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Turquía y Rusia se reencuentran para afianzarse ante los problemas con la UE

Moscú y Ankara, dos gobiernos decepcionados con la UE, tratan de retornar a la normalidad en sus relaciones bilaterales

Pilar Bonet
Vladimir Putin, el pasado miércoles, en la embajada alemana en Moscú.
Vladimir Putin, el pasado miércoles, en la embajada alemana en Moscú.Alexander Zemlianichenko (AP)

Turquía “apuñaló por la espalda” a Rusia, pero resultó que la herida era “curable”. Recordando con sarcasmo la expresión del presidente Vladímir Putin para calificar el derribo de un caza ruso en la frontera con Siria, el periodista Mijaíl Fishman comentaba en el canal televisivo Dozhd el cambio de signo en la relación entre Moscú y Ankara tras siete meses de distanciamiento, sanciones y retórica subida de tono.

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En un escenario político con acusado gusto por lo simbólico como Moscú, las formas son de importancia clave, hoy sobre todo las que sirven para subrayar que Rusia se hace respetar en el mundo. La disculpa del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, exigida por Putin, ha puesto en marcha el mecanismo de retorno a la normalidad en las relaciones bilaterales, en la medida en que esto sea posible teniendo en cuenta las muchas empresas y actividades económicas perjudicadas por las sanciones.

Tras los gestos como la carta del presidente turco a su colega ruso y la conversación telefónica entre ambos, los expertos ven múltiples gestiones diplomáticas y también fríos cálculos producto de la experiencia de estos meses en los que se ha confirmado que cualquiera que sean sus diferencias, Rusia y Turquía no pueden permitirse renunciar a una colaboración provechosa para ambas. También hay quien ve oportunismo sobre el telón de fondo de las turbulencias europeas.

Tanto Rusia como Turquía son Estados “decepcionados” con la UE, según dijo Alexéi Fenenko, de la facultad de política internacional de la Universidad de Moscú, el lunes en una mesa redonda en Moscú. “Turquía busca nuevos socios, como Israel y Rusia, ante la decepción de la UE, afirmaba Natalia Ulchenko, jefa del departamento de estudios turcos de la Academia de Ciencias de la URSS. En la decepción turca se enmarca el problemático acuerdo con la UE para frenar el tránsito de refugiados y la decisión del parlamento alemán sobre el genocidio armenio. En la decepción rusa, las dificultades para establecer nuevos gasoductos a Europa y la persistencia de las sanciones contra Moscú por su política en Ucrania.

En la emisora el Eco de Moscú, el politólogo Gleb Pavlovski predijo un acercamiento ruso-turco, porque ambos países tienen deseo de continuar una peculiar alianza comercial y política en la que pueden surgir “sorpresas” y “muchas cosas interesantes”. Con Turquía no hay que pelearse, sino “ir de caza juntos”, sentenció Pavlovski. La hostilidad puede que no esté aún del todo superada, pero no se puede desperdiciar un momento como éste “cuando la Unión Europea se tambalea” y se producen un montón de coyunturas (favorables) políticas, económicas y comerciales”, señaló. “Los turcos son estupendos comerciantes y, como Rusia, no están interesados en un orden mundial”, aseguraba el analista.

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Rusia y Turquía podrían renovar los acuerdos frustrados sobre el gasoducto turco, dadas las dificultades de Rusia para encontrar países fiables en las rutas meridionales y también podrían acercar posiciones en Siria con una mayor tolerancia hacia el presidente Bachar el Assad por parte de Ankara, afirman los especialistas rusos.

Ambos países tienen intereses comunes en la lucha contra el terrorismo, pero Moscú acusa a Ankara de permeabilidad fronteriza para los combatientes y el contrabando petrolero del Estado Islámico. Moscú, a su vez, apoya a los kurdos en Siria, lo que molesta a Ankara, cuya solidaridad con los tártaros de Crimea, a su vez, ha sido más bien tibia. Expertos en Moscú subrayan también que Turquía se ha mostrado contenida durante estos meses, ya podía haber apoyado con más vehemencia a Azerbaiyán la pasada primavera en el recrudecimiento de hostilidades en el conflicto con Armenia en la región del Alto Karabaj.

El turismo ha sido primer sector que ha reaccionado al cambio de signo de la relación ruso-turca. Putin firmó el 30 de junio un decreto por el que anula su recomendación de abstenerse en la venta de tours a Turquía y cancela la prohibición de fletar vuelos chárteres. Las otras restricciones aprobadas en noviembre pasado (incluida una prohibición de importar alimentos turcos) están en manos del gobierno que deberá hacer propuestas sobre el futuro de las mismas, tras conversar con los representantes turcos.

En los buenos años, Turquía era visitada por cuatro millones de turistas rusos. Para 2016 se espera que entre 200.000 y 300.000 turistas rusos visiten Turquía y que los vuelos chárter se llenen en agosto, según dijo el vicepresidente de la Asociación de Operadores Turísticos de Rusia, Dmitri Gorin al canal Dozhd.

Los chárteres aún no se han reanudado, pero los rusos, sin dejarse influir por el último atentado en Estambul, ya se han lanzado a comprar paquetes turísticos ya para este mismo mes de julio, según informó la directora de la Alianza de Agencias Turísticas (ATA), Natalia Ósipova, a la agencia Ria-Novostí. “Al principio pensábamos que las ventas tendrían lugar en agosto y que Turquía no atraería a turistas en julio, pero incluso ahora, la mayoría de los tours que compra la gente son para julio”, afirmaba Ósipova, según la cual los precios bajos y el buen servicio hace que los turistas renuncien a otros destinos.

Por su parte, el viceministro de transporte ruso, Valeri Okúlov, ha advertido que, cuando se restablezcan los chárteres, los operadores pueden tener problemas de falta de aviones ya que en temporada alta, todos los aparatos están en funcionamiento.

La buena acogida del restablecimiento de vuelos chárteres a Turquía ha alarmado al sector turístico en las zonas de veraneo masivo en la costa rusa del mar Negro, en Sochi y sus alrededores y otras localidades costeras en la región de Krasnodar. También preocupa en la anexionada península de Crimea, cuyos hoteleros hincharon sus precios confiando en que la falta de competencia llenaría sus establecimientos.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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