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El Parlamento británico aprueba renovar su arsenal nuclear

La primera votación de May como primera ministra escenifica la división del Partido Laborista, decenas de cuyos diputados votaron en contra de su líder

Pablo Guimón

El Parlamento británico ha decidido esta noche, por 472 a 117 votos, renovar su envejecido arsenal nuclear, a un precio inicial estimado de 40.000 millones de libras (unos 46.000 millones de euros). La primera intervención de Theresa May en el Parlamento como primera ministra ha sido una defensa de la necesidad de que Reine Unido mantenga su puesto en el grupo de potencias nucleares. Después de casi ocho horas de debate, el Parlamento, como estaba previsto, ha decidido proceder a la renovación del sistema de submarinos Trident.

Uno de los submarinos del sistema Trident.
Uno de los submarinos del sistema Trident.TAM McDONALD (EFE)

Fue David Cameron, que por primera vez desde 2010 ha escuchado a otra persona hablar desde la tribuna reservada al jefe del Ejecutivo, quien decidió colocar este debate y la posterior votación justo después del referéndum sobre el Brexit. La idea era utilizar un asunto en el que existe casi consenso entre los diputados conservadores para escenificar la unidad de un partido roto tras la venenosa campaña. Y, de paso, echar aún más sal en las heridas de la oposición laborista, para la que, en la actualidad, el futuro del país como potencia nuclear es un tema extremadamente divisorio.

Es probable que, ni en sus mejores sueños, pudiera imaginar Cameron que el Partido Laborista llegaría a la votación sobre Trident, el sistema de submarinos nucleares británicos, en el maltrecho estado en el que ha llegado. En medio de una batalla sucesoria con tres contendientes y con el grupo parlamentario aparatosamente sublevado contra su líder, todo ello regado con ataques personales y denuncias de amenazas en todas las direcciones.

A falta de una posición única en el debate, los laboristas han tenido tres. Unos, los más, defendían votar por la renovación del arsenal con el Gobierno, ya sea en cumplimiento del último programa electoral del partido, ya sea en nombre de las decenas de miles de puestos de trabajo que dependen de la inversión. Otros, incluidos miembros del nuevo Gobierno en la sombra, pedían la abstención. Y otros más, entre ellos el líder, Jeremy Corbyn, histórico militante antinuclear, reclamaban el voto en contra. Opinión compartida esta última, según los sondeos, con la mayor parte de la militancia del partido. Mientras la postura tradicionalmente a favor de renovar Trident está siendo revisada en el partido, el líder había dado a sus diputados voto libre. 

El sistema Trident es una fuerza disuasoria nuclear, la que convierte a Reino Unido en potencia nuclear, formada por cuatro submarinos cargados con al menos ocho misiles atómicos cada uno. Está basado en la costa este de Escocia, en Faslane, cerca de Glasgow. Según el Gobierno, desde 1969 uno de los submarinos siempre está de patrulla en algún lugar bajo los mares. La idea es prevenir un ataque nuclear a Reino Unido bajo el principio de la destrucción mutua asegurada: aunque todas las defensas del país, o el propio país, hubiera sido destruido, el submarino de guardia podría responder con un ataque catastrófico al agresor. Cada submarino encierra, en una caja fuerte, una carta sellada y firmada por la primera ministra con instrucciones sobre cómo proceder en caso de que el Gobierno no esté en disposición de dar órdenes. El arsenal está envejecido y, para seguir funcionando, necesita ser sustituido por una nueva generación de submarinos.

“¿Estaría dispuesta a autorizar un ataque nuclear que mate a 100.000 hombres, mujeres y niños inocentes?”, le preguntó a la primera ministra un diputado del nacionalismo escocés, para el que la desaparición de Trident es una causa histórica. “Sí”, respondió May. “Debo decirle que todo el sentido de una fuerza disuasoria es que nuestros enemigos tienen que saber que estaríamos preparados para utilizarla”.

Corbyn realizó un rápido cálculo. Hay 40 cabezas nucleares, cada una ocho veces más poderosa que la bomba que mató a 140.000 personas en Hiroshima en 1945. “¿Cuál es el gran desafío al que nos enfrentamos que podría realmente disuadir un millón de muertes?”, preguntó. No para al Estado Islámico, dijo, ni las atrocidades de Sadam Husein, ni los crímenes de guerra en los Balcanes ni el genocidio de Ruanda. “No creo que amenazar con asesinatos masivos sea una manera legítima de manejar las relaciones internacionales. Si queremos un mundo sin armas nucleares, entonces esta es la oportunidad de emprender ese camino y tratar de traer a otros con nosotros”, añadió.

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Para May, en cambio, “la amenaza nuclear no ha desaparecido”. “Si acaso, ha aumentado”, aseguró, citando a Rusia y Corea del Norte. “No vamos a escondernos detrás de otros en nuestro deber moral. Abandonar la fuerza disuasoria nuclear por un idealismo fuera de lugar sería una apuesta temeraria que debilitaría a nuestros aliados y alentaría a nuestros enemigos”, concluyó la primera ministra.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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