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Sanders pide el voto para Clinton y promete continuar su revolución

Las claves del discurso que debe ayudar a cerrar las divisiones del Partido Demócrata

Bernie Sanders, durante su intervención en la convención demócrata.Foto: atlas | Vídeo: M.Segar (Reuters)
Marc Bassets

Tras una de las jornadas más difíciles en la historia reciente del Partido Demócrata, la candidata a la Casa Blanca, Hillary Clinton, obtuvo el aval más preciado de su candidatura. En un discurso ante la convención demócrata de Filadelfia, el senador Bernie Sanders pidió el voto para Clinton, su rival en el proceso de elecciones primarias, pero prometió que su movimiento progresista —la revolución política, en sus palabras— continuará.

"Basado en sus ideas y su liderazgo, Hillary Clinton debe convertirse en la próxima presidenta de Estados Unidos”, dijo Sanders. Después, enumeró todas las políticas —de la educación a la sanidad, de la economía al cambio climático— en las que Clinton adopta posiciones progresistas. Se trataba de dar la bendición izquierdista a una candidata que muchos votantes creen demasiado centrista, demasiado próxima a las élites económicas y políticas del país.

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"Juntos hemos empezado una revolución política para transformar América. Y esta revolución, nuestra revolución, continúa", dijo en otro momento.

Las imágenes de división marcaron el inicio de la convención. La lista de agravios de los sanderistas era larga. Los ejemplos más recientes son la revelación, en correos electrónicos filtrados a Wikileaks, de las maquinaciones del partido en favor de Clinton, o el nombramiento del senador Tim Kaine, un centrista, como candidato a la vicepresidencia.

El caso de los emails forzó la dimisión de Debbie Wasserman Schultz, presidenta del Comité Nacional Demócrata. Con el discurso clintoniano de Sanders, los demócratas han dado un paso en el proceso de sanación.

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Estas son las claves:

CLINTON, LA PROGRESISTA

Seguidores de Sanders protestan en las gradas de la convención.
Seguidores de Sanders protestan en las gradas de la convención.JIM YOUNG (REUTERS)

El discurso de Sanders fue una esmerada tarea de persuasión para sus seguidores, muchos de los cuales rechazan frontalmente a Clinton. El objetivo era demostrar que con Donald Trump en la Casa Blanca las causas progresistas sufrirán un retroceso enorme, alejar de los cantos de sirena del trumpismo a los sanderistas más hostiles a Clinton. “Hillary Clinton entiende que si alguien en América trabaja 40 horas por semana, esta persona no debería vivir en la pobreza. Entiende que debemos elevar el salario mínimo hasta el nivel de un salario para vivir”, dijo antes de enumerar las credenciales progresistas de su antigua rival y ahora candidata. Para Sanders, un argumento decisivo es el programa demócrata, consensuado con los partidarios de Clinton y uno de los más progresistas en años.

LA REVOLUCIÓN

Apoyar a la pragmática Clinton no significa para Sanders enterrar su revolución, el movimiento progresista que ha galvanizado a millones de ciudadanos y ha forzado un viraje a la izquierda del Partido Demócrata. “Las jornadas electorales van y vienen”, dijo. “Pero la lucha de las personas para crear un gobierno que nos represente a todos y no sólo al 1%, un gobierno basado en los principios de la justicia económica, social, racial y medioambiental, esta lucha continúa”. A partir de hoy, el sanderismo ya forma parte de la identidad demócrata. El partido —y Clinton, si gana en noviembre— no podrá prescindir de él y sus ideas.

IDEARIO DE SANDERS

"Esta elección no es, ni nunca ha sido sobre Hillary Clinton, Donald Trump o Bernie Sanders u otros candidatos", dijo el senador por Vermont. No se trata, añadió, ni de estrategias, ni sondeos ni estas cosas que tanto gustan a los medios. "Es, y debe ser, sobre las necesidades del pueblo americano", dice. "Es para acabar con el declive de 40 años de nuestra clase media". "En esta elección se trata de acabar con el nivel grotesco de desigualdad de ingresos”.

EQUILIBRIOS

Sanders intentó denunciar el declive de la clase media y los males del capitalismo en Estados Unidos, pero evitando caer en el retrato catastrofista de Estados Unidos que hace Trump. Debía distanciarse el pesimismo republicano, sin renunciar a una visión de EE UU que en algunos problemas —como los efectos de la globalización en la clase trabajadora— coincide con la de Trump.

UNIÓN EN EL PODIO, DIVISIÓN EN LA CANCHA

En la convención republicana, la semana pasada en Cleveland, pocos oradores apoyaron con entusiasmo al candidato Donald Trump y algunas de las figuras más prominentes del partido —desde los expresidentes al gobernador del Estado anfitrión, Ohio— faltaron. El rival derrotado por Trump en las primarias, el senador Ted Cruz, pronunció un discurso pero evitó apoyar a Trump. Esto le mereció un sonoro abucheo. División en el podio y unidad en el patio, entre los delegados. En la convención demócrata de Filadelfia ocurre lo contrario. En la cancha se oyeron protestas. En el podio, por el que esta semana desfilarán los pesos pesados del Partido Demócrata, la unidad era abrumadora: del primer al último orador, todos ensalzaron las virtudes de Clinton. Sanders no fue Cruz y declaró solemnemente su apoyo a Hillary.

EL ARGUMENTO TRUMP

En la convención republicana, el argumento recurrente fue el rechazo a Clinton. “A la cárcel”, era el eslogan de los delegados. En la convención demócrata, el argumento central fue Trump. Es la mejor garantía de que el Partido Demócrata cierre filas con Clinton. Sanders contrastó cada argumento progresista de Clinton con la posición de Trump. “Mientras Donald Trump está ocupado insultando un grupo después de otro, Hillary Clinton entiende que nuestra diversidad es una de nuestras mayores fuerzas”, dijo. Jenn Powell, una delegada de Florida, salió decepcionada. “Me parece ofensivo que en una sala llena de demócratas necesiten llamar la atención sobre Donald Trump. Todos conocemos a Donald Trump. ¿A quién hablaban? Podrían haber hablado de las ideas para el futuro. Estoy decepcionada de que fuese un show del 'oh, qué miedo Trump'”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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