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Un sabio de los sismos

Cinna Lomnitz fue pionero de la Geofísica en América Latina

Pablo de Llano Neira
El sismólogo Cinna Lomnitz junto a su hijo Jorge en un Congreso en los 70.
El sismólogo Cinna Lomnitz junto a su hijo Jorge en un Congreso en los 70.

Cinna Lomnitz Aronsfrau (Colonia, Alemania, 1925), pionero de la geofísica en América Latina, murió el jueves pasado a los 91 años en la Ciudad de México después de una vida en la que los terremotos fueron su mayor pasión.

Hijo de un matrimonio judío, un abogado y una cantante de ópera, sus padres salieron de Alemania con él a mediados de los treinta en vista del sismo político que se venía con el nazismo. Pasaron tres años en Bélgica y antes de la Segunda Guerra Mundial dieron otro salto para eludir el desastre. Esta vez pusieron el océano Atlántico de por medio y llegaron a Chile, tierra de desastres naturales.

El joven Cinna estudió Ingeniería en Santiago. Más tarde desembarcó en Estados Unidos para continuar sus estudios y obtuvo en Harvard la maestría en mecánica de suelos bajo la tutela de Karl von Terzaghi, un científico checo que también escapó de Hitler.

En los cincuenta tomó la decisión de irse a vivir a un kibutz de Israel para construir la nación de los judíos, pero no le convenció la experiencia y se fue a California. En Israel conoció a su primera esposa, una judía apátrida nacida en París, Larissa Adler, antropóloga y madre de sus cuatro hijos: Jorge (fallecido), Claudio, Alberto y Tania. La señora Adler le sobrevive, igual que su segunda esposa, la socióloga Heriberta Castaño, mexicana.

Se doctoró en Geofísica en el Instituto de Tecnología de California. Fue alumno y asistente de Charles Francis Richter, el creador de la escala que mide los sismos. Presentó como trabajo de doctorado un estudio sobre la deformación de las rocas en frío, del que luego el eminente Harold Jeffreys sacaría una fórmula que llamó Ley de Lomnitz.

Al teléfono desde la Ciudad de México, su hijo Claudio, profesor de Antropología en la Universidad de Columbia, admite no comprender del todo la ley de su padre.

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–Tiene algo que ver con la torsión de las piedras… Es patético el grado de ignorancia de los hijos con respecto a lo que hacen los padres –bromea.

Claudio Lomnitz, nacido en Chile, autor de Idea de la muerte en México, recuerda que su padre, si bien era aprensivo con las enfermedades, no temía los terremotos. En 1967 estaba con él en Caracas en una reunión familiar cuando la ciudad se vio sacudida por un intenso movimiento sísmico: “A mí me agarró de la mano alguien y salimos corriendo”, hace memoria. “Pero mi padre creo que se quedó bajó el dintel de la puerta”.

Primer director a finales de los cincuenta del Instituto de Geofísica de Chile y profesor en Berkeley en los primeros sesenta, la carrera de Cinna Lomnitz se asentó en México tras incorporarse al Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Llegó en junio de 1968, en los prolegómenos de un desastre político, la matanza de Tlatelolco contra el movimiento universitario.

En 1985 fue testigo del terremoto que causó miles de victimas en la Ciudad de México. Conmocionado, se centró en averiguar las causas del daño que causó este sismo. Autor de tres libros y más de cien artículos científicos, en 1995 recibió en México el Premio Nacional de Ciencias y Artes. En una entrevista pocos años antes de su muerte dejó un consejo a los nuevos sismólogos: "Trabajen duro. De ustedes depende mucha gente”.

De espíritu humanista, fue un gran aficionado a la traducción y pasó al inglés el poemario Canto General de Pablo Neruda. Cinna Lomnitz tocaba el piano y hablaba seis idiomas, entre ellos su lengua materna, el alemán, que no enseñó a ninguno de sus hijos.

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