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Los islamistas conquistan las calles emblema de los laicos

Los seguidores de Erdogan toman las calles y plazas públicas tradicionalmente laicas para evitar cualquier levantamiento

Juan Carlos Sanz

No tan numerosos como en la noche del sábado, cuando los turcos celebraron masivamente en las calles el fracaso del intento del golpe de Estado militar, miles de seguidores de Recep Tayyip Erdogan se reúnen cada noche en las principales plazas de las ciudades convocados por el presidente de la República. El líder histórico del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) les ha llamado a permanecer vigilantes al menos hasta el próximo viernes, cuando se cumple una semana desde que estalló la asonada. Las plazas de Kizilay, en el centro de Ankara, y la de Taksim, en el corazón de la parte europea de Estambul, se han convertido en los escenarios de la movilización de los islamistas turcos.

Seguidores de Erdogan muestran su apoyo en la plaza Taksim.
Seguidores de Erdogan muestran su apoyo en la plaza Taksim.Getty Images

Se trata, sin embargo, de espacios emblemáticos para la izquierda y los sectores laicos de Turquía, donde se han desarrollado desde las monumentales (y a menudo violentas) marchas del Primero de Mayo, hasta las revueltas de los jóvenes indignados que hace tres años se atrevieron a desafiar la hegemonía de Erdogan, siguiendo mucho más el modelo las protestas del 15-M de la Puerta del Sol de Madrid que el de la plaza de Tahrir de El Cairo. Estos ámbitos de corte occidental se han transformado en las últimas noches en escenario de las aspiraciones de una mayoría silenciosa conservadora y religiosa que se ha hecho visible casi de repente con sus barbas y bigotes, sus velos islámicos y recatadas túnicas abotonadas de pies a cabeza.

La plaza de Taksim, la puerta de entrada al distrito de ocio nocturno de Beyoglu, estaba tomada la noche del domingo por unas 7.000 personas que celebraban con aparente delirio el fracaso el golpe. La concentración, con aire de verbena más que de mitin político, se convertía en un mar de banderas turcas cada vez que los equipos de las televisiones internacionales —allí asentados para sus emisiones en directo— encendían sus focos. Entonces comenzaba a sonar una canción tradicional turca, con aire de pasodoble, sobre un estribillo con fondo disco que rezaba así: “Receeep… Taaayip... Er-do-gan”. “Es nuestro líder, nuestro maestro”, traducía Ercan, un empleado municipal de 55 años, al pie del escenario.

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Anoche proseguía la fiesta, y previsiblemente continuará hasta el fin de semana. Son jóvenes en su mayoría, como en las concentraciones de 2013 en defensa del cercano parque de Gezi, que iba a ser semiarrasado por el Ayuntamiento controlado por el AKP para construir un centro comercial. Entonces los vendedores ambulantes hicieron fortuna con latas de cerveza Efes Pilsen heladas. Ahora solo se observan puestos de botellines de agua mineral.

Además de purgar el aparato del Estado y de las fuerzas de seguridad de funcionarios kemalistas y gülenistas, los partidarios de Erdogan han aprovechado el fracaso del golpe para conquistar espacios públicos que les estaban practicante vedados e instalarse en ellos con su imaginería nacionalista y religiosa. Eran las plazas ciudadanas fuertes del Estado laico fundado por Mustafá Kemal Atatürk y en el que predicaba más tarde la moderación confesional el imán Fetulá Gülen.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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