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Columna
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Las fronteras de un sueño

Es hora de profundizar en una política integral para migrantes

Diana Calderón

Como en una avalancha, más 20 mil venezolanos cruzan la frontera con Colombia en busca de productos básicos en una especie de corredor humanitario que se ha abierto un día por semana este mes. Los vecinos vienen y se van. En otras fronteras, un número creciente de cubanos llega para buscar las vías hacia su destino final en el norte, mientras haitianos y ciudadanos de otras latitudes como Senegal, Ghana, Congo, Somalia, Siria y Pakistán, los mismos que han buscado el camino de Europa, usan a Colombia como país de tránsito migratorio del que se lucran los llamados “coyotes”, en el tercer delito a nivel mundial después del narcotráfico y el tráfico de armas.

Ni el país de origen ni el de destino parecieran salir de la eterna discusión sobre cómo afrontar el tráfico ilícito de migrantes y los países de tránsito como Colombia quedan en la mitad en el peor de los mundos para las autoridades y para los mismos indocumentados considerados en algunos casos víctimas y en otros sujetos a la judicialización. Nuestra posición geoestratégica, la mejor del continente, es la ruta ideal para el tránsito además por un histórico déficit en los controles migratorios, que empieza a cambiar, y que nos hace vulnerables a quienes buscan mejores destinos en Estados Unidos e incluso en Suramérica.

Colombia no es entonces un lugar que los migrantes escojan para quedarse. No es un lugar de destino porque no ofrece los beneficios que persiguen quienes ponen literalmente su vida en las manos de los traficantes para acceder en Estados Unidos a los beneficios de la conocida como la Ley de pies secos, pies mojados, con un ingreso superior a mil dólares, salud y sin la angustia de ser deportados.

Contrario a lo que muchos esperarían, el acercamiento de Estados Unidos y Cuba, no ha generado en los cubanos el ánimo de permanecer en la isla. Al contrario, ha provocado la salida masiva por temor a que se terminen los beneficios de la ley mencionada. Solo en 2015 entraron por las fronteras colombianas 8.885 migrantes ilegales, el 80 por ciento cubanos para llegar al norte. Y en lo que va de este año, la suma sube a 9.377, la mitad de ellos cubanos.

Migración Colombia contabiliza 21.648 casos en los últimos 4 años. No todos cubanos, obviamente. Vienen de varios países. Los haitianos, quienes a partir del terremoto de 2012 fueron recibidos en Brasil para trabajar en la construcción de los escenarios deportivos del mundial y los juegos olímpicos han empezado a llegar y a nivel extra continental aparecen los provenientes de África, Siria y Pakistán.

En estos momentos y desde especialmente desde mayo, 400 cubanos están hacinados en una bodega en Turbo, Antioquia, en un espacio al que no puede ingresar la autoridad sin orden de un juez para deportarlos porque se trata de una propiedad privada. Allí llegaron desde Guyana pasando por Amazonas para alcanzar Ecuador y entrar por Nariño en el suroccidente colombiano. Su situación no puede ser más deprimente.

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En los últimos 2 años han sido capturados en Colombia 75 coyotes que se llenan los bolsillos del dinero que les envían familiares, casi siempre desde Estados Unidos a los que quieren migrar. Como lo visibilizara Moisés Naim en algunos de sus estudios, los transportistas usan las mismas rutas de los narcotraficantes para sacar la droga. Y adicional resulta más difícil judicializarlos que a una persona con un kilo de coca que tiene el delito en sus manos. Alguien que transporta a 20 personas puede argumentar hasta turismo mientras se prueba que carecen de documentos y los requisitos para estar en territorio colombiano.

Ni Cuba ni Estados Unidos plantean mayor responsabilidad en el tema a pesar de ser los países de origen y destino. Al primero no le interesa recibir de regreso a quienes se van, a menos que se trate de personas por las que el régimen haya invertido algún recurso. Nicaragua y Panamá fortalecieron sus controles. Colombia queda en el sanduche como país de tránsito y en una posición intermedia entre la calificación de migrantes víctimas o delincuentes y atendiéndolos como población vulnerable con todas las implicaciones de esa decisión.

Por ahora, la Cancillería colombiana trabaja con una tecnología (Cecam) de control a vuelos no regulares, con el cual puede saber con 12 horas de anterioridad quien va a llegar a nuestro territorio e incluso prevenir la corrupción, entre otros, también con nuevos puestos de control fronterizo para el tráfico ilegal de migrantes. El próximo 4 de agosto, nuevamente María Angela Holguín se reunirá con su homóloga Delcy Rodríguez para buscar soluciones definitivas en la frontera con Venezuela, pues ese es otro desafío distinto.

Algunos analistas adviertan el riesgo de un éxodo si llegara a estallar un conflicto en el vecino país, peor del que ya se vive. Hasta el momento los que vienen y atraviesan la frontera en las pocas horas que se abre –está cerrada por orden de Nicolás Maduro desde agosto de 2015-, lo hacen para abastecerse de alimentos, anticonceptivos, medicinas, toda clase de bienes de primerísima necesidad, y vuelven a sus casas. Lo deseable sería la reapertura de la frontera que provocó además rupturas familiares y ha incrementado los precios y la corrupción que implica el contrabando.

Lo que sí es cierto es que tanto en Europa como en América es hora de profundizar en una política integral para migrantes y ojala regional para estar preparados ante las crisis humanitarias de quienes llegan a nuestras fronteras y a las del mundo con un solo pecado: soñar con una vida mejor.

Diana Calderon es directora de informativos y de @hora20 de Caracol Radio Colombia.

Twitter @dianacalderonf

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