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Decenas de miles de turcos llenan Taksim “contra los golpes y la dictadura”

Los partidos de la oposición tratan de hacerse visibles con la convocatoria conjunta

Decenas de miles de personas con banderas de Turquía y retratos de Ataturk, durante la manifestación de este sábado en Estambul.Vídeo: GURCAN OZTURK (AFP)
Andrés Mourenza

Decenas de miles de turcos llenaron hasta rebosar este domingo la simbólica plaza de Taksim en una protesta convocada por la principal formación opositora, el Partido Republicano del Pueblo (CHP, socialdemócrata), “contra los golpes y la dictadura, a favor de la democracia y las libertades”. Era la primera manifestación de la oposición autorizada en este lugar desde la revuelta de Gezi, en junio de 2013, y, al contrario que en anteriores convocatorias (Orgullo LGTBI, 1 de Mayo…), ni siquiera se desplegaron policías antidisturbios.

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El presidente turco, el islamista Recep Tayyip Erdogan, sabe que necesita del concurso de la oposición para purgar la Administración de seguidores de la cofradía de Fetulá Gülen —el clérigo al que Ankara acusa de ser el cerebro del fallido golpe de estado del 15 de julio— y de ahí esta inusual apertura. Incluso la formación gobernante, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista), había invitado a sus seguidores a unirse, aunque lo hicieron de forma muy minoritaria.

Tras subrayar su completa condena a la reciente sublevación militar y a los golpes de Estado en general, el líder del CHP, Kemal Kiliçdaroglu, recordó la necesidad de respetar “los derechos humanos, el estado de derecho y la separación de poderes” y permitir que “las plazas estén abiertas a todos” en una alusión a la tendencia autoritaria del presidente Erdogan en los últimos años y a la constante represión de las manifestaciones de signo opositor. “La democracia no es creer que uno lo sabe todo y puede hacerlo todo. La democracia es diálogo”, dijo Kiliçdaroglu, a la vez que echó un guante al Gobierno y al resto de formaciones políticas para “que el 15 de julio abra paso a una nueva cultura de consenso”.

“No es tiempo de divisiones políticas, sino de unidad contra el golpe. Ahora tenemos un enemigo común: Fetulá Gülen. Es cierto que ha tenido que ser a causa de hecho lamentable, pero en todo lo malo siempre hay algo de provecho”, afirmaba Aysun, una de las participantes, de unos 25 años que, como otros miles, ondeaba la enseña nacional turca. En Taksim se dieron cita, además de los votantes del CHP, diversas organizaciones de la variopinta izquierda de Turquía —desde la marxista a la nacionalista laica—, menos la kurda, que había celebrado su propio mitin el sábado en el extrarradio de Estambul. Y cada uno asistía por razones diversas. “No estamos aquí por ningún partido, estamos aquí por la patria”, decía Turkan, una mujer de 30 años. “Yo he venido para recuperar la democracia que nos ha robado el AKP”, justificaba Yasar, un funcionario.

“Es bueno que los partidos se unan como hermanos para resistir contra el golpismo”, explicaba Kubra, una joven kurda cubierta con el velo islámico y declarada seguidora del AKP, acompañada de su madre, también islamista, y de su padre, partidario del prokurdo HDP, mientras a su alrededor, los manifestantes cantaban el himno nacional turco y gritaban a pleno pulmón: “¡Turquía es laica y permanecerá laica!”.

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Los carteles por la laicidad del Estado, contra la pena de muerte y contra la declaración del estado de emergencia se multiplicaban a cientos. “Durante los últimos años, hemos asistido a cómo Erdogan utilizaba el parlamento a su antojo e imponía su fascismo islamista. Y tras el golpe, ha dado un contragolpe y no sólo está despidiendo a funcionarios gülenistas, sino a otros que se le oponen. Pero no permitiremos que lleve a cabo sus planes”, alegó Mehmet Bilecen, un maestro retirado y militante del movimiento izquierdista Haziran, surgido a raíz de la protesta de Gezi.

Según datos del Gobierno turco, desde el fracaso del alzamiento militar, unas 13.000 personas han sido detenidas —de la cuales aproximadamente la mitad ya han sido imputadas— y más de 60.000 funcionarios han sido purgados de la Administración pública. Además, otras 2.300 entidades privadas, desde escuelas a clínicas y asociaciones, han sido clausuradas.

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