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MIEDO A LA LIBERTAD
Tribuna
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Concurso de incapaces

Así como en su momento se enterró el Imperio Británico, ahora se entierra la ficción de la Unión Europea tal como está

Probablemente, usted ya está aburrido de leer y escuchar noticias sobre el Brexit. Probablemente, creerá que es imposible seguir analizando más ese tema. Sin embargo, tengo una noticia para usted: se equivoca.

De todo lo que ha ocurrido, no sé qué me sorprende más. Si negar a Reino Unido —el país de Ricardo Corazón de León y de la reina más longeva del mundo, Isabel II, de 90 años— su derecho a la equivocación, o seguir observando cómo una pandilla de burócratas se alimenta —como si fueran larvas— de los presupuestos, las ilusiones y los sentimientos de los pueblos europeos. En ese sentido, Bruselas confirma que su incapacidad explica la decisión de Londres de abandonar la Unión Europea.

¿El pueblo británico tiene derecho a la equivocación? Claro que sí. Y no se trata del principio que reza mejor destruirnos solos que construirnos con alguien, sino que desde los acantilados de Dover hasta la llegada de los normandos, la isla tiene una personalidad distinta. Además, los británicos sí han pagado el precio para que sus cosechas hayan tenido el abono de la libertad desde los tiempos de Oliver Cromwell. Reino Unido es uno de los países más antiguos de Europa. La pérfida Albión nunca fue subyugada del todo por las legiones romanas.

Y en este momento, el corazón bravo de los escoceses y la singularidad de un reino dividido, da a los británicos todo el derecho —incluido el suicidio político del primer ministro, David Camerón— a seguir con la profundidad democrática y poner de manifiesto la incapacidad de Bruselas para crear una Unión Europea que obedezca a las necesidades de los nuevos tiempos.

Sin duda, la resaca es terrible, pero resulta sorprendente la explosión emotiva de tratar a Gran Bretaña como a la mujer adúltera que debe ser lapidada y expulsada cuanto antes del templo. Lo que supone otra muestra de la insensibilidad, la incapacidad y la falta de autocrítica de una entidad europea que ya no tiene nada que ofrecer al siglo XXI. Y que, no obstante, sigue encasillada en los ideales impuestos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial sobre un continente que hoy rehúsa mantenerse unido y garantizar las aspiraciones sociales de sus ciudadanos.

No hay mejor ejemplo de esta realidad que el caso de Francia, donde la ultraderecha y aquellos franceses que ya no estén dispuestos a continuar con la receta disciplinaria de la austeridad alemana no sólo podrían utilizar la guerra contra el Estado Islámico, sino también la descomposición de Europa, para intentar replantear las políticas del continente sin cambiar su manera de vivir.

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Por otro lado, la brecha generacional que muestran los resultados del referéndum británico pone de manifiesto que Europa se fundamenta en la premisa de que Dios elegirá a los suyos y sólo sobrevivirán los más fuertes. En ese contexto, la venganza de los viejos —los que no tienen medicinas, seguridad social y al parecer tampoco un futuro menos incierto— fue votar a favor del Brexit, al preferir una muerte nacionalista sobre una agonía internacionalista.

Por su parte, los jóvenes alzan la voz de la inconformidad. En ese aspecto, estoy de acuerdo con ellos porque es mejor tener 27 oportunidades que sólo una. Pero no debemos olvidar que los viejos que deciden abandonar la Unión Europea son los que hace años la construyeron, algo que ahora obliga a los jóvenes a preguntarse qué son capaces de construir.

Fracasaron todos los que se querían quedar, al no ir a votar. Fracasaron todos los que querían defender el sistema muerto, al no saber explicar sus motivos. Y acertaron todos aquellos que, en las puertas de la desesperanza, decidieron acabar donde habían empezado, con el espíritu de Winston Churchill al ganar la Segunda Guerra Mundial, pese a haber perdido un imperio.

El Brexit será un acontecimiento que marcará —como lo hizo el 11-S— el siglo XXI. Una muestra, además, de que la nueva sociedad de la información y del desconocimiento es probablemente la más ignorante y superflua de los últimos siglos. Ningún medio de comunicación ha explicado, además, por qué este referéndum va más allá de que Reino Unido haya decidido salirse.

¿Se dará marcha atrás en esta decisión? En realidad, importa poco. Considero que lo relevante ahora es tomar nota de quiénes son los que luchan y dejar de reprochar a los británicos una decisión que, sencillamente, refleja tendencias evidentes en otros países europeos. El Brexit va de entrada por salida, pero es la prueba de que una institución ya caducó.

En este momento, el conocimiento y el respeto profundo de la historia son dos factores indispensables para comprender una realidad innegable. Una realidad que nos asegura que, así como en su momento se enterró el Imperio Británico, ahora se entierra la ficción de la Unión Europea tal como está.

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