguró el presidente de Cuba, Raúl Castro, quien en la misma línea al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, instó a ambas partes a cerrar el acuerdo lo más pronto posible para dar los pasos acordados.

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Según varias fuentes de lado y lado, la firma final podría darse definitivamente en agosto, pese a que Santos confiaba en que fuera antes del 20 de julio. Lo que sí es seguro es que se el acuerdo definitivo será en Colombia. “Los plazos son fatales”, aseguró, sin embargo, Humberto de la Calle, sabedor de la mala imagen que dieron tras el fiasco del 23 de marzo.

Acostumbrada, y para muchos condenada eternamente a las malas noticias, Colombia fue por fin protagonista a nivel mundial –con la venia del Brexit- por algo positivo. El Gobierno y la guerrilla de las FARC han puesto fin a la guerra más antigua de América Latina, un conflicto que se ha prolongado durante más de 50 años y que ha dejado cerca de ocho millones de víctimas, entre muertos, desplazados, desaparecidos... Un acuerdo que hace ver con más clarividencia si cabe que, después de muchos intentos en las últimas décadas, ambas partes van a llegar a un acuerdo de paz definitivo.

Es cierto que aún hay camino por recorrer y que el país aún debe librar otras batallas, como lograr un pacto con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y combatir a las bandas criminales o neoparamilitares, pero resultaba imprescindible para ello terminar con uno de los conflictos más antiguos que se recuerdan. Así, al menos, lo ha percibido la comunidad internacional, que respaldó de forma unánime.

En el acto de La Habana se encontraba seis presidentes latinoamericanos –el anfitrión, el cubano Raúl Castro; Michelle Bachelet (Chile) y Nicolás Maduro (Venezuela), países acompañantes del proceso, y Enrique Peña Nieto (México), Danilo Medina (República Dominicana) y Salvador Sánchez Cerén (El Salvador)-, además de los representantes de los Gobiernos de Noruega y los enviados especiales de Estados Unidos, Bernie Aronson, y la Unión Europea Eamon Gilmore.

El apoyo unánime que ha recibido de la comunidad internacional contrasta aún con la oposición que ha encontrado este proceso de paz en Colombia. El principal partido de la oposición, el Centro Democrático que lidera el expresidente Álvaro Uribe, sigue firme en sus críticas férreas a los acuerdos y manifiesta su rechazo al proceso de paz. Mientras, en La Habana, todos los participantes coincidían en un mismo mensaje: que este sea el último día de la guerra.

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